CAPÍTULO 1

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Era un sábado por la noche. El joven Lanzani, como casi todos los días, encontraba una fiesta donde pasarla bien, sin la necesidad de ser invitado. Pero, ¿quién evitaría su ingreso a una fiesta sin invitación? Él no necesitaba que lo inviten, él no asistía por pedido de alguien, lo hacía porque simplemente le daba la gana. Este joven era conocido entre sus conocidos por sus noches alocadas, era el hijo menor de un gran empresario argentino, al cual no le gustaba ser conocido por los medios, es así que no salía a dar declaraciones ni nada, y a su hijo también se lo había prohibido. Su padre tenía proyectos ambiciosos, por aumentar sus ganancias cada vez más, por eso no quería ser perseguido por periodistas irritantes. Se podría decir que este hijo era la oveja negra de la familia, a decir verdad él solo se mostraba tal cual es, los hermanos Lanzani eran así, a diferencia de sus padres y el resto de su familia, una careta ante la sociedad. Nadie le impedía su paso a una fiesta, era como un honor que le interesase a incluirse en esas celebraciones, ya que él solo entraba por dos razones: o le gustaba la música que habían escogido o había visto a alguna mujer entrar con la cual terminaría pasando la noche.

Peter: -Sonríe, con una copa en la mano- Te veo muy sola...
Xx:-levanta la mirada, ya que estaba sentada, contestando un mensaje de su celular- Ah... no por mucho tiempo.
Peter: -da un sorbo y se sienta al lado de ella- Claro que no, ya llegue yo. –Ambos se miran y Peter sonríe pícaramente-
Xx: -da un respiro con muestras de querer reírse, pero vuelve su mirada al celular- Me refería a mi novio, que está por llegar.
Peter: -termina su bebida y la deja en una bandeja cuando uno de los mozos paso cerca de ellos- ¿Para que esperar a tu novio si ya estoy aquí? –Ambos vuelven a mirarse- Tal vez, esta sea la última vez que me veas, sabes. No deberías desperdiciar tu tiempo con aclaraciones absurdas que me tienen sin cuidado.
Xx: -Se queda un momento pensativa y luego, agarro su celular volviendo a mandar un mensaje- Ok... -Peter se apoyó en el asiento mirándola detenidamente y ella volvió a mirarlo- ¿Que es lo que queres hacer conmigo?
Peter: -sonríe, arqueando sus labios, seductoramente- Esa pregunta, no sabes como me encanta.

Peter saco a la joven de la fiesta, invitándola a subir a su carro. En el camino, puso las canciones que a él tanto le gustaba escuchar, rock a todo volumen. Por la formalidad de las fiestas a las que aparecía, tenía que ir de terno y corbata, pero eso a él le molestaba demasiado; así que ni bien arranco el carro se desato el nudo del cuello. Sin interesarle el nombre de su acompañante, se detuvo frente al hotel que Peter visitaba todas las noches; era conocido por el encargado de dar los cuartos, Lanzani ni pedía las llaves, simplemente al pasar por la puerta, le tiraba la llave de su cuarto, Peter lo tomaba y se dirigía al ascensor. En el cual, empezaba a devorar a la joven desconocida a besos.
Después de su sesión revoltosa y apasionante entre sabanas, él cayó cansado sobre ella. La misteriosa joven aun estaba deseosa de él, pero Peter ya había terminado por satisfacerse, no le interesaba cumplirle todos sus deseos.

Peter: -se echo al lado de ella, tragando el aire suficiente que necesitaba- Ya te podes ir. ¿Conoces el camino de salida, no? –Cubriéndose el cuerpo con la sabana, cerrando sus ojos-
Xx: -lo abraza, acariciándolo- ¿Queres dormir, ya? –Sonríe, pasando sus dedos lentamente por el pecho descubierto de Peter, bajando más y más- La noche todavía no termina.
Peter: -respiro hondo, pasando la saliva por su garganta- Sí, ya. –Abre sus ojos lentamente- ¿Por qué seguís aquí todavía?
Xx: -se sienta para mirarlo- ¿No te interesa saber cómo me llamo o volverme a ver?
Peter: -empezando a fastidiarse- ¿Qué vos no tenías novio?
Xx: -algo incomoda y enojada- Eso no te importo mientras me trajiste aquí.
Peter: -levanta su cuerpo, quedando sentado frente a ella- Vos me preguntaste que quería de vos. Ya lo hice, disfrute de vos, no me interesa hacer nada más. –Señala hacía la puerta- Ahora te podes ir, porque quiero dormir. –Vuelve a echarse, cerrando sus ojos-

Aquella joven que, cómo al inicio de su conversación, Peter había predicho que tal vez nunca más se verían, se alisto y salió del hotel. Y tal como él lo dijo, no la volvió a ver.
Las noches para Peter eran todas casi parecidas, tenía esa misma simpatía con todas, las llenaba de lindas palabras hasta tenerlas bajo él en esa cama de hotel, luego las botaba alejándolas de su presencia permanentemente. Con el tiempo, Peter terminaba más pronto que la vez anterior, incluso estaba perdiendo el gusto de hacer eso, estaba comenzando a aburrirse, pero su instinto pasional le impedía detenerse. Dormía un poco en el hotel, luego bajaba a la recepción devolviéndole la llave a quién, se había vuelto como su cómplice, le pagaba su estadía, bajaba a la cochera y regresaba a su casa, casi antes que sala el sol nuevamente.
En su casa, las pocas personas que podían importarle, no notaban su ausencia por las noches, solo su celosa empleada quién pensaba algún día casarse con él. Peter la escuchaba con ganas de reírse, le empastaba un beso y la callaba, luego subía a su cuarto y dormía lo que en la noche no había podido.

La mañana del lunes siguiente. Una joven dedicada a su madre, sentía un gran cariño por ella, pero a la vez, ciertas actitudes la desesperaban, pero sus quejas se las guardaba para ella misma. Para su madre, ella estaba estudiando en una universidad pública aunque con dificultades quería que tuviera un mejor futuro que el resto de su familia. La madre pensaba eso, pero a la joven no le atraía los números, ni las letras, ni formulas, ni nombres de reconocidos filósofos. Ella quería trabajar. Y eso era lo que hacía, a escondidas de su madre, trabajaba; y la universidad la dejo meses después que entró porque no le entraba nada a la cabeza, ni tenía paciencia para que eso suceda. Como sería su rutina universitaria, se levantaba antes que su madre y llegaba tarde por las noches, cansada y con ganas de solo dormir. Aunque compartía la cena con su madre e inventaba historias de lo que era el fascinante mundo de estar entre paredes leyendo libros de más de quinientas páginas.

Lali: -le da un beso en la mejilla, sosteniendo su mochila con la mano- Chau, ma. Te veo en la noche.
Gime: -sonríe y la abraza- Hoy trata de estudiar menos para que regreses antes, ¿sí?
Lali: -algo incomoda, asiente- Tratare de salir de la biblioteca antes. Pero no te prometo nada. Vos cuídate también.
Gime: -agarra el bolso que llevaba al trabajo- Estoy bien hija, creo que no podría tener un mejor trabajo.
Lali: -suspira y la mira- Pronto vas a dejar de trabajar, ma.
Gime: -sonríe orgullosa de su única hija y la única que la había acompañada los últimos 20 años- Lo sé, pero primero termina tu carrera y tranquilamente tendrás un buen trabajo.
Lali: -sin mirarla- Sí, claro. –Vuelve su mirada a ella- Lo bueno es que puedo trabajar ayudando en el comedor; así te puedo ayudar también.
Gime: -cerrando la puerta de la casa- Debes despreocuparte por eso. Con lo que pagan alcanza.
Lali: -algo molesta- ¿En serio? La miseria que te dan, ¿es suficiente?
Gime: -alejándose de Lali- Te veo en la noche, que tengo que llegar o me despiden. –Vuelve a darle un beso en la mejilla y se aleja rápidamente-

Lali: -bota el aire contenido- Bueno, a... -haciendo comillas con los dedos- ... estudiar. –Mira su reloj de mano, que tenía desde que era adolescente y el cual cambiaba de batería con la ayuda de su amigo- ¡Ya es tarde! –Puso su mochila en su espalda y empezó a correr, en dirección contraría a su madre, hasta llegar al puesto de periódicos-
Mariano: Lali, Lali...
Lali: -sonríe nerviosa y respira hondo por el cansancio- Se me hizo un poquitín tarde.
Mariano: -apoya sus manos en el paquete de diarios- Estoy recibiendo quejas, de que a una casa no le llega los diarios, Mariana.
Lali: -sonríe tímidamente- Es que...
Mariano: -tenía un cariño especial por Lali, le guardaba el secreto, como todo el barrio, de que no iba a estudiar como su madre pensaba; así que le hablo tranquilamente- Hoy tenes que llevarle el diario, como sea, ¿me escuchaste? –Lali asiente varias veces- Si no voy a tener que buscarme otro encargado...
Lali: -lo interrumpe- ¡Lo voy a entregar! Te lo aseguro, de verdad. –Sonríe queriendo bajar un poco la seriedad de Mariano-
Mariano: -le entrega los diarios- Toma y corre que llegaste diez minutos tarde.
Lali: -sube a la bicicleta que Mariano le prestaba para ese trabajo- No te preocupes... -Antes de irse- Ya sabes, si hay algún trabajo nuevo, ¡Me avisas a mí! ¿Ok?
Mariano: ¿Qué queres hacer?
Lali: ¡Lo que sea!
Mariano: -sonríe- ¡Anda, Lali!-Lali sonríe y empezó a manejar lo más rápido posible—Ay, Lali, Lali... -sonríe volviendo a sus labores como vendedor de frutas y verduras-

Lali recorrió el barrio entregando los diarios a cada casa, a ella le habían dado un barrio fino, elegante, cada casa tenía un lugar especial para colocar el diario. Al empezar ese trabajo, imagino tirarlos dejándolos en las entradas de las casas, pero no, tenía que detenerse a ponerlos en su lugar. Hasta que llego a esa casa, al cual no lograba entregar el diario, había algo que se lo impedía, un ser que la aterrorizaba.

Lali: -se detiene frente a la gran mansión y baja dela bicicleta- Ok, tranquila Lali, todo va a estar bien. –Respira hondo con un diario en la mano- Es solo un lindo... -El gigante perro, que Lali veía como un monstruo de tres cabezas, ella era exagerada a veces, empezó a ladrar y Lali grito- ¡AAAAHHHH! –Retrocediendo- No me comas... -Alguien sale de la casa y ríe al verla así de asustada-



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