Los gritos eufórico del público se hacen presentes a cada rato, y pienso que se quedarán sin voz.
Estoy sentada en el sofá viendo el esmalte de mis uñas, y pensando qué hacer. Quiero irme, pero también quedarme. Los gritos aumentan a la vez que lo escucho despedirse del público.
Alcanzo la caja de pizza sorprendiéndome cuando la veo intacta. Es una pizza pequeña pero aun así esos trozos me bastan para llenar mi estómago. Seis pedazos, me como los seis pedazos y quedo con ganas de más. Las pizzas sencillas siempre son mis favoritas y agradezco que esta haya sido así.
Limpio la comisura de mis labios y retoco el brillo labial. Él entra e instantáneamente me busca con su mirada. Está acalorado y su rostro muy rojo.
—Pensé que te habías ido.
De hecho lo iba a hacer, pero vi esa deliciosa pizza y me quedé.
—Aquí me ves —su teléfono suena. Lo busca en su bolsillo y ve la pantalla. Suelta un suspiro—. Contesta, no hay problema.
—No es importante —ladea su cabeza guardándolo nuevamente—. ¿Has decidido lo del hotel?
—No traje nada, ni ropa, ni cepillo dental...
—Podrías usar una camisa mía y lo demás lo conseguiremos.
—¡Pero qué inteligente eres! —respondo sarcástica.
—¿Aún tienes hambre? —asiento rápido y él sonríe—. Puedes comerte esa pizza.
—Bueno —frunce el ceño—, ya me la he comido.
Se acerca un poco y pienso en salir e irme de aquí pero mis piernas no responden. Ya estando a solo unos centímetros observa mis labios y me bloquea pegándome a la puerta.
Se apodera de mis labios y mis ganas de salir se esfuman. También le correspondo el beso. Una de sus manos se posiciona en mi cintura, mientras que la otra acaricia mi mejilla. Rodeo su cuello para profundizarnos aún más y pienso en Alisson que me dijo que necesitaría recogerme el cabello por el calor.
El beso es suave pero intenso también.
Pude llegar a pensar que no caería así por un hombre pero llega él con sus estúpidos encantos y aquí estoy.
Me desespero cuando se aleja para tomar aire, pero le agradezco internamente cuando vuelve a juntarlos.
—¿Irás con nosotros? —miro sus labios húmedos, rojos e hinchados.
—Yo... Alisson... Quedó en recogerme...
—Llámala.
—Pero no...
—Iremos a dormir, ver televisión y a hacer planes para cuando nazca el bebé —juega con nuestras manos mientras yo sigo inmóvil.
Sin esperar a que diga algo más vuelvo a atacar sus labios. Adoro que el beso sea dulce y tierno como lo es él.
No hay prisa, ni presiones y sin interrupciones... O eso pienso hasta que golpecitos en la puerta nos sobresaltan.
—¡Hey Geoffrey, nos vamos ya! —la voz de la chica que me guió hasta aquí se escucha al otro lado.
Nuestros labios se presionan por última vez y nos separamos poco a poco.
—¿Por qué la puerta está asegurada? ¡Royce! —pregunta otra chica y mueve la manilla varias veces.
—Déjalo, de seguro está cambiándose de ropa —interviene alguien más.