Me quedo conversando con él hasta tarde, y se me hace raro ya que no he hecho esto anteriormente; al menos no hasta que el otro se quede dormido.
Dejo el móvil a un lado y me acomodo entre las sabanas. Intento dormir pero las imágenes de nosotros aquél día, aquí, en esta habitación vienen a mí.
La manera en la que íbamos quitándonos las prendas, como nos besábamos. Comienzo a recordar todo y siento la necesidad de verlo.Mi móvil suena nuevamente, y pienso que podrá ser él pero es mi amiga.
«¿Estudiaste para mañana?»
Me levanto rápidamente; he olvidado lo que estudié esta tarde. Busco las libretas e intento concentrarme para repasar. Paso parte de la media noche así, con libretas sobre la cama y volviéndome un ocho entre el recuerdo de lo que pasó y lo que debo estudiar.
(...)
"El examen está difícil para quien no estudio" típicas palabras de los profesores. Para mí estuvo súper difícil y ya estoy preparada mentalmente para verme repitiendo el semestre. Al salir del salón me topo con Esteban, se acerca sonriendo y sé que necesita que le confirme hoy si haré lo que me pidió.
—Hola preciosa —lleva un mechón de cabello detrás de mi oreja. Aparto su mano bruscamente, y continúo mi camino—. Espera, ¿te sorprendi? Sé que te dije que me cambiaría al turno de la noche pero vine por algo más.
—Sí, me has sorprendido y mucho.
—¿Y tu amorcito?
—¿De quién hablas?
—De tu príncipe.
—Por Dios Esteban, no digas tonterías. Te dije que entre él y yo no hay ni habrá nada. Ahora si me permites, debo irme.
Distingo a mi amiga entre un grupo de estudiantes, y me acerco a ella.
—¡El examen estuvo facilísimo! ¿Crees que acertaste la mayoría?
Siempre hace lo mismo, recordándome que ella sí estudió y aprobó el examen.
—No tan bien —hago una mueca—. Nos vemos.
—Espera, ¿estás bien?
No estoy bien.
Lo que pasó con Royce, mis bajas calificaciones, la petición de Mark y lo que me ha dicho sobre su enfermedad están volviéndome loca. No sé qué hacer.
—Sé que no estás bien.
—Me conoces muy bien y no. Pero por ahora no puedo decirte... Debo irme, adiós.
—A que no sabes qué me han dicho de la directora —sonríe con malicia.
—¿Qué?
Me cuenta mientras vamos caminando hacía la salida, donde justamente está la directora. Al verme se despide de una señora y se acerca a nosotras.
—Señorita Lewis, debo hablar con usted. ¿Puede ahora?
—Por supuesto —miro a Martha—. Te hablo después.
La directora se adelanta a la dirección.
—Debes llamarme después. ¿Irás a la boda de Claire? Es amiga de mi madre y tengo entendido que invitó a la señora Dafne.
—Sí iré. Te hablo luego, adiós.
Entro a dirección donde está la directora al otro lado del escritorio chequeando unos papeles.
—Adelante. Siéntese.
—¿Qué tiene que hablar conmigo?
—¿Por qué sus calificaciones han bajado? —abre una carpeta y puedo leer mi nombre en la misma.
Suspiro y bajo la mirada.
—No lo sé.
—¿Segura? —me mira unos segundos para volver a centrarse en esos papeles. Acomoda sus lentes—. ¿Algún chico? ¿Problema familiar? ¿O alguna otra cosa? —niego—. Sus notas en el semestre pasado ocupaban los noventa y seis punto. Ahora, sólo cuarenta y tres.
Reprobaré el semestre.
—¿En dónde está la chica que ocupaba el puesto número dos entre el cuadro de honor? —se pone de pie y camina a mi alrededor—. ¿Está consciente de que podría usted repetir el semestre? Necesita varios puntos para llegar al menos a cincuenta.
Debo pensar en algo. Ella se disculpa porque la llaman de coordinación y mi móvil también suena.
«Hija, Royce va a pasar por ti a la universidad. Nos veremos en un centro comercial que está lejos para buscar los vestidos para la boda de Claire.»
—Bien señorita Lewis —doña gruñona vuelve.
—Señora directora —me pongo de pie. Ella frunce el ceño—. He escuchado que usted altera las notas a cambio de dinero —sin más rodeo le digo eso.
—¿Quién le dijo eso?
—Conozco a muchos que han pagado. Además en mi salón muchos deberían estar repitiendo y no, pasan y pasan. Escuché una conversación donde decían cuánto le han pagado.
—Bien Lewis. Vayamos al punto ¿cuánto estaría dispuesta a pagarme?
No tengo dinero propio. No tendría qué excusa decirle a mi padre o mi madre para que me den esa cantidad. Es por eso que se me ha ocurrido algo mejor, mucho mejor.
—No es dinero.
—¿Entonces?
—¿Qué sería capaz de aceptar usted?
—Ofrezca algo interesante.
Me recuerda a tronchatoros.
Le explico mi propuesta y ella muy contenta acepta. Quedamos que esta misma semana tendrá su encuentro, y finalmente salgo de allí. Ahora sólo me falta convencer a otra persona.
¿En qué otro problema me he metido?