109. Salud

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La fila avanzó y Marie compró los medicamentos. Se los dieron en una bolsa de papel. Luego tomó a Dylan de la mano y salieron de ahí. Sebastian los esperaba afuera con el auto. Ella caminó hasta ahí y él les abrió la puerta. Entraron y la cerró. Luego fue a la parte delantera del vehículo, subió y empezó a conducir. Notó que ella parecía pensativa pero el muchacho se veía mejor. Menos triste al menos, porque seguía pálido y ojeroso.

— ¿Qué tal la cita con el médico?— preguntó de buen humor—, ¿Todo salió bien?

Dylan lo observó con sorpresa. No esperaba que le preguntaran eso pero asintió de todas formas.

— Me alegra— dijo Sebastian con una sonrisa—. Así que no te preocupes, estarás mejor pronto. De hecho, sé de algo que podría ayudarte.
— ¿Qué es?— preguntó Dylan con curiosidad.
— Hay que ir a comer— dijo Sebastian.
— ¿Iremos por hamburguesas otra vez?— preguntó Dylan.
— Podríamos si quisieras— le dijo Sebastian—. O podríamos ir a otra parte.
— ¡Quiero una hamburguesa!— dijo Dylan emocionado—, ¿Podemos ir?
— Por supuesto que sí— le dijo Sebastian.

Marie no se negó así que Sebastian se desvió por una calle con rumbo al mismo restaurante de comida rápida de la otra vez. Llegaron rápidamente porque no estaban muy lejos. Dejaron el auto y salieron. Dylan se veía emocionado pero Marie se notaba evidentemente preocupada. Entraron al lugar, Sebastian les buscó una mesa y luego fue para ordenar. Regresó después de un rato con la comida. La puso en la mesa. Dylan se apresuró a tomar la bebida y la bebió. Después empezó a comer mientras parecía de verdad feliz. Marie sólo se dedicó a mirar por la ventanilla. Sebastian imaginó que debía estar aún impactada por descubrir que Issac no era la persona perfecta que ella creía. Estaba pensando en eso cuando escuchó que Dylan se terminó su bebida.

— Si quieres más puedes ir a esa parte de allá para rellenar tu vaso— le dijo a Dylan y le señaló el sitio.
— ¿Y me darán más?— preguntó Dylan sorprendido.
— Claro, puedes rellenarlo tantas veces como quieras— le dijo Sebastian.

Dylan no parecía creerlo pero aún así tomó su vaso y se fue a donde había una fila porque varias personas querían más bebidas. Sebastian lo vio alejarse.

— Él de verdad jamás había comido en un sitio como este— dijo Sebastian—. Es difícil de creer.
— No habían lugares así en el pueblo— dijo Marie.
— ¿Entonces él nunca salió del pueblo?
— No— dijo ella—. No había ninguna razón.
— Viajar es divertido.
— No tenía tiempo para viajar— dijo ella—. Tenía muchas clases que debía atender.
— ¿Qué clases?
— Tenía clases de cocina, de piano, finanzas... y muchas otras que no entendí para qué eran— dijo ella.
— ¿Por qué le enseñaban todo eso?
— Porque iba a ser el esposo del señor Cassell— dijo ella—. No podía ser cualquier persona.
— ¿Y él quería hacer todo eso?
— No lo sé, nunca le pregunté— dijo ella con malestar—. Lo vi muchas veces en la mansión pero jamás me detuve para hablarle. Pero debí.
— Estabas ocupada, ¿No?
— Sí pero... aún así debí. Jamás le hablé. Yo sólo quería hacer mi trabajo bien... y no hice eso bien siquiera. Dylan ha estado a mi cargo por estos días y no se me ocurrió preguntarle si se sentía bien o si le pasaba algo.
— No es tu culpa que se enfermara— le dijo él.
— No está enfermo, está triste. No sé bien porqué pero lo descubriré.
— ¿Ahora te preocupa? Pensé que estabas enojada con él por no comer.
— Lo estaba— admitió ella—. Pero las cosas son diferentes ahora.
— ¿Qué cambió?

Marie lo observó fijamente. Suspiró.

— Tenías razón— le dijo—. Él no quería escapar, todo fue plan de ella.
— ¿Qué hay de la primera vez que huyó?
— Tenía miedo— dijo ella—. No quería tener que casarse a la fuerza.
— ¿Y por qué lo obligaron a casarse así?
— Es difícil de explicar— dijo ella—. Pero él y el señor Cassell estuvieron comprometidos mucho tiempo. Cancelar la boda era imposible y Dylan lo sabía.
— Así que se sintió presionado y en su desesperación huyó— dedujo Sebastian—. Tiene sentido, yo también lo hubiera hecho.
— Probablemente yo también— dijo ella—. Aunque lo juzgué severamente al principio.
— No te culpo, es más fácil juzgar a las personas que descubrir por qué hacen las cosas.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora