Capítulo 172. - Sin poder conciliar el sueño

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Ethan y Janet se verían obligados a compartir la habitación esa noche porque Hannah se estaba quedando en la otra.

Después de la cena, mientras el hombre se duchaba, su esposa paseaba inquieta por la habitación, porque obviamente no quería compartir cama con él, pero ni siquiera había un sofá en el que ella pudiera dormir.

"¿Qué estás haciendo? ¿Necesitas mi ayuda en algo?", preguntó él, apoyándose contra el marco de la puerta del baño no bien salió.

Él llevaba un pijama de lino gris con una toalla colgada del hombro, y mientras miraba a Janet tranquilamente, se pasó los dedos por el cabello húmedo.

Sorprendida por la hermosa figura que él tenía, ella al instante se puso rígida. "Nada", respondió con torpeza.

"¿Por qué no me lo dices?", preguntó él con una sonrisa y sus ojos brillando. Sin querer presionarla, se sentó en la cama y se secó el cabello con la toalla.

"Puedo dormir en el suelo...", sugirió Janet, y con el rostro enrojecido por la vergüenza, desvió la mirada.

"¿De qué estás hablando? Somos una pareja casada, podemos compartir una cama", refutó él, y tras guardar la toalla, se tumbó en la cama apoyando la nuca en sus brazos. Luego se incorporó un poco para mirarla con sus ojos negros y preguntó con picardía: "¿No dijiste que lo haríamos esta noche?".

"¿Hacer qué?", cuestionó ella con el corazón saltándole a la garganta. ¿Cómo podía él decir tal cosa?

Respirando hondo para recuperar la compostura, Janet susurró tímidamente: "¿No te lo dije ya? Hannah está durmiendo justo al lado, y esta habitación está lejos de ser insonorizada. A veces incluso puedo oírte hablar por teléfono desde allá".

Para ella era obvio que los gemidos se escucharían con mucha más claridad.

"Bueno, olvídalo. Dormiré de una vez", replicó él, y apartando la mirada de ella, se recostó en la cama.

La verdad era que solo estaba bromeando, pues sabía que Janet era una chica tímida.

No obstante, ella malinterpretó la reacción del hombre, y pensando que estaba enojado con ella, fue hasta la cama y se sentó. Apretando los dientes, dudó unos segundos hasta que finalmente suspiró derrotada. "Si en serio quieres hacerlo, ¿Qué tal si vamos a un hotel?".

No había forma de que ella tuviera sexo en el mismo apartamento que Hannah.

Levantando la cabeza para mirarla, Ethan estiró la mano para alborotarle el cabello juguetonamente, y con una risa, dijo: "¿Crees que Hannah es una niña de tres años? ¡Tú y yo somos una pareja! ¿Cómo podríamos dejar nuestra propia casa para ir a quedarnos en un hotel? ¿Qué pensará ella?".

Apoyándose contra la cabecera, él señaló con la barbilla la almohada a su lado. "Ven y duerme un poco ya. No tienes que preocuparte, tu esposo puede controlarse".

"Oh, de acuerdo. Bueno, primero me daré una ducha", dijo Janet ya más aliviada.

El cielo de esa noche estaba despejado y sin nubes, e innumerables estrellas estaban dispersas por todo el firmamento.

Después de ducharse y haberse secado el cabello, Janet levantó una esquina de la colcha y se metió en la cama junto a Ethan; las sábanas olían un poco a menta.

El hombre estaba de costado, frente a la pared blanca.

Entonces el silencio llenó la habitación.

Janet miraba hacia la ventana, y cabía destacar que se sentía tan nerviosa que su cuerpo estaba rígido como una tabla.

Los dos yacieron en silencio por lo que pareció una eternidad, y Janet pensó que Ethan se debía de haber quedado dormido, así que lenta y sigilosamente se dio la vuelta. En ese instante, Ethan también se movió. Resultaba que estaba levantando con cuidado la colcha como si estuviera a punto de levantarse de la cama.

Sin que Janet lo supiera, todo ese rato él había estado ardiendo de deseo, y es que las cosas eran diferentes ahora que la mujer por la que suspiraba yacía junto a él.

Los ojos de los dos se encontraron, y al verse bien despiertos, al instante supieron por qué el otro no podía dormir.

Con una comprensión tácita, se sonrieron.

"¿Adónde vas?", preguntó ella.

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