Capítulo 31

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Un mes después...

Me siento en el sofá luego haber encendido la lavadora y meter un montón de ropa sucia. Estoy más que agotada por haber limpiado el apartamento y lo hago temprano porque he quedado con Martha en salir más tarde, aprovechando que lo tenemos libre hoy.

El timbre suena y volteo los ojos. Últimamente no he podido disfrutar de la tranquilidad de este apartamento.

—¡Ya voy! —grito acercándome y abriendo la puerta—. ¿Qué haces aquí?

—Ya me he acostumbrado a escuchar eso.

Sonríe y me dan ganas de golpearlo por la forma tan linda en que lo hace.

—Estoy estudiando —miento e intento cerrar la puerta.

—¿Mientras escuchas música?

—Vete, por favor. No quiero más problemas. ¿Qué haces aquí? Hoy mi madre tiene el día libre, ve con ella.

Me sorprende cuando pega sus labios a los míos, obligándome a retroceder. Cierra la puerta y deja de besarme.

—¿Quieres algo de tomar? —agarra mi mentón.

—Si gustas servirme un poco, con gusto.

Aparto su mano y me dirijo a la cocina. Él me sigue y se sienta en el taburete observándome mientras sirvo el jugo de fresas.

—Gracias —dice cuando le entrego el vaso.

—No entiendo.

—¿Qué?

—Qué haces aquí.

Lo toma rápidamente y se levanta. Cuando pienso que se va a sentar en el sofá, se acerca a la puerta.

—¿Te vas?

—¿Eso quieres? —niego lentamente. Abre y cierra la puerta nuevamente, colocándole el pasador—. Estaba abierta.

Vuelve a besarme. Meto mis manos en su cabello despeinándolo y se siente tan suave. Sonrío. La intensidad del beso va aumentando, mete sus manos por debajo de mi blusa, me alza y camina hacia habitación donde me deja sobre la cama para después posicionarse sobre mí.

Sé que está mal, todo está mal. Pero realmente soy incapaz de detenerme, quiero descubrir mucho más.

Quito su chaqueta dejándola caer al piso y él comienza a subir la camisa de mi pijama. Observa mis pechos y rápidamente me avergüenzo pero él no lo nota ya que sigue besándome hasta llegar a mi cuello. Me deshago de su camisa y la dejo a un lado de la cama para comenzar con mis manos el recorrido por su abdomen.

Todo va de maravilla... pero de pronto, recuerdo algo: estoy en mis días.

—Detente —intento alejarlo—. No puedo.

Me detalla durante unos segundos y cubre su rostro. Lo miro atenta esperando por su reacción pero se acuesta al otro lado sin decir nada. Tomo aire porque realmente lo necesito, como también necesito asimilar esto.

—¡Maldita sea! —grita de repente.
Agarra bruscamente mi rostro y me obliga a mirarlo—. ¡¿Qué me has hecho?! ¡¿Qué estás haciendo conmigo?!

Mi teléfono suena desde el tocador y corro a agarrarlo.

—¿Álo? —contesto sin ver quién es.

—Hija, ¿estás en el apartamento?

—Sí, aquí estoy.

—¿Entonces por qué no abres? Llevo rato tocando.

—Espera —digo y corto la llamada.

—¿Y?

—Es mi mamá. Está afuera, Royce.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora