Un mes...
Estoy abrazada al cuerpo de Royce y no importa cuántas veces tenga que desvelarme con tal de sentarme en la mecedora y darle de comer a Sofia, aunque eso incluye prácticamente dormir sentada. Cuando llora, como lo está haciendo ahora en la madrugada, tengo que ir hasta la otra habitación en donde se encuentra sola mi pequeña.
El llanto sigue escuchándose a través del aparato que es tipo radio y lo apago para encaminarme a su habitación. Admito que cuando llora de esa manera no hay forma de calmarla tan fácilmente, es incontrolable como yo.
—¡Hola mi amor! —la cargo y acaricio su espalda—. ¿Qué le pasa a mi princesa? ¿Tienes hambre? —camino a la mecedora—. Entiendo, ¿tu problema es allí abajo, cierto? —me encanta hablar con ella. Quito su pequeño pijama para poder cambiar el diaper.
Después de que se queda dormida nuevamente la acuesto y arropo en su cuna. Se ve bastante cómoda por lo que creo que no volverá a despertarse ¿o sí?
Me equivoco.
Vuelve a hacerlo dos veces más, por lo que el día de ayer solo dormí pocas horas. Creo que fue más lo que estuve vigilándola que lo que dormí.
Después del desayuno y tener a la bebé en el rezago nuevamente mientras veo televisión y tengo una "conversación" con ella, recibo un mensaje de Martha diciéndome que vendrá en treinta minutos. La idea de haberle dicho una semana después que la niña nació le molestó mucho, por supuesto. Hasta dijo que me consideraba una mala amiga, claro que fingió estar enojada conmigo por dos semanas más.
—¡Amor! ¿Puedes a abrir? Ha de ser Martha que llegó —le grito a Royce que está en la cocina.
Escucho la voz de mi amiga saludando a Royce y después se acerca con el coche del bebé que duerme tranquilamente.
—¡Hey! ¿Cómo están? —besa mi mejilla.
No nos vemos casi, si acaso los fines de semana. Es difícil salir como antes cuando ahora ambas tenemos responsabilidades de madres.
—Súper bien, ¿y tú? —respondo dándole un lado.
—Bien. Llevé a Mauricio al pediatra, está todo bien. Aunque me dolió cuando le colocaron una inyección. Pobrecito mi niño... ¡Lloró muchísimo!. ¿Y cómo está la sobrina más consentida de tía? ¿Crees que se lleven bien de grandes?
—Por supuesto, serán como hermanos.
—¿Sabes qué? Amo a los niños —dice y asiento. Yo también los adoro.
Dos meses...
Royce
Camila gruñe cuando el llanto se escucha. Ella no ha dormido la noche anterior porque a Sofia le ha dado un pequeño resfriado y hasta ayer tenía calentura. Desarropa su cuerpo dispuesta a ir a la habitación de la pequeña pero la detengo. Beso sus labios rápidamente antes de levantarme y dirigirme a la otra habitación.
—Sofi —no sé cómo Camila logra tranquilizarla de manera rápida. Es un don especial—. ¿Qué pasa princesa, por qué lloras? —la cargo pero sigue llorando. Comienza a buscar en mi pecho y sonrío al saber que está buscando el pecho de su madre—. No tengo nada, pero ¿qué tal si hacemos algo? Si aún recuerdo tu madre me enseñó a preparar un delicioso biberón. No entiendo porqué te despiertas tantas veces —bajo las escaleras.
Dejo a Sofia en el carseats que por suerte no está en el auto. Busco el biberón en el refrigerador y lo meto al microondas como lo hace Camila. La saco de esa incómoda cosa y camino con ella al sofá donde espero un rato a que el biberón enfríe un poco. Captura el mismo aceptándolo de buena manera y agradezco que Camila haya dejado el biberón ya listo o de lo contrario la niña lloraría más.