Lleno el vaso de la licuadora con un poco de agua, busco en las repisas el frasco del alimento que recién me ha recetado el doctor y echo las fresas picadas para luego encender la licuadora. Me sirvo el batido una vez que está listo y justo suena el teléfono.
—¡Yo contesto! —grita Alisson desde la habitación.
—No te preocupes, estoy cerca —seco mis manos y contesto—: ¿Hola?
—Hola Camila.
La voz de mi amiga se escucha al otro lado.
—Hey —saludo y bebo de mi batido.
—¿Ocurre algo?
Suspiro.
—Créeme que estuvo lindo lo que hiciste pero, ¿por qué qué le das la dirección de donde me estoy quedando a Royce?
—¿De qué hablas?
—Hoy cuando llegué de mi cita médica me encontré con paquetes de cosas de bebés en el edificio.
—¡Espera! ¿Él... ya lo sabe?
—Mi mamá se lo contó.
—¡Pero es muy lindo de su parte! me imagino cuanto se esforzó viendo los catálogos para elegir qué te mandaría.
—Y no es todo. Me envió una dirección. Vendrá mañana Martha, él estará aquí mañana.
—¡Debes verlo! ¡Por favor Camila! De seguro él quiere verte, eso es muy tierno y...
—Lo pensaré —suspiro—. ¿Cómo andas?
—Muy bien. Espero a Daniel para asistir a un evento de su trabajo ¿y tú?
—Bien —miro a Alison bajar con el niño en brazos—. Hey, ¿te parece si hablamos luego?
—Igual debo colgar ya mismo. Cuídate. Y Camila, piénsalo.
—Lo haré —respondo y corto la llamada.
—¿Lo pensaste?
Después de desempacar las cajas nos encontramos con muchas cosas bonitas en ellas. Realmente se esforzó y se dedicó de lleno en eso. También Alisson dio con la otra nota, y como lo imaginé era una invitación al concierto donde me darán la prioridad de entrar y verlo.
Ese es el problema: verlo.
Decidí no llorar más por él, al menos no hoy, ni mañana, ni pasado. Lo que tiene que ser será, y aunque no creo que él vaya a estar aquí por casualidad admito que sí quiero verlo.
—No sé si ir a verlo o simplemente quedarme con las ganas.
—Yo creo que debes ir. A él le encantará ver tu pancita, creéme. Él te lo agradecerá muchísimo. ¿No te lo imaginas tocando tu vientre mientras le dice cosas?
Sonrío admirando mi vientre.
—Me lo imagino. ¿Pero, y si mi madre va con él?
—¡Vamos! él no es tan tonto para invitar a tu madre... ¿O sí? —frunce el ceño.
—Lo dudo.
—Mira, lo que hizo fue un detalle hermoso de su parte. ¿Enviarte regalos hasta el edificio para el bebé? ¡Cualquier chica quisiera eso durante su embarazo!
—En la carta dijo que era demasiado tarde y...
—Hablarán ya cuando se vean.
—¿Y si pierdo mi orgullo delante de él?