Capítulo 134. - Pedir misericordia

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Cuando estuvieron listos, Ethan llevó a Janet a la villa de la familia Lind. Los guardaespaldas de Ethan llevaban al conductor a la rastra detrás de ellos.

"¿Quién es?". La misma criada arrogante les abrió la puerta.

Al parecer, todos, hasta el perro de la familia Lind, iban a intimidar a Janet cada vez que se cruzaran con ella.

Esta sirvienta, sin embargo, era de los que intimidan a los débiles, pero se someten ante los fuertes. Entonces, tan pronto como abrió la puerta y vio a los hombres de negro detrás de Janet y Ethan, cerró la boca y no se atrevió a insultar a la joven.

"Oh, eh... adelante".

Fiona se estaba en ese momento pintando las uñas tranquilamente en la sala mientras en el fondo se escuchaba una telenovela. Parecía bastante feliz y tarareaba una melodía alegre en voz baja.

Unos días atrás había encontrado a un violador que acababa de salir de prisión. Le ofreció una gran suma de dinero para que pretendiera ser un taxista y engañara a Janet.

El hombre era un delincuente con antecedentes penales y estaba necesitado de dinero, por eso Fiona pensó que era el tipo adecuado para darle una lección a esa maldita perra. Luego, ayudaría al hombre a escapar. Por supuesto, nadie se enteraría jamás de que ella era la mente maestra detrás de todo.

Más temprano había recibido un mensaje del hombre, en el que le decía que ya había atrapado a Janet, pero pasaron las horas y aún no había recibido más noticias, así que estaba un poco inquieta.

"Vamos, relájate, Fiona, solo tienes que esperar un poco más", se consoló y siguió pintándose las uñas de un rojo brillante.

De repente, escuchó un alboroto que llegaba desde el vestíbulo de la villa.

"¿Qué demonios haces? ¡Baja la voz! ¡O de lo contrario te descontaré el salario este mes!", gritó la mujer mirando hacia la puerta con desdén.

Sin embargo, recibió una respuesta inesperada a sus gritos. La sirvienta anunció con voz nerviosa: "Señora Lind, Janet... está aquí".

Antes de que Fiona pudiera reaccionar, Janet y Ethan entraron en la sala, seguidos por varios hombres corpulentos que arrastraban al conductor que ella había contratado antes.

El cuerpo de Fiona se puso rígido, como si le hubiera caído un rayo, cuando sus ojos se posaron en el conductor arrodillado en el suelo delante de ella.

El hombre estaba pálido y sus labios estaban partidos y sangrando. Estaba claro que había sido torturado hasta perder el sentido.

"¡¿Por qué demonios los dejaste entrar ?!", gritó Fiona en pánico.

La criada no se atrevió a responder, y solo la miró con grandes ojos asustados. Fiona respiró hondo y fingió estar tranquila. "¿Qué significa esto, Janet?".

Así que la joven le dirigió una mirada asesina. Su pecho se agitaba violentamente por la ira. Señaló con el dedo al conductor y gritó: "Este tipo ya admitió todo. ¡Lo contrataste para violarme!".

Los ojos de Fiona se abrieron como platos y fingió inocencia. "¿Qué tonterías dices? ¡Ni siquiera conozco a este tipo! ¿Qué evidencia tienes? ¡Si insistes con esto, te demandaré por difamación!".

"Haz lo que quieras", dijo Janet. No tenía miedo y en sus ojos había un brillo peligroso. "No necesito demostrar ninguna evidencia. ¡Adelante!, llama a la policía. Ellos encontrarán las pruebas y te condenarán".

Bernie estaba en el balcón hojeando un periódico cuando escuchó la conmoción en la sala de estar. Confundido, entró para ver qué sucedía. "Janet, ¿de qué estás hablando? Fiona es una mujer dulce y de buen corazón, que ni siquiera tiene valor para matar a una cucaracha. ¿Cómo podría hacer algo tan malo?".

"¿Eso crees? ¿De verdad crees que Fiona es amable?". La voz de Janet era helada y estaba cargada de desdén. "¡Qué ironía! Una mujer que no puede matar una cucaracha y sin embargo tiene la crueldad suficiente para intentar matarme. Realmente, deberías abrir tus malditos ojos y mirar con atención a la mujer que tienes a tu lado. Está bien. Si no quieres admitir tus crímenes, llamaré a la policía".

Mientras hablaba, Janet sacó el teléfono y comenzó a marcar el 911.

Fiona estaba tan asustada que se puso pálida y comenzó a temblar.

Ella sabía muy bien lo que había hecho y desafortunadamente, el conductor había sido atrapado y obligado a admitir todo. Si se hacía una investigación y la verdad salía a la luz, definitivamente sería sentenciada a prisión.

Y entonces, todo habría terminado.

La arrogancia de Fiona se desvaneció en un segundo y no tuvo más remedio que suplicar clemencia. Cayó de rodillas y comenzó a llorar y suplicar desesperada, aferrándose al brazo de Janet.

"¡Janet, lo admito, me equivoqué! ¡Debo de haber perdido la razón en ese momento! ¡Por favor, déjame ir esta vez por el bien de nuestros lazos familiares! ¡Después de todo, te adoptamos y te trajimos a esta casa!".

La Novia Más Afortunada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora