73. Reloj

66 11 8
                                    

Issac sintió los brazos de su padre y la angustia de su interior se alivió momentáneamente. Cerró los ojos y simplemente se dedicó a sentirse protegido. Respiró profundamente un par de veces. Ya no estaba solo y eso lo tranquilizaba mucho. Aún así la culpa taladraba su mente y no sabía cómo dejar de pensar en eso. Por lo mismo no podía dejar de llorar. Sus lágrimas se escapaban de sus ojos sin que pudiera detenerlas.
El señor Cassell recordó entonces lo de la maldición y se separó abruptamente de su hijo. Lo miró fijamente.

— Issac, ¿Hiciste lo que debías?— le preguntó con seriedad.

Pero Issac parecía muy concentrado en seguir llorando.

— Mírame— le dijo con severidad, Issac lo hizo—, ¿Cumpliste con tu deber?

Issac se pasó la mano por la cara para limpiarla y asintió. Trató de controlarse porque sabía que no podía seguir llorando así.

— Le hice algo horrible a Dylan— dijo mientras trataba de no llorar más—, no sabes cómo lo siento...

Su padre sintió tanta pena por él que lo abrazó nuevamente. Él siempre había admirado tanto a su hijo porque parecía tener un espíritu de hierro sin embargo entendía que lo que acababa de pasar debió ser tan traumante que le resultaba insoportable. Por más que Issac fuera consciente de su deber, no significaba que era fácil.

— Lo hiciste bien— le dijo para consolarlo—. No te preocupes, todo estará bien.

Pero Issac no parecía querer ningún tipo de consuelo. La culpa lo consumía y no sabía qué hacer o decir.
El señor Cassell dejó de abrazarlo y revisó su reloj. Faltaba muy poco para la media noche. Entendía que Issac había hecho su parte pero eso no significaba que la maldición había sido atenuada. Quería llevarse a su hijo a un lugar donde se sintiera mejor pero no podía hacerlo hasta la media noche. Porque si resultaba que algo salió mal, tenía que regresarlo con Dylan para que hicieran todo de nuevo. Deseaba que no fuera necesario. Así que se sentó en las escaleras al lado de Issac y tomó sus manos con fuerza. Trató de decirle que no se preocupara pero Issac parecía sufrir mucho. Estaba en eso cuando escuchó pasos. Era su esposa, que había ido a buscarlo para que estuvieran juntos para la media noche. No esperaba encontrarlo junto a su hijo. Asustada, corrió hasta ellos mientras sus zapatos altos hacían ruido.

— ¡Oh dios mío!— dijo alterada—, Issac, ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con Dylan?
— Ya hizo lo que debía— le dijo su esposo—. Todo está bien.

Pero Issac además de llorar sin poder evitarlo, se veía despeinado y muy desnudo. Ella se acercó y lo abrazó. Issac se sintió mejor al sentir los brazos de su madre. Dejó de llorar por fin.

— Lo hiciste bien— le dijo ella—. Estoy orgullosa de ti. No te preocupes por lo demás, lo importante es que estás bien... ¿Dylan está bien?
— No... no lo sé— acertó a decir Issac.
— Iré con él después— dijo ella—. Seguramente está bien.

Entonces el reloj de pie que se encontraba en el pasillo comenzó a sonar. Era la media noche. Katrina abrazó con fuerza a su hijo, esperando que todo hubiera salido bien. El miedo acerca de que algo hubiera fallado era tanto que sentía un vacío en su interior.
En el salón donde se encontraban reunidos todos los del pueblo, escucharon también los sonidos de los relojes y esperaron inmóviles mientras los invadía la ansiedad. Los Jensen rezaron que todo hubiera salido bien. Matty se veía tan angustiado que Ken no pudo evitar acercarse a él. Cuando Matty lo vio ahí, se acercó para acortar la distancia.
Bryce se encontraba en el pasillo afuera del salón, esperando que sus padres volvieran. Se sentía ebrio y realmente no le interesaba tanto si la maldición se detenía o no. Le preocupaba su hermano y Dylan pero no las otras personas del pueblo. Escuchó el sonido de los relojes sin moverse.
Muy pronto todo quedó en silencio. El reloj marcó las 12:01 am. Linden no quería sacar conclusiones pero recordaba que en la última vez cuando dieron exactamente las 12:00 am y los elegidos no habían cumplido su parte, comenzaron todos esos horribles acontecimientos que acabaron con la vida de la gente. Si nada había pasado era porque seguramente los dos muchachos hicieron su parte. No quería adelantarse así que simplemente se dedicó a mirar el reloj con inquietud.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora