96. Calma

38 4 1
                                    

Katrina vio llegar a su hijo y lo invitó a sentarse a su lado.

— Ven aquí— le dijo.

Issac se acercó. Se sentó. Ella tomó sus manos, él no estaba usando guantes.

— Estás congelado— le dijo—, ¿Y tus guantes?
— No lo sé— dijo Issac tratando de sobreponerse a todo lo que pasaba.
— ¿Los perdiste?— le dijo ella—, qué raro, tú no perdías nada.

Issac pensó en Dylan. Definitivamente lo había perdido. Lo peor era que no podía decirle a nadie. Lo buscarían y él no quería eso. Le dolía que se fuera pero no más de lo que le dolía el saber que se había ido porque no deseaba verlo.
Se sintió un poco tonto porque ya sospechaba que algo pasaba desde que Anna los visitó. Sin embargo pensaba que exageró al enviar a Marie a vigilarlo, probablemente porque estaba muy celoso. Sin embargo sus sospechas no eran infundadas, sí ocurría algo. Pero ya era demasiado tarde para pensar en qué pudo hacer distinto.

Bryce notó que su hermano se veía bastante extraño, ya no parecía estar de buen humor como antes, cuando le contaba a Ken sobre sus clases de cazería. Entonces se le ocurrió mirar a su alrededor. No vio a Dylan. Le pareció raro.

— ¿Dónde está Dylan?— le preguntó.

Issac lo miró ligeramente sorprendido. No esperaba que se dieran cuenta de su ausencia tan rápidamente.

— Fue al baño— mintió Issac.
— ¿Él solo?— dijo Ken.
— Con su amiga— dijo Issac—. Mi guardaespaldas también fue.
— Ah, qué bien— dijo Katrina—. Porque honestamente parece que perderse por aquí es fácil.
— Es bastante confuso— admitió Ken.
— Hablábamos antes de cuando el señor Collins estaba en el ejército— dijo Issac para cambiar de tema—, ¿Cómo fue estar ahí?
— Aprendí muchas cosas— le dijo Ken—, el sargento a cargo de mí era muy amable...

Siguieron hablando de eso por un buen rato más. Katrina escuchaba a Ken con genuino interés sin embargo Issac no podía concentrarse. Dylan le preocupaba. Quería que su guardaespaldas lo encontrara pero al mismo tiempo deseaba que tuviera éxito. Que huyera con la chica que quería. Porque pensaba que si Dylan y ella se fueron juntos, era porque se querían. Había recordado que Ken en algún momento mencionó que ambos eran compañeros de escuela. Imaginó que se conocieron ahí. Se enamoraron pero no podían estar unidos por la maldición. Pensar en el dolor que pudo pasar Anna al ver a la persona que quería casarse con alguien más le hizo sentir un poco de lástima. Era muy injusto. De repente para Issac ya nada le importó. La maldición y todo lo demás perdió relevancia cuando pensó en lo mucho que quería que ellos dos fueran felices. Le dolía y mucho que Dylan se fuera de su vida pero deseaba genuinamente que fuera feliz. Para Issac la felicidad de Dylan estaba por encima de todo, incluso de la seguridad del propio pueblo. Le sorprendió cómo dejó de lado todo tan fácilmente. Quizá porque vivir sin Dylan lo dejaría muy vacío y sentía que ya nada importaba. Además estaba disfrutando de un buen momento con su familia. Si algo más pasaba, le daba igual.
Si el pueblo era destruido en su totalidad por la maldición, no le parecía que fuera un mal momento. Todos a su alrededor se veían felices. Así que decidió relajarse y disfrutar de su familia. Quizá esa sería la última oportunidad de estar juntos antes de la tragedia.

— Debí meterme al ejército— dijo—, apuesto a que hubiera sido interesante.
— Usted probablemente lo habría hecho muy bien— le dijo Ken.
— Quizá no pero es muy amable de su parte pensar que sí— le dijo Issac de buen humor.
— No seas modesto— le dijo Katrina—, seguramente sí. Ken lo piensa así que debe ser verdad.
— También puedo equivocarme— admitió Ken con pena.
— Hasta ahora todo ha salido bien— le dijo Katrina feliz.
— Más que bien— agregó Issac.
— Necesito alcohol— dijo Bryce de la nada.
— Hijo, no empieces con eso— le dijo Katrina.
— Es una feria, está bien— le dijo Issac—. Tráeme algo para mí también.
— ¿Qué quieres?— le dijo Bryce.
— Lo más fuerte que encuentres— le dijo Issac.
— Beber no te hace bien— le dijo Katrina.
— Por eso ustedes me van a cuidar— les dijo Issac—. Por si me pongo muy ebrio y hago locuras.
— Si te pones ebrio te llevaré a casa enseguida— le dijo Katrina—. Además no puedes hacer eso, ¿Qué va a pensar la gente si te ve muy mareado?
— Me da igual lo que piensen— dijo Issac.
— No puede darte igual— le dijo Katrina—. Eres un Cassell.
— Ojalá hubiera sido un Collins— dijo Issac.
— No creo que le hubiera agradado ser parte de mi familia— le dijo Ken.
— ¿Hubieran sido hermanos?— preguntó Bryce.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora