CAP 34

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Nicolás: - Suspiro. – A ver, calmémonos...
Peter: Nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión. – Respondió firmemente.
Nicolás: - Lo miró seriamente. – Vas a quedarte porque sí. Vas a hacerlo por tu hermano. – Peter lo miro confundido. – Mariana sabía perfectamente que tenía que hacer esto por tu hermano... - Peter levantó una ceja. – Yo puedo hacer que le quiten a su hija, así de rápido. – Dijo, chasqueando los dedos.
Peter: ¿Qué? – Preguntó lentamente.
Nicolás: Te quedas. – Peter respiro hondo, botando el aire por la boca. - ¿Soy yo o te queres apartar de alguien? – Peter lo miro seriamente, desparramándose en su asiento. – Bueno, no me respondas si no querés y... parece que no hubieras dormido...
Peter: Vuelvo mañana, ¿sí? – Se levantó de su asiento. – Tengo que buscar dónde quedarme...
Nicolás: ¿Buscar?

El señor Lanzani le dio una seña a Maxi para que se retirara. Peter lo vio todo su camino hasta que salió de la oficina, tenía tanta rabia contenida que iba a liberarlo con alguien, sea quien sea.

Nicolás: Hijo... - Peter giro su mirada a su padre nuevamente, cuando Maxi salió y cerró la puerta. – Tenes la casa, ¿cómo se te ocurre buscar otro lugar? Simplemente tenes que ir a tu cuarto de siempre...
Peter: No. – Dijo seriamente.
Nicolás: Juan Pedro... tu madre estará feliz de que estés ahí. – Peter se quedó pensativo. Nicolás simulo un suspiro. – Si tu hermano no estuviera casado, se casó a temprana edad...
Peter: Pablo ya está viejo. – Dijo haciendo una mueca. – Y, no sé, creo que tiene problemas con Rochi también.
Nicolás: - Al parecer, sorprendido. - ¿En serio? Hijo, qué mal que están, eh...
Peter: - Lo miro seriamente. – Claro, cómo si te importará... - Abrió la puerta, dispuesto a salir.
Nicolás: Pensá lo que dije. – Peter movió su cabeza confundida, cerrando la puerta.

Peter fue a la oficina de su hermano nuevamente, abrió un poco la puerta y lo vio durmiéndose en su escritorio, así que al entrar lo cerró fuertemente.

Pablo: - Se levantó un poco asustado y hablando medio dormido. – Perdón, perdóname... - Peter lo miro levantando una ceja. - ¿Qué paso?
Peter: ¿Qué estabas soñando? – Pregunto sentándose frente a él.
Pablo: - Suspiro. - ¿Tenes tiempo para hablar?
Peter: Todo lo que quieras, no quiero pensar... - Pablo suspiro y asintió.
Pablo: - Tomo su teléfono para llamar a recepción. – Hola Xime, ¿podes traerme dos potes de helado, por favor? – Xime pregunto el sabor. - ¿Chocolate? – Pregunto a Peter, él solo asintió. – Uno de chocolate y otro de vainilla. – Xime apunto todo y él colgó.
Peter: ¿Cómo te puede gustar la vainilla? – Pregunto casi asqueado.
Pablo: ¿Cómo no puede gustarte? – Pregunto, siendo obvio.
Peter: - Suspiro. - ¿Te das cuenta que parecemos minas hablando nuestros problemas comiendo helado?
Pablo: El helado siempre fue lo que nos unió y creo que ahora lo necesitamos de vuelta, ¿no? – Peter asintió, esperando que Ximena trajera sus pedidos de helado para conversar todo lo que necesitaban.

Cande: - Miro a Gastón, respirando fuertemente por la boca, mirando sus ojos fijamente. - ¿Qué es lo que tener rubio?
Gas: - Abrió los ojos, teniendo a la gemela sentada sobre ella; sonriendo de lado. - ¿Encanto natural?
Cande: Debería, debería odiarte... - Dijo presionando sus mejillas con una mano. – Debería. – Volvió a besarlo ferozmente, abrazándolo por el cuello.
Gas: - Volvió a respirar, después de que Candela lo soltó. – Vos y tu hermana tienen algo especial en su forma de besar.
Cande: - Lo miro seriamente. – Me volves a comprar con mi hermana y olvídate de poder darle hermanos a Ramiro, ¿me entendiste? – Gas asintió algo asustado. – Pero, tenes razón... - Se bajó del asiento, caminando en círculos. – Si mi hermana se enamoró de vos, yo no debería ni fijarme en vos...
Gas: ¿Por qué? – Preguntó confundido.
Cande: Porque nunca tuvimos los mismo gustos, en nada. – Aceptó. – Esto es error, error totalmente error... - Dijo tocándose los labios, mientras miraba a Gastón.
Gas: - Suspiro. – Bueno si crees que... - Gas no pudo terminar de decir lo que quería pensar porque Cande tiro de él desde su corbata, alejándolo de su escritorio.

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