No hubo accidentes que impidieran subirme en ese avión, ni Royce tampoco logró convencerme de ir con él y dejar a Mark en el aeropuerto. Ya todo está hecho, ya estoy muy lejos de él y de su relación con mi madre.
Y aunque debo sentirme bien, es todo lo contrario. Cada minuto que paso aquí viendo caras desconocidas me hace sentir mal. No sé qué tiempo tardó exactamente el viaje, sólo sé que cuando desperté ya estábamos por aterrizar. Durante el viaje estuve aferrada al brazo de Mark por las turbulencias.
Él se encarga de esperar nuestros equipajes mientras yo lo espero a unos centímetros. Estoy frente a un gran ventanal que da vista a las pistas y el tiempo nublado anunciando una posible lluvia.
Nuestras cosas son las últimas, así que después de esperar mucho nos adentramos a una cafetería.
—¿Y? ¿Qué opinas al respecto?
Esboza una sonrisa.
—Ya casi seis años de no venir. Me gusta mucho estar aquí.
—¿Qué es lo que te gusta más? —me pregunta, juntando sus delgados brazos sobre la mesa.
Le guiña a un chico para que tome nuestros pedidos; ordena un brownie y dos espresso panna.
—Me gustan mucho los paisajes. Cada lugar a donde vas y cada cosa que ves te sorprende más que la anterior.
Fijo mi vista en una pareja que está al otro lado de la calle con dos niños. Uno de los pequeños llora mientras que el otro toma su biberón. Sonrío al ver que el chico besa a su pareja y siguen con su camino.
—Me pregunto si con Juliana hubiese sido todo así —Mark me hace salir de mis pensamientos.
Le presto atención y me hace seña de a dónde debo mirar; otra pareja camina con sus manos entrelazadas y a su lado una niña.
—Quizás.
—¿Tú no sueñas con tener una familia?
No respondo eso y decido cambiar el tema. Minutos después llegan nuestros pedidos y busco en mi cartera una pastilla que me toca.
—¿Qué tienes? —pregunta curioso y preocupado a la vez.
Pienso en lo bueno que ha sido él conmigo y que debe saber esto. Ahora.
—Hay algo que debes saber.
—¿No puedes tener hijos? Discúlpame si toque el tema y...
Inhalo y luego suelto todo.
—Estoy embarazada.
Él frunce su ceño y sigue mirándome pero ahora con más confusión. Ríe y niega.
—No bromees así, Camila.
—No estoy bromeando.
—¿Hablas en serio?
—Sí.
—¡¿Y por qué si estás esperando un hijo de él has venido hasta acá conmigo?! ¡Yo no soy ningún tipo de juguete con el cual jugarán para darle celos al otro!
—¡No te considero así! ¡Te considero mi amigo y por eso te lo he dicho! Preferí decírtelo ahora antes de que sea tarde e imagines que soy una interesada.
—Camila, yo sé lo que es que te separen de alguien a quien realmente amas. Tú no debiste venir hasta acá y ocultarle a él que ese hijo es suyo.
—No sabe que estoy embarazada.
—¡Aún peor!
—No sabía cómo decirle eso. Él habría querido alejarse de mi madre y yo no se lo iba a permitir.
—De igual forma.
—Hablemos luego ¿vale?
Me mira con cierto enojo para después tomar mis manos, y sonreír.
—Vale.
(...)
Una vez que estamos frente a una casa de color blanca con decoraciones marrón, Mark baja del auto y sé que aquí es donde estaré el tiempo que esté con él. Una señora de cabello negro nos sonríe mientras nos ve desde el porche de la casa.
No espera más y prácticamente corre a abrazar a Mark.
—Te extrañé tanto, hijo.
Acaricia sus mejillas y río al ver cómo él voltea los ojos.
—Yo también te extrañé. Mamá, ella es Camila.
—Oh, hasta que por fin se me da conocerte —mis mejillas se enrojecen y sonrío—. Él me habla maravillas de ti.
—Muchas gracias.
—Tu papá aún no llega, pero cuando lo haga la sorpresa que tendrá será enorme.
—¿Cómo así? —pregunta mientras nos adentramos a la casa.
—Le dije que tu vuelo se había retrasado y lo creyó —ríe contagiándonos—. Se enojó, pero nada que una deliciosa cena no pueda solucionar.
—Sabes lo que pienso al respecto.
—No hablemos de eso. Le mostraré la habitación a tu chica.
Comienza a caminar hacia un pasillo y la sigo. Entramos a una habitación bastante espaciosa; si por fuera la casa parecía pequeña ahora cambio de parecer. La habitación es de color beige y da un aspecto de antigüedad.
—Era la de Alisson.
Volteo a verla y tiene un retrato en manos.
—¿Por qué habla así de ella? Me refiero, como si ya no estuviera o...
—Porque es así. Cuando me casé con Federico ella decidió irse, no le agradó él —suspira—. Fue mi culpa, lo admito. Por un tiempo me dediqué más al hijo de él que a mi propia hija, lo que la hizo irse con su padre, hasta que éste falleció.
Seca una lágrima, y se dirige a una gaveta.
—Guardaré este retrato.
—No lo haga, déjelo donde estaba —corto su intención de dejar el mismo en esa gaveta.
—Iré con Mark —es lo único que dice antes de salir.
Quiero llamar a mi madre y decirle que hemos llegado bien pero debo configurar en algún centro la línea telefónica para poder tener acceso fuera de la zona. Eso lo haré mañana, quizás.
—¿Ya te acomodaste?
Mark entra a la habitación.
—Sí. Quiero llamar a mi madre pero no puedo desde mi móvil.
—No te preocupes por eso, puedes llamar de aquél —señala uno sobre la mesa.
—Gracias.
Marco el número de mi madre y la operadora es quien se encarga de contestar. Intento un par de veces más hasta que por fin atiende, pero al escuchar esa voz mi corazón se acelera.
Después de escuchar lo que me ha dicho Mark cuando estábamos en la cafetería hace que me arrepienta de estar aquí, y querer estar allá de nuevo. No juntos, pero sí viéndolo.