29. Mañana

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Issac no se consideraba a sí mismo alguien impulsivo. De hecho solía presumir de su gran autocontrol y de su extrema madurez aún cuando se encontraba bajo presión. Nada perturbaba su actitud calmada y seria. Si debía mostrar enojo lo hacía pero usualmente era para intimidar a alguien más. Para mostrar su poder e infundir respeto. Con los accionistas le funcionaba bien. Sin embargo en algún momento esa actitud que debía ser sólo usada en su trabajo comenzó a volverse parte de su personalidad. Fue tan gradualmente que no se dio cuenta. Nadie nunca le dijo lo que pensaba por temor. No obstante Matty lo hizo esa misma noche. Lo llamó cruel y aunque Issac no se consideraba alguien sentimental, no podía evitar que aquellas palabras le dolieran. Pero lo que más le dolía de todo lo que pasó esa noche, incluso más que la traición de Dylan, era haber perdido el control y golpear a Matty. Él jamás había golpeado a nadie, no porque no sintiera ganas, sino porque consideraba la violencia como un recurso que usaría alguien vil y despreciable. Verse convertido a sí mismo en alguien así le resultó inconcebible. Se fue a su habitación porque su padre se lo pidió mientras sentía una gran presión en el pecho. Si fuera alguien más sensible se hubiera puesto a llorar. Pero después de tantos años endureciendo su corazón para no sufrir, le resultó imposible aún si de verdad se sentía mal. Todo lo que pudo hacer fue tratar de dormir sin éxito. La culpa no lo dejaba. En algún momento el cansancio le ganó y se quedó dormido. Al día siguiente se despertó temprano porque su reloj biológico así se lo exigía. No reconoció el lugar donde estaba hasta que su cerebro conectó todo y recordó lo que había pasado.

Mientras tomaba un baño pensó en cómo podría solucionar todo. Solía poder arreglar cualquier cosa en torno a los negocios de su padre así que imaginó que esa situación no debía por qué ser diferente. Debía existir algún modo. Se puso un traje aunque realmente no tenía una razón puesto que no iría a trabajar. Sin embargo había aprendido de su padre a usar uno para verse presentable sin importar qué hiciera. Después peinó su cabello oscuro mientras se miraba en el espejo del baño. Suspiró. Se sentía mentalmente cansado. Y pensar que apenas llevaba un día ahí lo desanimó terriblemente. Una parte de él quería poder irse y no volver jamás.

De mal humor, bajó las escaleras. Recorrió pasillos de alfombras oscuras y pinturas enmarcadas en las paredes hasta llegar al salón donde estaba el comedor. Su padre, un hombre maduro de cabello canoso y traje elegante, se encontraba a un extremo de la mesa bebiendo su café. Su madre estaba cerca de él usando un bello vestido verde y tenía el cabello rubio perfectamente peinado en ondas. Su maquillaje era impecable, ella siempre llevaba los labios pintados de rojo y ese día no era la excepción. Solía usar joyas y verse muy sofisticada aún si no salía a ninguna parte. Él no recordaba alguna vez en la que hubiera visto a su madre desarreglada. A pesar de ya tener cierta edad, seguía viéndose hermosa y resplandeciente. Aunque en ese momento no parecía feliz como usualmente se veía. De hecho no miró a Issac siquiera. Pretendió mirar su taza de té.

Issac se sentó al otro extremo de la mesa, lejos de ellos. Apareció una chica del servicio para preguntar qué quería que le trajera para comer. Él sólo pidió café. La mujer se fue y él se quedó solo con sus padres. Sabía que el silencio no solucionaría nada así que no tenía caso que pretendiera que nada pasó.

— ¿Dónde está Matty?— preguntó.

No le contestaron inmediatamente. Iba a repetir la pregunta cuando su madre habló.

— Duerme aún— dijo ella en tono solemne.
— Ya es bastante tarde para que siga en la cama— dijo Issac.
— Está cansado— agregó la madre.
— ¿De qué?— dijo Issac—, conducir no es tan difícil.

Katrina decidió no decir nada más aunque ganas no le faltaban.

— ¿Bryce sigue en la casa?— preguntó Issac.
— ¿Podríamos no hablar de eso ahora?— le dijo su padre.
— ¿Por qué no?— preguntó Issac evidentemente molesto.
— Porque hay cosas más importantes— dijo el padre—. Organizamos un almuerzo para que Dylan pueda venir y convivir contigo. Ya está todo planeado.

Issac había olvidado lo que pasó con Dylan. No le preocupaba mucho porque realmente no sentía haber hecho algo malo. Dylan actuó mal y él se lo hizo saber. No se sentía equivocado. De hecho esperaba que el chico hubiera entendido que como su prometido esperaba cosas de él.
Como al parecer no podría ver a Matty y hacerle entender que lo golpeó para disciplinarlo, decidió enfocarse en su prometido.

— Bien— dijo—. Que venga. Preparen todo de manera que sea digna de él.

La mujer llegó con su café. Lo puso frente a él y se retiró cuando Issac le dijo que debía hacerlo. Bebió su café mientras su madre lo miraba de reojo. Se cansó de eso así que decidió deshacerse de ella.

— Madre, ¿Serías tan amable de llamar a Dylan y decirle que debe venir?

Katrina sólo lo miró unos segundos. Asintió levemente con la cabeza. Tomó su teléfono y llamó. Becca le contestó y le dijo que Dylan estaba enfermo. Eso de verdad le preocupó a ella porque sabía que era un jovencito frágil y sensible. Quería decirle que lo dejara descansar por todo ese día pero Isaac que escuchaba todo ahí le indicó que dijera que entonces ellos irían. Ella no entendía por qué pero accedió. Imaginó que si las cosas no estaban bien entre Issac y sus hermanos eso no significaba que también debían estarlo con él y Dylan. Esa relación debía ser preservada ante todo y que Issac no se opusiera a pesar de estar de mal humor le agradaba.

Salieron los tres hacia el auto. En el camino ninguno habló de nada. Issac no parecía tener ganas así que sus padres temían perturbarlo.
Llegaron. Hacía bastante frío. Issac se había puesto una gabardina pero aún así sentía frío. Quizá ya no estaba acostumbrado al frío de esa zona. Caminó hacia la casa con sus padres. Simon Jensen les abrió la puerta.
Los tres fingieron estar de buen humor. Los invitó a pasar. El interior de esa casa era muy cálido. Todos pudieron quitarse sus abrigos. Simon los condujo a un saloncito donde estaba la chimenea. Habían varios sofás alrededor así que ahí se sentaron. Issac miró a su alrededor. Ese lugar era pequeño pero acogedor. Habían fotos de la familia en las paredes. El aura era simplemente diferente a la de su casa enorme y vacía. Gris y solitaria. Hasta de repente le pareció más oscura en comparación a ese lugar tan brillante.

Becca bajó las escaleras rápidamente y se integró al salón. Saludó a todos de buen humor y se sentó al lado de Issac. Él no dijo nada por un buen tiempo, sólo bebió té mientras miraba el fuego de la chimenea.
Ella iba a halagar el vestido de Katrina cuando Isaac habló.

— Me gustaría poder ver a Dylan— dijo—, ¿Puedo ir a su habitación?

Becca no esperaba que él dijera eso.

— Está dormido. Se siente cansado— dijo ella—. Le recomendé que...
— Entonces quiero verlo dormir— la interrumpió Issac—. Sólo serán unos minutos.

Se levantó y caminó hasta las escaleras. Becca lo hizo también.

— Bien pero antes iré a ver si está despierto— le dijo ella.
— Puedo comprobar eso yo mismo— dijo Issac—, ¿Cuál es su habitación?

Comenzó a subir las escaleras. Becca no podía creerlo. Ese chico simplemente hacía lo que quería aún si no estaba en su casa. Aún así ella no podía molestarse, él era el prometido de Dylan. Debía ser amable.

— Te la mostraré, iré contigo— le dijo ella un poco nervioso.
— Puedo encontrarla yo mismo, no hace falta— le dijo él—. No necesita tomarse tantas molestias, regrese a hablar con mis padres.

Después simplemente siguió subiendo. Becca supo que no iba a poder detenerlo y se sintió mal por su hijo pero no sabía cómo ayudarlo. Ese joven la intimidaba bastante a pesar de sólo haberle dicho un par de cosas. Parecía tan seguro de sí mismo y serio que ella fue incapaz de decirle algo.

— Es la puerta de la izquierda que tiene una letra “D”— dijo ella un poco abrumada.
— Muchas gracias— dijo Issac sin detenerse.

Llegó al pasillo y vio una puerta blanca con un letra grande pegada encima. Se acercó a ella. No se sentía nervioso o feliz. No sentía nada realmente. Sólo ganas de irse.
Tomó el pomo de la puerta. Lo giró lentamente. Abrió. Sonó un leve rechinido. La cama estaba a un extremo de la habitación, muy cerca de la puerta. Él vio ahí a alguien cubierto con un edredón azul celeste. Reconoció los cabellos platinados de Dylan, le veía la cabeza desde ahí porque le estaba dando la espalda de costado. Se metió a la habitación lentamente y cerró. Había mucho silencio. Imaginó que el chico estaba dormido. Se acercó más hasta que se detuvo por que él habló.

— Mamá, me duele un poco la cabeza— dijo—, ¿Podrías darme algo para eso?

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora