Capítulo 77

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Mark conduce hasta ese centro ambulatorio y al llegar estaciona el auto incorrectamente pero parece no importarle. Me ayuda a bajar y las luces de unas ambulancias con la molestosa sirena hacen eco en mi cabeza.

—Señorita, necesito un doctor —le pide el castaño a una mujer que pasa a nuestro lado.

—Señor toda nuestra atención se encuentra en los pacientes que están siendo ingresados de emergencia. Por favor, guarde la calma y siéntese a esperar.

—¿Qué no entiende? ¡Un doctor ya! Ella está ardiendo en fiebre y...

—Mark, puedo esperar —digo y me abrazo más a la sábana que rodea mi cuerpo.

—No Camila, no puedes. Mírate no más. Espérame aquí, ya vuelvo.

Desaparece entre las personas que entran y salen. Sigo teniendo frío, y siento mis labios resecos.

—Señorita no puede estar aquí —me dice un hombre—. Esta área es restringida. Espere en aquella otra sala, por favor.

Me pongo de pie haciéndole caso y todo me da vueltas.

(...)

Abro lentamente los ojos y no reconozco el lugar; estoy rodeada de cortinas y una mujer está escribiendo algo en un papel. La fastidiosa cánula de oxigeno está presente y quiero quitármela pero con su presencia no puedo.

—Hola señorita —sonríe—. ¿Cómo se siente?

—Un poco caliente pero mucho mejor. ¿Dónde está el chico que me acompañó?

—Ah, él. Se desmayó también.

—¿Qué? ¿Cómo? Él no...

—Sabemos su caso y le suministramos el tratamiento. Ya está mejor y podrá entrar a verla, ¿lo llamo ya?

Minutos después él entra y le hago un interrogatorio de cómo se siente.

—Te hicieron unos exámenes.

—¿Y?

—Aún no dan los resultados.

—¿Llamaste a mi mamá?

—No, es muy tarde.

—Llámala, por favor.

—Señorita Lewis.

Un chico simpático entra y por su vestimenta sé que es médico.

—Voy a llamarla.

Mark se retira y me siento incómoda con el doctor.

—La fiebre alta se ha ido pero aún le darán medicamentos hasta que baje por completo.

—¿Por qué la fiebre? ¿Un resfriado?

Pienso en el día de la cena cuando me mojé un poco.

—En parte sí. Lo que alteró todo fue una reacción alérgica. Me comentó su novio que le dio unas tabletas para la fiebre ¿no es así? No vuelva a tomar esas, por favor —asiento—. Pero hay algo más.

—¿Qué? —rasga un sobre—. ¿Es algo grave? ¿Estoy enferma?

Pienso en las consecuencias que pudo dejar el accidente que tuve y me asusto.

—No es nad...

—¿Es muy grave? —interrumpo.

Las lágrimas humedecen mis mejillas.

—Lo que usted tiene pasará en unos meses.

—¿Qué? ¿Estaré bien bajo tratamiento?

Cubro mi rostro nerviosa por lo que puedo tener y me siento estúpida ante el simpático doctor.

«Lo que usted tiene pasará en unos meses» le doy vueltas a ese comentario y sigo sin entender. ¿Qué tengo?

—Está embarazada.

—No...

—Sí —asiente esbozando una sonrisa.

—¡Esos exámenes están fallos! —alzo la voz— ¡yo no...!

—Puede repetirlos en cualquier otro lugar, pero estos son 99% correctos.

—Es que no puede ser. Yo no puedo...

—¿Por qué no puede? ¿Anteriormente le han dicho algo de infertilidad? Esta muestra dice lo contrario.

—No le diga a nadie —le pido—. Ni al chico que esta afuera, por favor ¿si?

—Palabra de médico —muestra su meñique.

—Gracias.

Cuando se retira me pongo a pensar en todos los indicios que confirman esto: los mareos, las náuseas y el retraso de mi período. No sé cómo sentirme.

Estoy sorprendida, muy sorprendida.

Las lágrimas salen sin parar, las seco bruscamente y sigo sin procesar la noticia.

Ahora sé cómo se siente Martha.

—Hablé con tu madre, ya viene —él entra y se sienta a un lado—. ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

—No pasa nada —respondo e intento no ahogarme con el nudo que tengo en la garganta.

Royce

Tres con treinta minutos de la mañana y sigo sin poder conciliar el sueño. Pensar en lo que ella pueda estar haciendo con él me atormenta. Saber que otro la toca me molesta.

Dafne está plácidamente dormida en la habitación y yo debería de estar en lo mismo pero ¿cómo? Mis pensamientos giran en torno a ella. Ya no quiero seguir con esto, no creo poder aguantar más.

Salgo de la habitación en busca de algo que quite la sed y busco en el refrigerador hasta dar con una limonada. La luz de la sala se enciende y está Dafne soñolienta poniéndose un abrigo.

—Camila está en un centro ambulatorio. No es nada grave pero debo ir.

—¿Qué? ¿Quién te avisó?

—Mark.

—Te acompaño.

—No Royce, debes despertar temprano para las cosas que tienes pendiente con producción.

—¿Y crees que podré dormir? Vamos.

Salimos de casa como dos sonámbulos. Las calles están completamente solas y en menos de media hora estamos entrando al ambulatorio.

No es hasta que entro que me doy cuenta que he salido con un bermuda de pijama y la camisa.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora