Royce
Cuando dejo a Dafne en la empresa para la cual trabaja su jefe le da el día libre ya que tiene reuniones y no necesita de su asistencia hoy. La llevo conmigo al estudio donde debo hacerme unas fotografías para la próxima producción discográfica y cuando dicen que hay descanso ella se acerca sonriendo.
Retomamos la sesión hasta que la damos por finalizada; apenas y me muestran dos fotos.
—¿Ya nos podemos ir? —se cruza de brazos—, estoy muuy cansada y necesito que me relajes.
—Hmm... Suena tentador pero debemos esperar un poco más para poder irnos.
—Te esperaré...
Interrumpo besándola y ella me corresponde encantada. Estamos solos en este espacio, no seríamos capaz de detenernos si no supiéramos que afuera nos esperan. Nos desplazamos a un sofá donde nos acomodamos, ella mete sus manos por debajo de mi chaqueta y yo no tardo en hacerlo debajo de su blusa. Jadea.
Mi teléfono suena y gruño.
—Ve... —me da un último beso.
—No, no quiero contestar... —intento besarla nuevamente.
—Amor —coloca sus manos en mi pecho y sonríe—, nos están esperando afuera ¿qué pensarán de nosotros? Además contesta, puede que sea tu madre o algún familiar.
—Si me das dos besos —señalo mis labios.
Obedece y cuando lo hace, no tengo intención de parar. Siguen insistiendo con la llamada y me levanto para buscar el móvil que yace sobre la mesa.
—Es Martha.
—Contesta.
Acomoda su cabello y su blusa también.
—Hola Martha —comienzo a dar vueltas en la habitación.
—Royce —su tono de voz me preocupa. Parece como si estuviese llorando y está agitada—, Camila...
—¿Qué pasó con ella?
—Está en el hospital —su voz se debilita y lo próximo que escucho son sollozos—. Yo casi voy llegando. Te envío la dirección por mensaje, y por favor... Sé sutil al contarle a Dafne.
Mis ojos comienzan a picar. Dafne me mira preocupada y preguntándose qué sucede.
—¿Qué pasó, amor? —hace el intento de sonreír pero falla.
Busco las llaves del auto y salgo de allí diciéndole a los chicos que no podré estar para la reunión.
—¡Royce!
—Sube al auto —quito el seguro del mismo y subo.
—¡¿Qué ocurre?! —alza la voz.
—Vamos al hospital —golpeo el volante y la observo.
—¿Qué sucede? —su voz se debilita.
—¡Si!
Enciendo el motor y salgo del estacionamiento. No espero a que los semáforos estén a mi favor, no me importa recibir una multa después. El mensaje de Martha llega y leo la dirección, al menos no está tan lejos.
—¿Le pasó algo a mi hija? ¿Es eso?
—Martha me ha llamado diciéndome que Camila se encuentra en el hospital. Puede que tenga cólicos o algún otro dolor. No te desesperes.
Cuando dejo el auto frente al hospital le pido al de seguridad que lo estacione mejor. Dafne corre hacia información y le habla desesperadamente a una chica que está frente al computador.
—Camila Lewis Sánchez.
Alejo a Dafne del mostrador y espero a que la chica busque.
—Sí —junta sus labios—, tenemos a la señorita Lewis aquí.
—¡¿Y?! —grita Dafne.
—La están atendiendo, señora. No me administran información acerca de los pacientes, pero por lo que escuché decir a los paramédicos no hay muchas posibilides. Lo siento.
Dafne retrocede y sus piernas flaquean.