—¡Mamá vuelvo más tarde! —digo interrumpiéndolos—. Te adoro. ¡Adiós!
Cuelgo mi bolso en el hombro y me acerco a ellos. Me despido de ella con un corto abrazo y cuando me alejo voy por mis llaves.
—Camila, hija... ¿no te vas a despedir de Royce? —nos mira a ambos.
—Ya lo hice mami, ¿no viste? —sonrío forzadamente y ante la mala cara que ella pone hago lo que me pide—: Adiós, Royce.
Cruzo la puerta y saco mi móvil para marcarle a Martha y quedar en dónde nos veremos. Después de discutir dónde acordamos que iría a su casa.
—¡Camila, amiga! —chilla una vez que abre la puerta—, ¿cómo estás?
—Martha —sonrío—. ¿Puedo entrar?
Ríe y me deja pasar.
—Muy bien, ¿y tú?
—¡Genial! subamos —cuando entramos a su habitación se mira en el espejo y arregla su cabello—. ¿Qué te pondrás para la fiesta?
Arrugo la frente.
—¿Fiesta? —asiente mientras busca algo en su armario—, no sabía que iríamos a una fiesta. ¡Mira cómo estoy vestida!
—Te dije que saldríamos.
—Sí pero pensé que sería al parque, centro comercial, no sé...
—Somos mujeres amiga, y esta noche actuaremos como tal.
—Además no creo sentirme bien si a la fiesta va...
—¿Esteban? —ríe—, ¿ves cómo sí te importa?
—Eres una estúpida —le lanzo una almohada y chilla lanzándola devuelta.
Me saca varios modelos de vestidos que quiere lucir en la noche hasta finalmente la apoyo con uno de color verde. La fiesta comienza a las siete con treinta minutos y justo ahora estoy memorizando mi clóset para ver qué me pondré.
Me acomodo en su cama.
—¿Y por qué has venido tan temprano?
—¿La verdad?
—No, la mentira —responde con sarcasmo.
—Royce llegó a la casa —esquivo su mirada porque sé que saldrá con sus cosas.
—Tu futuro padrastro —se acuesta a un lado y abraza un peluche.
—No soporto tenerlo cerca.
—Eso dicen del amor —responde en broma y golpeo su hombro—. Camila, mírame —me volteo un poco para mirarla mejor y está sonriendo—, ya que tengo tu atención dime algo... ¿Te importa?
—¿Qué?
—Has escuchado.
—¡No Martha! ¿Ves lo que preguntas? Él es el novio de mi madre —me levanto de la cama y arreglo unos cuantos mechones que caen en mi rostro—. Debo irme. Nos vemos más tarde.
Me encuentro con su mamá en la sala y la saludo rápidamente antes de salir.
Vivimos en la misma zona pero con dos calles de por medio. Camino hasta entrar al porche de mi casa y busco entre mis cosas la llave. Al abrir inmediatamente escucho voces arriba, pero también gemidos. Quiero imaginar que mi mamá ha dejado el televisor encendido con algún canal pornográfico pero la realidad es otra.