Marie y Sebastian se encontraban de vuelta de su paseo. Sus manos estaban unidas. Cualquiera que los viera, pensaría que eran una pareja. Ese pensamiento estaba muy claro en la mente de Marie. Su cara se sentía caliente por eso. Sabía que era imposible pero aún así se sentía nerviosa.
— Ahí está la mansión— le dijo Sebastian.
El lugar sobresalía y se podía ver claramente después de que giraron en la carretera.
— Ya casi llegamos— dijo él feliz—. Espero que te hayas divertido.
— Bueno, bebí café gratis— le dijo ella.
— Era un buen café— le dijo Sebastian—. Fue una cita interesante.
— No fue una cita— le dijo ella nerviosa pero fingiendo que no se sentía así.
— Fuimos a pasear y bebimos café— le dijo Sebastian—. También comimos esas galletitas raras, definitivamente fue una cita.
— No fue una cita— le dijo ella con la cara caliente.
— Para mí sí lo fue— le dijo Sebastian feliz.Marie soltó su mano y se detuvo. Sebastian la observó. Ella se veía muy seria.
— No sé que tipo de cosas están apareciendo en tu cabeza— le dijo ella—, pero espero que no te estés tomando en serio nada de esto.
— ¿A qué te refieres?— le preguntó él.
— Si quieres tener citas con alguien, busca otra persona— le dijo ella.
— ¿Por qué buscaría a alguien más si estás tú?— le dijo él.La cara de Marie se ruborizó y estuvo plenamente consciente de eso, así que se giró levemente para mirar a otro lado. Sebastian se dio cuenta de eso y sonrió.
— Te ves linda así también— le dijo y se acercó.
— No me mires— le dijo ella avergonzada.
— ¿Por qué no?Ella no dijo nada, sólo trató de tranquilizarse. Era inútil, su corazón latía con fuerza. No era tonta, sabía que engañarse a esas alturas ya era imposible. Él no le parecía del todo indiferente. Y eso era lo angustiante: ella no podría corresponderle, aún si de verdad lo deseaba. Impulsada por ese pensamiento, logró mantener la calma. Observó a Sebastian. Él seguía pareciendo feliz.
— Es imposible— le dijo con seriedad y bastante decepción—. Yo nunca voy a casarme.
Después de decir eso, siguió su camino. Sebastian quedó un poco desanimado al escucharla pero pensó que quizá ella simplemente estaba siendo pesimista. Corrió para alcanzarla.
— ¿Por qué no?— le preguntó él.
Ella no le contestó. El corazón le dolía demasiado como para hacerlo.
— Hay personas que viven juntas sin casarse— le dijo él—, podríamos ser de ese tipo de parejas.
— Eso no va a pasar— dijo ella sin detenerse.
— ¿Hay alguien más que te gusta? Pensé que ya habías superado al señor Issac...
— No es por eso— le dijo ella—, simplemente... no lo haré.
— ¿Por qué no?
— Eres demasiado necio— le reclamó ella.
— Por supuesto que lo soy— le dijo él—. Esto es importante. Tú y yo...
— No hay un "tú y yo"— lo interrumpió ella.
— ¿Por qué no?— le dijo él y tomó su mano.Ambos se detuvieron. Estaban muy cerca de la mansión. Se miraron fijamente. Él notó lo consternada que ella se veía. Como si quisiera llorar.
— ¿Qué pasa?— le preguntó él.
— Yo... nunca había rechazado a nadie antes— dijo ella mientras se sentía muy mal—. No sabía que era algo tan terrible.
— Generalmente no lo es— le dijo él—. Pero se vuelve así si no quieres rechazarlo.Ella lo miró fijamente. Él se veía muy serio, preocupado y comprensivo al mismo tiempo. Marie sintió ganas de decirle todo. De explicarle que había una maldición que hacía que ella no quisiera estar con nadie. Porque de otra forma, se casaría con gusto e incluso pensaría en tener hijos. En pequeñas copias parecidas a él. Pero eso no pasaría. Marie no quería ser egoísta. Sabía que sólo arrastraría a Sebastian a ese pueblo. No quería verlo sufrir. Si podía salvarlo de esa tortura, lo haría, aún si eso implicaba que debía dejarlo ir.
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El libro de los amores imposibles
Teen FictionSi tu nombre aparecía en el libro dorado junto al de otra persona, debían casarse o de lo contrario cosas terribles le pasarían a todo el pueblo. Dylan lo sabía, creció toda su vida sabiendo que un día debía casarse con Issac Cassell para salvar a s...