Capítulo 40.- No deberías vestirte así

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Justo cuando Ethan estaba a punto de salir de su habitación, Janet, únicamente enrollada en una toalla, salió del baño y lo miró a los ojos.

Ambos se quedaron mirándose en silencio por un momento, y luego él solo deslizó una mano dentro del bolsillo de su pantalón mientras con la otra sostenía una taza.

Ninguno habló durante lo que pareció una eternidad.

Lo cierto era que Ethan estaba atónito y sin palabras, y su manzana de Adán se balanceaba al tragar grueso.

Dado que él era mucho más alto que Janet, podía ver claramente su escote asomándose por la parte superior de la toalla de baño.

No bien ella se dio cuenta de lo que él estaba mirando, se sonrojó y trató de entrar corriendo a su habitación con la intención de fingir que no había pasado nada.

Sin embargo, el pasillo no era tan grande, por lo que Ethan solo necesitó dos pasos para agarrarla por la muñeca y jalarla hacia sus brazos por detrás.

La piel de ella era muy suave, lo cual lo hacía querer acariciarla.

"Cariño, no deberías vestirte así frente a mí", bromeó en voz baja.

Janet abrió la boca para decir algo, pero pronto descubrió que no tenía palabras.

"¿De qué estás hablando? Olvidé llevar mi ropa al baño. ¡Suéltame!", exigió ella, cubriéndose el pecho con una mano y mirándolo obstinadamente.

A pesar de eso, él hizo lo contrario y la acercó aún más hasta que ella pudo sentir su aliento en la nuca.

El aroma del gel de baño fresco que llegó a los sentidos de Ethan, era similar a como olía su habitación.

"No te preocupes, yo no muerdo. Permíteme caminar contigo, ¿sí?", dijo, y pellizcándole suavemente la cintura, le preguntó: "¿Por qué estás temblando? ¿Tienes frío?".

Aunque se mordió el labio inferior, Janet casi gritó cuando él la pellizcó, y su comportamiento le erizó la piel.

El cálido aliento de Ethan le hacía cosquillas en la parte posterior de la oreja.

Ante eso, apretó con fuerza la toalla en la que estaba envuelta.

Al tartamudear, se dio cuenta de que todavía le tenía miedo a Ethan. "No está... No está bien que un hombre toque a una mujer así. Solo suéltame, ¿sí? Ya deja de molestarme".

"¿De qué estás hablando? Estamos casados. Es justo que tengamos intimidad de esta manera", replicó él con una mirada seria, y de repente aflojó su agarre para poder mirar a Janet de arriba abajo y asegurarse de que no tuviese moretones. "¿De veras estás bien?".

Janet se sonrojó porque pensaba que él se la estaba comiendo con los ojos, así que se puso los brazos sobre el pecho protectoramente para bloquear la vista de Ethan de su escote. "Sí", dijo apresuradamente, "Solo déjame volver a mi habitación".

Entonces luchó, tratando de escaparse de los brazos de él.

No obstante, si seguía haciéndolo, su toalla de baño definitivamente se desharía y caería al suelo.

"Ya nos hemos besado. ¿Por qué sigues siendo tan tímida?", cuestionó él con las comisuras de su boca levantándose ligeramente. Ahora le estaba coqueteando con toda la intención, pero dándole un suave pellizco en la mejilla, de repente se puso serio. "Espero que hayas aprendido la lección. Eres joven y hermosa, lo cual te hace blanco bastante fácil. No puedo garantizarte que estaré allí para salvarte todo el tiempo".

Cuando Ethan regresó, la imagen de Janet llorando en silencio se repetía en su mente.

De ceño fruncido, pensó que no debió haber dejado que ese tipo lujurioso saliera del apuro tan fácilmente, y que de hecho debió haberlo golpeado hasta que nunca más pudiera ponerse de pie.

Con sus ojos de cachorrito muy abiertos, Janet asintió obedientemente, e incluso se encontró sonriendo de repente. Y es que no pudo evitar sentirse halagada por el cumplido que Ethan le acababa de dar.

"Bien, bien. ¿Puedes dejarme ir ahora?", preguntó en un puchero y con la cara roja.

La toalla de baño estaba en una posición peligrosa, y ella podía sentirla aflojarse de su cuerpo.

Por unos segundos, Ethan estuvo vacilante, y con sus ojos fijos en el rostro sonrojado de la mujer, le echó un vistazo a su encantador pecho. En pocas palabras, él estaba cautivado por ella.

En ese punto, no podía pensar con claridad, y con voz ronca, susurró: "¿Quieres que entre contigo?".

Tras un chillido, Janet lo empujó. "¡No! ¡Bastardo! ¿No has oído una palabra de lo que te he dicho?".

Sin esperar una respuesta, ella corrió a su habitación y cerró la puerta.

Ethan no se atrevió a detenerla, y de hecho se quedó allí aturdido mientras la toalla de baño revoloteaba hasta el suelo frente a la puerta cerrada.

Él acababa de ver algo que no debería haber visto.

Sintiéndose caliente por todas partes, maldijo para sus adentros, y apoyándose pesadamente contra la pared, se jaló el cuello de la camisa como si este lo estuviera ahogando.

La Novia Más Afortunada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora