Al abrir los ojos me encuentro en otra habitación que se ve mucho más cómoda y aunque no está del todo claro puedo ver un televisor en la pared. Observo a mi alrededor y por como es la habitación deduzco que ya me han sacado de observación.
Estiro el brazo para alcanzar un vaso con agua que esta sobre una pequeña mesa y algo molestoso en mi brazo lo impide. Alguien tose y descubro que hay tres cuerpos sobre el sofá dormidos. Mis labios están resecos y tengo la necesidad de tomar algo. Tanteo sobre la mesita, doy con un pequeño interruptor que al presionarlo una lámpara se enciende, cosa que agradezco.
Ahora puedo detallar mucho mejor; hay cables a mi alrededor y uno de ellos conecta una bolsa con líquido rojo, siento nauseas rápidamente al saber que es sangre.
Carraspeo con la intención de que alguien despierte para que me dé de beber pero al parecer Martha, mi madre y mi padre tienen el sueño pesado, será imposible que despierten así. La puerta se abre y miro a quien ha entrado.
Royce está parado observándome con los labios entreabiertos.
—Tengo sed.
—Despertaste —sonríe.
Se adentra en la habitación y llena otro vaso con agua. Cuando bebo me siento más tranquila, tanto mis labios como garganta dejan de estar secos.
—¿Te duele algo? ¿Llamo al doctor?
—Gracias... moría de sed.
Una enfermera de turno entra y enciende las luces. Me hace el chequeo rutinario, le pide a Royce que despierte a quienes están en el sofá ya que no pueden estar todos aquí sabiendo que la hora de visita ha finalizado. Todos se ponen tan contentos al verme nuevamente que me llenan de preguntas. Sólo mi madre puede quedarse en la habitación y me hace bien porque tendré con quién conversar.
(...)
Al día siguiente me despierta el doctor que viene a hacerme más preguntas, por un momento me emociono al pensar que podré irme a casa pero no. Martha no ha venido y dice mi madre que es porque esta en clases, al igual Royce que tampoco ha venido por reuniones de trabajo.
—¿Puedo pasar o están conversando cosas de mujeres? —papá pregunta cuando ya ha entrado y trato de no reír porque todavía siento dolor.
—Preguntas cuando ya has entrado.
—¿Te sientes mejor? —acaricia mi brazo.
—Sí —los miro—. Ya sé que no debo volver a cometer el error de cruzar la calle cuando el semáforo esté a favor de los conductores.
Noto a mi madre incómoda por la presencia de mi padre y rato después se excusa diciendo que irá al baño. No entiendo porqué sale de la habitación si hay un baño aquí dentro.
—Jessie me ha llamado preguntando cómo sigues.
—Me gustaría conversar con ella. ¿Mi hermano, cómo está?
—Los dos están bien. No han podido venir por compromisos laborales pero con tantas llamadas es como tenerlos aquí.
—Son tan lindos conmigo.
—¿Hay algo que tengas que decir?
—Sí... es relacionado con la última llamada que te hice pidiendo irme a vivir contigo. No he cambiado de opinión.
—¿Por qué quieres venir conmigo?
—Por favor papá...
—Cuando el doctor dé la orden de que puedes salir de aquí podrás saber una sorpresa que te tengo.
—¿Qué es?
—Si lo digo no es sorpresa.
Mi madre vuelve y se quedan otro rato más hablando conmigo, haciéndome compañía. La enfermera me trae algo de comer y no dudo en ingerirlo aunque esté sin sal.
No sé cuando me he quedado dormida. Me siento como un bebé durmiéndome a cada rato pero quizás se deba a tantas cosas que pasan por mis venas. Cada vez que mueven algo en la bolsa del líquido rojo intento no ver porque se me revuelve el estómago.
—Vas mejorando —dice la chica que viste de azul—. Has tenido mucha suerte.
—¿Crees que pueda irme pronto?
—No lo sé, eso lo dirá es el doctor.
—Eso espero... estoy cansada de estar aquí acostada.
—¿Cómo? —deja de escribir algo sobre una carpeta y me mira—, ¿no has salido a caminar? Debes hacerlo... a paso lento y con mucho cuidado. No te saco ahora porque acabo de ponerte esa solución, será incómodo pero más tarde podrás hacerlo.
—Gracias —le sonrío—. ¿Puedes llamar a mi madre? Debe estar afuera, por favor.
—No... la señora salió con otra chica y junto a un señor. El único que está afuera es su novio, no ha parado de preguntarme cómo sigues y que si puede pasar a verte. Se ve tan preocupado —habla tan rápido que no puedo interrumpirla.
—Él no es mi novio...
—El chico guapo —me mira y abre los ojos sorprendida—. Uy perdón... su esposo.
—No... no es nada mío.
—¿En serio? Se ve tan preocupado. Y no entiendo, ¿si no es nada suyo por qué donó sangre?
No proceso lo que acaba de decir.
Que Royce... ¡¿qué?!