Actuación

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—¿Entonces dices que actúa muy extraña? —pregunta mi amiga mientras tomamos un café. Junto mis labios y asiento.

—Pienso que está saliendo con alguien de su trabajo.

—¿Del canal para el cual trabaja?

—Sí —suspiro.

—Debemos averiguarlo entonces.

—No propongas ninguno de tus estúpidos planes. Por favor —río.

—No serán estúpidos —voltea los ojos y sonríe—. ¿Decías que ella te dijo que saldrá esta noche?

—Aja.

—¡Entonces debemos seguirla!

—¿Qué? Estás loca.

—Vamos, sé divertida

Bufo.

—¿Entonces decías que debemos irnos ya? —río—. Me ha dicho que saldrá a las ocho, y son las siete con treinta minutos.

(...)

Estamos en el jardín de la casa, por la ventana se puede ver la silueta de mi madre arreglándose. Ya los pequeños árboles comienzan a incomodarme, sin contar que algunos de ellos pican. Está oscuro, excepto la luz de la cocina que nos ilumina un poco.

—Échate esto —mi amiga saca un rímel y brillo labial.

—¿Para?

—¿No ves a tu madre vestida? Parecer ser un lugar decente al cual va, ni modo que llegues pálida.

—¿Y pretendes que llegaremos a su mesa? —abro los ojos hasta más no poder.

Ella se encoge de hombros.

Aplico aquellas cosas y minutos que parecen horas pasan hasta que las luces se apagan y mi mamá sale por la puerta delantera. Sube al taxi, y el nuestro no tarda en llegar.

Me siento extraña siguiéndola pero todo sea por saber en qué anda.

Como en las telenovelas, perdimos al taxi de vista. El semáforo en rojo hace que nuestro conductor se detenga y no nos queda más que pagarle y bajarnos.

—¿Qué propones ahora? —volteo los ojos cuando mi amiga se sienta cerca de un restaurante.

—Recorramos los restaurantes más cercanos.

—¿Qué? Has sobrepasado los límites. ¿Sabes? Si mi madre anduviera con alguien me lo hubiese dicho hace mucho.

—Pongámosle diversión a este fin de semana.

No puedo decirle que no. ¿Volver a casa tan temprano? No está en mis planes. Recorremos seis restaurante más cercanos ¡y los más caros de por aquí! Para encontrarnos con... nada.

Jadeamos del cansancio mientras caminamos por una calle solitaria pero un gran letrero a lo lejos hace que nos miremos. Otro restaurante. Mi amiga prácticamente corre hasta allá, y cuando ve por el cristal su boca se curva en una O. Muero por saber qué ha visto.

—¡Está ahí! ¡Y creo conocer a ese chico!

—¿Qué chico? —termino de acercarme y fijo mi vista en las mesas, hasta que la ubico riendo y dándole un beso a ese chico.

—Debemos entrar.

—Por supuesto.

Nos sentamos en una mesa no tan cerca pero tampoco lejos, cubriéndonos con las cartas del menú.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora