Horas después me encuentro bajando del auto de la mamá de Martha que se ofreció a traernos. Ya estando en el jardín escucho la música que proviene del interior. Mi amiga me sonríe y finalmente entramos.
Hay luces de varios colores y muchas personas; reconozco a varios de la universidad, algunos amigos de mi madre y pienso en lo atrevida que fue al invitarlos. Se acercan a felicitarme y debo fingir una sonrisa. Me entregan también varios regalos que dejo en el cuarto de huésped y cuando vuelvo, visualizo a Mark.
El castaño me sonríe y se acerca.
—Eres la cumpleañera más linda.
Besa la comisura de mis labios y toma mi mano sacándome al jardin.
—No pensé que mi madre te invitaría. De hecho, todo esto es una sorpresa. ¿Te digo algo? Detesto las fiestas en mi cumpleaños —él ríe—. ¿Hace cuanto llegaste?
—Una hora o menos.
—¿No estás tomando nada? ¿Ni una gaseosa? Vamos, compartiré aunque sea un té contigo. Brindaremos.
Lo llevo a la mesa donde están las bebidas y sirvo dos vasos con jugo. Se lo entrego y se disculpa para ir al baño, lo acompaño al pasillo y vuelvo a donde están todos.
Un compañero de clases me invita a bailar; nos adentramos a la pista y justo cuando comenzamos la canción termina. Río con él y veo a Mark al fondo.
—Discúlpame, pero no puedo bailar.
—Tranquila Cam, ve.
—Hola, otra vez —le digo divertida a Mark.
Ocupamos unas sillas que están en la parte trasera del jardín.
—¿Y Alisson?
—No pudo venir. El bebé está resfriado.
—Quiero conocerlo. Debe ser idéntico a ella ¿no?
—No mucho —responde incómodo.
Entrelaza nuestras manos y se acerca a mí para besarme. Me dejo llevar, y en segundos me encuentro correspondiéndole.
No cierro los ojos porque no tengo la necesidad de hacerlo, ni encuentro "romántico" este momento. Sólo estamos compartiendo unos besos, nada más. Veo a Royce recostado en la puerta mientras da sorbos a su copa.
—Mark —corto el beso—. Tengo frío ¿entramos? —se levanta y se dirige al interior.
Sigo tras él e ignoro la presencia de Royce.
(...)
Horas después cantamos cumpleaños, repartimos el pastel y nos tomamos algunas fotografías. Cuando la mayoría se ha ido, me siento a conversar con Martha y Mark tonterías hasta que él decide irse; lo acompaño a la puerta, espero perder el auto de vista y entro.
—Siéntate aquí —la pelirroja palmea el sofá—. Me has olvidado hoy.
—Tonta —río—. Eres tú la que no paraba de bailar con ese chico... ¿estudia con nosotras? No lo había visto.
—Es Daniel.
—¡¿Qué?! ¿Por qué no me lo presentaste? Es tu casi novio ¿y no me dices nada? —chillo—. ¡Te odio! Botaré lo que me has regalado, has arruinado nuestra amistad.
—¡Para! —ríe—. No fue por mí, sino por él. Le dio pena y me pidió que no dijera nada. ¿Crees que no moría por presentártelo y que me dijeras que está bueno?
—Bueno... —bufo— estoy enojada con él. ¿No sabe que somos como hermanas?
—Además no soy la única que oculta cosas.
—¿Por?
—Te irás a Londres que es mucho peor ¿y no me dices nada? ¿cuándo pensabas decírmelo?
—¡Basta! estamos actuando como parejas. Y sí, pronto me iré.
—¿Pronto, cuándo?
—Días o semanas, aún no sé, pero sí Martha, me voy a Londres y me siento bien por eso.
—¿Entonces si te vas? —volteamos al escuchar la voz de Royce—. No tienes porqué hacerlo Camila. ¡No debes hacerlo!