Capítulo 39.- ¿Qué hacías aquí?

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Ethan llevó a su esposa al ascensor.

Por su parte, ella no dejaba de temblar y tenía la cabeza agachada. Su corazón latía rápidamente y su respiración era más acelerada de lo normal.

Al notar su estado, Ethan levantó la gorra negra que le había puesto previamente.

Presa del pánico, Janet se sobresaltó. Sus preciosos ojos ya estaban empapados en lágrimas, y en consecuencia, sus largas pestañas lucían húmedas y brillantes. Pero a pesar de que estaba asustada, cualquiera podía decir que se veía bellísima.

"¿Estás herida?", Ethan susurró mientras examinaba el cuerpo de Janet.

Como no había ninguna lesión a simple vista, él se agachó para levantarle la ropa y comprobar que realmente estuviera bien.

Sin embargo, Janet pudo detenerlo a tiempo y sus mejillas se sonrojaron. "No, por favor no lo hagas, estoy bien. No te preocupes por mí", dijo en voz baja.

Después, volvió a guardar silencio y también bajó la cabeza.

Sintiendo la necesidad de tranquilizarla, Ethan envolvió los brazos alrededor de su cintura y la acercó a su pecho, pues lo único que deseaba en este momento era protegerla y hacerla sentir mejor.

"No tengas miedo. De ahora en adelante, prometo que te cuidaré de ese pervertido. Jamás permitiré que te pase nada malo", aseguró él.

Su voz cariñosa tomó a Janet por sorpresa, haciéndola levantar la cabeza para mirarlo y responder: "No estoy así solo porque alguien estuvo a punto de violarme, también hay algo más...".

Para ser honesta, Ethan siempre le había dado una sensación de seguridad. Incluso hoy, él la había defendido como los caballeros lo hacían con las princesas de los cuentos.

Por lo tanto, estando a su lado, ella se sentía protegida y a salvo.

No obstante, su mente no dejaba de dar vueltas pensando en las consecuencias que podría traer lo que había pasado. "Ike no se quedará de brazos cruzados, estoy segura de que hará que me despidan del trabajo. Hace rato estaba muy asustada debido a la forma en que lo golpeaste, ¡hasta pensé que lo dejarías discapacitado o incluso lo matarías! Sí sabes que estarías en la cárcel de haber hecho cualquiera de esas dos cosas, ¿verdad?".

"No tortures tu linda cabecita pensando esas cosas. Nada de eso pasará y no iré a la cárcel", Ethan murmuró en tono tranquilo.

Al segundo siguiente, la abrazó con más fuerza que antes y agregó con severidad: "Además, no debes tenerle miedo al bocón de Ike. ¡Solamente es un don nadie que disfruta intimidar a los demás!".

"Mmm, ¡eso espero! A propósito, ¿por qué tú también estabas en el hotel?".

De repente, Janet recordó a las mujeres que había visto en el comedor privado hacía un rato y no pudo evitar preguntarse si Ethan estaba allí para reunirse con alguna de ellas.

Los celos la abrumaron en cuestión de segundos y la dulzura en sus ojos desapareció como por arte de magia.

Resultaba que Garrett era un donjuán que cambiaba de mujer con mucha frecuencia. Y casualmente esta noche, había llevado a Ethan a este lugar a divertirse, ¡probablemente también quería enseñarle sus malos hábitos!

"Nada en especial. Mi jefe me invitó a cenar con él".

"Oh, ya veo", murmuró Janet. Cada vez que alguien decía que no estaba haciendo "nada en especial", lo más probable es que se tratara de todo lo contrario. Y así, sintiéndose preocupada una vez más, ella frunció los labios y hundió la cara en el pecho de su marido en silencio.

Tan pronto como llegaron a su apartamento, la joven se apresuró al baño.

Además de recordarle a Ike, el repugnante olor de los cigarrillos y el alcohol le estaban provocando unas intensas náuseas. ¡Ella solo quería darse una ducha lo más pronto posible para desaparecer los rastros de ese asqueroso hombre!

Una vez en el baño, Janet abrió el grifo y el agua caliente comenzó a caer por su cabeza hasta el resto de su cuerpo. Pronto, su vista se volvió borrosa y los cristales de las ventanas se empañaron. Finalmente, el aroma de su gel de ducha mezclado con el vapor logró tranquilizarla.

Luego de tomar su esponja, ella se frotó el cuerpo como si hubiera caído en una zanja fangosa. Cuando terminó, comenzó a buscar algo de ropa para ponerse, y fue entonces que se dio cuenta de que había corrido al baño distraídamente. Por lo tanto no había traído nada para cambiarse y sus prendas originales ya estaban mojadas.

Molesta consigo misma, Janet apretó los puños y maldijo el haberse apresurado tanto.

Después, envolvió su cuerpo en una toalla de baño que estaba colgada, la cual era tan corta que apenas le cubría desde el escote hasta los muslos.

Soltando un suspiro de frustración, ella se puso de cuclillas en el suelo. No podía salir así ni podía pedirle a Ethan que la ayudara a buscar su ropa. ¡Sería tan vergonzoso! Su ropa interior estaba en el mismo cajón que el pijama, y obviamente, no quería que un hombre invadiera su privacidad.

Janet pegó la oreja a la puerta durante unos minutos y no escuchó ningún sonido del exterior. Entonces, abrió lentamente y asomó la cabeza como una niña tímida.

Al parecer, Ethan estaba en su habitación.

Temerosa de que su marido pudiera verla, la joven se llevó la mano al pecho para evitar que la toalla se cayera y salió cautelosamente del baño rumbo a su dormitorio.

Ella había calculado que, si caminaba rápido, llegaría a la alcoba sin ser vista.

Desafortunadamente, solo había dado un par de pasos cuando la perilla de la puerta del cuarto de Ethan se giró repentinamente y alguien la abrió de par en par.

La Novia Más Afortunada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora