Capítulo 103.- Malas noticias

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Janet llamó al hospital en cuanto llegó a casa.

Aún no había reunido todo el dinero para pagar las facturas médicas de Hannah, pero era una muy buena noticia el que hubieran encontrado un hígado para ella.

No era fácil ganar dinero. Según sus cálculos, lo que tenía no era suficiente, pero igualmente quiso comunicarse con el centro médico. Quería preguntar si la operación se podía llevar a cabo y luego pagar por ella.

"Hola, soy familiar de la paciente que necesita un trasplante de hígado. Su nombre es Hannah Stone. Me gustaría realizar una consulta. Se ha encontrado un hígado para ella, ¿cierto? ¿Qué tan pronto pueden hacer el trasplante?". Con el teléfono pegado a la oreja, ella empezó a meter la comida que había comprado en la nevera.

"¿Dijo Hannah Stone? Espere un momento, por favor. Necesito revisar nuestra base de datos. Uy, lo siento mucho, señora. Estábamos a punto de llamarla. Recibimos una llamada de nuestro superior hace unos minutos. Ya no hay hígado para ella. El paciente que se lo iba a donar, decidió continuar con el tratamiento. De momento no hay un donante compatible, así que va a tener que esperar".

El vegetal que tenía Janet en la mano se cayó al suelo en cuanto escuchó la noticia.

Fue totalmente inesperada. De hecho, se quedó petrificada.

"¿Cómo es que el paciente cambió de opinión? No entiendo. ¿Por qué? No, no... A ver, no quise decir que... Pero...". El shock fue tan duro que apenas podía pensar con claridad y mucho menos hablar con coherencia.

Aunque quería que el hígado se lo donaran a Hannah, no podía decidir sobre la vida o la muerte del posible donante.

"¿Y no hay ningún otro hígado compatible?", preguntó con nerviosismo.

"Lo siento, señora. Entendemos cómo se siente. Pero no hay nada que podamos hacer. Su pariente no es el único paciente que espera un trasplante de hígado. En cuanto haya uno, la contactaremos. Que tenga un buen día", dijo la enfermera antes de colgar.

Las piernas de Janet comenzaron a temblar. Al segundo siguiente, se desplomó en el suelo.

Un nudo se le subió a la garganta. Quería llorar, pero había algo que atormentaba su mente. Una voz en su cabeza le decía que algo pasaba; la situación le parecía surrealista.

Entonces, salió corriendo al hospital.

"Doctor, ¿puedo conocer al paciente que dijo que quería donarle el hígado a Hannah Stone?", le preguntó al médico.

"Lo siento, señora. Es ilegal revelar cualquier información de nuestros pacientes. Todos tienen derecho a decidir si donar o no. Nosotros no podemos interferir. No puedo ayudarla, lo lamento. Ahora, la invito a que se vaya, por favor. Tengo que atender a otras personas".

El hombre la miró con una expresión seria en su rostro. Viendo que la mujer no se movía, llamó a una enfermera para que la acompañara fuera de su consultorio.

Ni siquiera cuando la escoltaron, quiso darse por vencida. Agarrando la mano de la enfermera, expuso: "¿De verdad no hay otra forma de proceder? Mi familiar lleva mucho tiempo esperando el trasplante. Su salud se deteriora con cada segundo que pasa. Ella no puede esperar más. Sálvenle la vida, por favor", le suplicó con voz quebrada. La enfermera se zafó del firme agarre. En lugar de responder a su pregunta, se limitó a decirle que se fuera y siguiera esperando. Luego volvió a su trabajo.

De repente, un gran peso cayó sobre Janet. Estaba ansiosa, confundida e indefensa. Apoyándose contra la pared, se quedó con la mirada perdida. Estando así, pasaron por su lado varios pacientes. Uno, que había escuchado su conversación con la enfermera, se acercó a ella y sacudió la cabeza con compasión. "Jovencita, debería volver a casa. No tiene sentido perder el tiempo aquí. He visto muchos casos como el suyo. Créame cuando le digo que le están mintiendo al decir que el donante decidió continuar con el tratamiento. Deben de haberle dado el hígado a otra persona con dinero o poder".

Las lágrimas que había estado tratando de contener corrieron por sus mejillas después de escuchar esas palabras. Se angustió aún más.

"¿Qué hago ahora?", murmuró entre sollozos.

"Basándome en mi experiencia le diría que este giro de los acontecimientos suele darse cuando el paciente o los miembros de la familia tienen enemigos con poder. ¿Usted tiene algún enemigo o ha ofendido a alguien recientemente, jovencita?". Con una botella de infusión en la mano, el paciente suspiró y agregó: "Quizá lo haya hecho".

En ese instante, a ella se le pasó algo por la cabeza.

Sí, había ofendido a alguien hoy.

A Fiona.

Su madre adoptiva no solo era su enemiga número uno, sino la persona con la que acababa de discutir. Lo que no esperaba era que ella actuara tan rápido. Había ido a pedirles dinero varias horas atrás, ¡horas!

Era obvio que había movido sus hilos para evitar que el trasplante se efectuara.

En ese momento, Janet ardía de rabia y apretó los dientes.

'La salud de Hannah está empeorando rápidamente y no hay garantía de que siga viva cuando le consigan otro donante. Fiona se ha pasado de la raya. Bueno, ya que esa familia se ha negado a cumplir con su parte del trato, ¡no guardaré más el secreto sobre su matrimonio!', pensó, apretando los puños con furia.

La Novia Más Afortunada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora