Corría el mes de julio y la primera ola de calor abrasador de verano azotaba la ciudad de Seacisco. Los días eran más largos y el sol se ocultaba después de la hora acostumbrada.
Una tarde, Janet llegó a casa justo cuando el cielo se estaba oscureciendo. Una cálida luz amarilla inundó el apartamento, haciéndolo resplandecer, mientras que un hombre en la cocina preparaba algo que olía delicioso.
"¿Por qué volviste tan temprano?", Janet ocultó su sorpresa y se acercó lentamente hacia él.
Las albóndigas calientes daban vueltas en la olla, por lo que Ethan las sacó con una cuchara y las puso en un plato. Luego, apagó el gas y fue a buscar unos cubiertos y dijo: "¿Qué haces ahí parada? Vamos a cenar".
"Okey", Janet replicó sin protestar mientras su marido ponía la mesa. Sin despegar los ojos de la exquisita y humeante comida, ella comentó asombrada: "¿De verdad sabes preparar albóndigas?".
Ethan acercó una silla y se sentó frente a la joven. La tenue luz iluminó suavemente sus facciones y lo hizo lucir más atractivo que de costumbre. "¿Por qué lo preguntas? ¿Te parece extraño que pueda hacer albóndigas? Mi madre me obligó a aprender a cocinar. No le gustaba hacerlo sola, así que a menudo me pedía que la acompañara y la observara".
Al final, Ethan había decidido seguir el consejo de Garret.
Ahora que tenía que disculparse, estaba dispuesto a mostrar su sinceridad preparándole la cena.
"Oh, ya veo. Bueno, será mejor que comamos o esto se va a enfriar", con eso, Janet bajó la mirada, incapaz de encontrarse con la de él. Lo último que quería era ver las finas cicatrices en el rostro de su marido, pues eso le recordaba lo que había sucedido la noche anterior.
Entonces, ella agarró sus cubiertos y empezó a comer lentamente, aunque al final dejó tres albóndigas en el plato.
Al ver esto, Ethan las vertió en su propio tazón y murmuró: "No debemos desperdiciar comida".
"Lo siento, es que de verdad ya no me cabe ni una más", Janet respondió con un tono de culpabilidad.
Después de una pausa, él sonrió y preguntó suavemente: "¿Por qué te pones así? Solo estaba inventando una excusa para comerme tus albóndigas sobrantes".
"Oh...", aparentemente, Janet lo había malinterpretado otra vez, por lo que sus mejillas se ruborizaron al instante. A decir verdad, la joven seguía siendo muy sensible a lo que los demás pensaban de ella. Después de todo, a lo largo de su vida había sido una chica a la que nadie quería por ser pobre.
"Mira, estoy consciente de que me equivoqué respecto al anillo y en verdad lo siento mucho. No debí haber dudado de tus palabras. Por favor discúlpame, ahora confío en ti", Ethan declaró con voz solemne, aunque en el fondo se sentía extraño.
Honestamente, tenía años que no le ofrecía disculpas a nadie, por lo que era normal que tuviera esta reacción.
"Está bien, dejémoslo en el pasado. Ya no importa", susurró Janet, retorciendo los dedos con nerviosismo.
Al final de cuentas, habían pasado tantos días que ella ya le había puesto fin a ese asunto.
La joven lo pensó unos minutos y llegó a la conclusión de que Ethan había tenido razón en juzgarla, pues fue debido a su descuido que había perdido el anillo. Además, se suponía que ella era Jocelyn, quien tenía fama de ser una mujer interesada y adicta a los lujos, por lo que no era de sorprenderse que él dudara de lo que había sucedido.
"¿Estás segura?", Ethan preguntó con recelo, incrédulo de lo que había oído.
Por todo lo que había sucedido en los últimos días, le era difícil distinguir si su esposa estaba siendo honesta o seguía enojada con él.
Con una leve sonrisa, Janet asintió y le aseguró que estaba diciendo la verdad: "Sí, por supuesto. Fui ignorante y he cometido muchos errores, pero por suerte, la gente cambia. Llevamos un tiempo viviendo bajo el mismo techo, así que deberías saber cómo soy ahora".
De hecho, ella estaba hablando de Jocelyn, pero había dicho esto para que Ethan la entendiera.
"Bueno, está bien", en cuanto terminó el resto de las albóndigas, el hombre sacó el anillo de esmeraldas de su bolsillo y se lo entregó a Janet: "Ya que me perdonaste, deberías ponértelo".
Ella lo tomó y lo apretó fuertemente, aunque negó con la cabeza: "Okey, me lo quedaré, pero no lo voy a usar. ¡Este anillo es tan valioso que me pondría ansiosa si tuviera que ponérmelo todos los días! Si lo que quieres es que todos sepan que estoy casada, entonces compremos una sortija común y corriente, ¿de acuerdo?".
Pensativo, Ethan le lanzó una mirada antes de aceptar: "Bien, haremos lo que tú digas".
A la mañana siguiente, mientras Janet se cepillaba los dientes, un par de musculosos brazos rodearon su estrecha cintura por detrás.
Frotándose en su hombro como un cariñoso gatito, Ethan susurró: "Oye, hueles muy bien. ¿Qué loción estás usando? Como sea, ¡mira lo que tengo para ti!".
"Tu barba me raspa, ¡detente!", Janet se apartó al sentir picazón en la piel.
Sin dejar de cepillarse los dientes, miró la caja de terciopelo color vino que su esposo había colocado frente a ella, se enjuagó la boca y la abrió. En su interior, un hermoso anillo, cuyo punto de atracción era un enorme diamante azul, resplandecía como una estrella en el firmamento.
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La Novia Más Afortunada.
RomanceJanet fue adoptada cuando era niña, un sueño hecho realidad para los huérfanos. sin embargo, su vida fue cualquier cosa menos feliz.............