58. Dirección

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El auto de los Cassell se dirigió al edificio del gobierno. Se detuvo y todos salieron de ahí. Issac no parecía poder, se veía totalmente perdido. Pero Matty lo ayudó a salir del vehículo con cuidado. Las personas del pueblo ya tenían un mapa de la zona extendido en una mesa. Se estaban formando grupos de búsqueda, incluso ya tenían perros rastreadores con ellos.
Bryce vio el edificio que se alzaba ahí y aunque solía pasar enfrente de vez en cuando, nunca le había dado curiosidad entrar. Así que se acercó al lugar. Subió los escalones lentamente porque su condición física apenas le permitía moverse. Llegó al interior del sitio y vio que al final de una habitación grande se encontraba el libro dorado. Estaba sobre un atril de madera, iluminado con varias luces. Se acercó. En cuando estuvo cerca vio que los últimos nombres que aparecían por entre las hojas eran los de Dylan y su hermano. Los leyó varias veces en silencio antes de sentir una presencia detrás de él. Se giró y vio que Issac se encontraba cerca. No parecía querer acercarse. Volvió su vista al libro.

— Sí, sigues ahí— le dijo a Issac—. Eso no ha cambiado.
— Lo sé— dijo Issac—. Pero cuando era más joven venía mucho a este sitio deseando que algo pasara y mi nombre desapareciera.
— Debiste rezarle al libro o algo así— dijo Bryce mientras miraba las hojas amarillas.
— Lo hice— dijo Issac—. Nunca funcionó.
— Podrías hacerlo ahora— dijo Bryce.
— Ya no importa— dijo Issac.

Se acercó y se sentó en el escalón sobre el cuál se elevaba el atril que sostenía el libro. Bryce también se sentó ahí, al lado de Issac.

— No había visto a todos juntos desde el día en el que mi nombre apareció en el libro— dijo Issac.
— Es porque no vives aquí— le dijo Bryce—. En el aniversario de la fundación del pueblo todos vienen.
— Pero a festejar, ¿No?
— No sé si a festejar pero se ven más felices que ahora— dijo Bryce mientras miraba por las puertas toda la actividad de afuera—. Al menos no traen a sus perros rastreadores.
— El día en el que aparecí en el libro dorado, tú te reíste— le dijo Issac—, ¿Fue porque por fin se cumplió lo que prometiste ese día cuando papá te golpeó?

Bryce lo miró con confusión.

— No sé de qué hablas— le dijo.
— Dijiste que un día pasaría algo tan terrible que haría que a nadie le importara nuestro apellido— dijo Issac—. Y pasó.
— No lo recuerdo— dijo Bryce—. Yo digo y hago muchas cosas. La gran mayoría no las recuerdo.
— Pero fue verdad— dijo Issac—. Al libro dorado no le importa tu apellido.
— ¿Por qué le llaman libro dorado? Necesita otro nombre.

Issac suspiró. Se sentía muy cansado. Al menos ya no tenía ganas de llorar.

— ¿Qué nombre le pondrías tú?— le preguntó a Bryce.
— "El libro de los amores imposibles"— dijo Bryce—. Suena mejor. Quizá debería anotarlo por ahí. Para mañana no lo recordaré.

Katrina entró al lugar. Vio a sus hijos sentados, sin decirse nada. Al menos estaban juntos. Fue hasta ellos. Sus zapatos hacían ruido.

— Iremos a casa— les dijo—. Su padre y Matty se unirán a la búsqueda. Nos avisarán si pasa algo.
— ¿Tú no irás con ellos?— le preguntó Bryce.
— ¿Me imaginas en el bosque con estos zapatos?— le dijo ella.
— Ponte otros.
— Cariño, todos mis zapatos tienen tacón— le dijo ella.
— Vives en un pueblo donde hay nieve todo el año— le dijo Bryce—, ¿Por qué no tienes zapatos normales?
— Tú no tienes ropa para nieve y nunca te juzgo por eso— le dijo ella—. Es más, estás en ropa interior la mayoría del tiempo.
— Es más cómodo así— le dijo Bryce.

Issac se levantó y caminó hacia la puerta. Katrina ayudó a Bryce a levantarse y fueron detrás de él. Las personas del pueblo miraron a Issac Cassell salir de ahí y nadie pudo evitar ocultar su lástima. Él lo notó en la cara de cada uno de ellos pero no dijo nada, sólo caminó en silencio hasta el auto. El chofer le abrió la puerta y él entró. Se sentó. Katrina y Bryce entraron tiempo después.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora