124. Cabaña

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Dylan cenó esa vez con Marie y Sebastian tratando de controlar sus sentimientos. Pero una vez que estuvo solo en su habitación, no pudo contener el dolor y se puso a llorar. No quería alzar la voz pero terminó haciéndolo, cosa que alertó a Marie. Ella fue con él y aunque trató de calmarlo, no lo logró. Pero se quedó para abrazarlo y escucharlo llorar. No se tardó en tomar la decisión de que se irían. Tomó su teléfono y reservó un par de asientos en una línea de autobús que llegaba cerca del pueblo. Después le dijo a Dylan que dejara todo en sus manos. Él aceptó y se fue a dormir. Todo lo que ella le dijo a Issac cuando él la llamó para verla, fue porque pensó que así estaría haciendo lo mejor.

Alistó todo para irse al pueblo. Cuando Dylan despertó en la mañana, sólo tuvo que tomar un baño y cambiarse para después salir. Un taxi los llevó a la estación. Él seguía decaído pero ella trató de animarlo. Aún así Dylan durmió en casi todo el trayecto hasta la estación. Marie lo despertó cuando llegaron. Bajaron y tuvieron que ponerse sus abrigos para el frío. Tomaron un taxi y tuvieron que pagarle al doble porque estaba nevando un poco y no quería acercarlos al pueblo. Sin embargo mientras llegaban, se encontraron con barredoras que limpiaban las calles. A Marie le sorprendió pero no tanto. Pensó que debía ser cosa de los Cassell. Aunque no sabía si era porque sabían que ellos llegarían. En todo caso no le importó mucho porque no irían al pueblo. Se detuvieron antes, a la orilla de la calle. Marie le pagó al taxista, le deseó un buen viaje de regreso y después tomó en una mano su maleta, en otra la mano de Dylan y empezó a caminar por un sendero. Dylan la siguió mientras arrastraba su maleta con rueditas.

El camino estaba cubierto de nieve y era irregular pero no tuvieron que caminar tanto porque llegaron a una cabañita muy pronto. Se veía abandonada. Entraron. Estaba polvoso y oscuro adentro. Tan frío como una cueva. Pero Marie se encargó de eso. Primero encendió fuego en la chimenea. Luego limpió el lugar brevemente. Sólo habían dos habitaciones, una que era el baño y otra que funcionaba como cocina, comedor y la cama estaba al fondo. Dylan se sentó en una silla cerca de la chimenea mientras ella hacía todo eso. Cuando terminó, ella quería hacer la cena pero Dylan se ofreció para hacerlo. Aún cuando era en fuego, pudo hacerlo bien (con supervisión de Marie). Cenaron tranquilamente sin saber que en la ciudad, Issac preparaba todo para poder irse a buscarlos.

Al día siguiente, Sebastian fue por Issac. Ya sabía que se irían a su pueblo y aunque trató de alertar a Marie y a Dylan, no pudo porque en donde estaba la casa de Marie, no había señal telefónica.
Tuvo que resignarse a simplemente conducir para su jefe. Pasaron por el hotel donde se hospedaba Angela. Ella salió mientras usaba un vaporoso vestido y zapatos altos. Llevaba una maleta de rueditas. Se la dio a Sebastian y él la metió en la maletera. Luego vio que Issac la miraba mucho.

— ¿Qué pasa?— le preguntó ella.
— ¿Estás consciente de que vamos a un pueblo?— le dijo.
— Lo estoy— dijo ella.
— Un pueblo en medio de bosques, montañas, bestias salvajes y tierra— le dijo Issac.
— Lo sé— dijo ella.
— No lograrás dar dos pasos con esos zapatos— le dijo Issac—. Y te congelarás con esa ropa.
— Tu esposo me hizo sentir insegura— le dijo ella—. No puedo acercarme a él sintiéndome así. Por eso estoy tratando de verme bien.
— Eres modelo, te verías bien con cualquier cosa— le dijo él—, ahora vete a cambiar porque no sé en dónde pueda estar la casa de Marie así que vamos a caminar por el bosque.

Ella lo fulminó con la mirada pero después se giró y volvió al hotel. Se tardó bastante así que Issac aprovechó para hacer varias cosas. Compró un regalo en una tienda cercana, lo guardó en el auto y luego llamó a su madre.

— Cariño, hola— le dijo ella—, hace mucho que no hablábamos...
— Voy para allá— le dijo Issac—. Quiero que preparen mi habitación, una para el señor Pratt y otra para una invitada muy especial.
— ¿Invitada especial?— dijo Katrina confundida.
— Sí. Estaremos ahí en unas horas.
— ¿Hay alguna razón por la que estás regresando ahora?
— La hay— dijo Issac—. Hablaremos de eso cuando lleguemos.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora