Capítulo 11

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No sé a dónde ir. Llamo a Martha y no contesta, aunque por la hora deduzco que esta con su madre en el trabajo. Le marco a Esteban y me sale directamente el buzón. No sé qué hacer; no había discutido de esta manera con mi madre, mucho menos llegar al punto de que dejara su mano marcada en la mejilla.

Son casi las ocho, las personas caminan a paso rápidos para regresar a sus hogares o tal vez para llegar a tiempo a un compromiso.

Se me escapa un sollozo. Me siento en un parque que está en el centro, y espero calmarme aquí. Debería ir y disculparme pero soy tan orgullosa que no puedo.

—Camila —escucho la agitada voz varonil de Royce—. Camila Sánchez.

—Lewis Sánchez —corrijo.

—Camila Lewis Sánchez. ¿Me das un espacio para sentarme?

—Puedes hacerlo en el césped —me encojo de hombros y finalmente lo miro—, ¿qué haces aquí? Deberías estar con mi madre. Ve con ella, cuéntale lo que hice esta tarde.

—No... no puedo.

—¿Por? no me digas que lo haces por mí.

—Lo hago por las dos.

—Discúlpame.

Dejo el orgullo a un lado y decido disculparme. Él me mira atento esperando a que yo continúe pero no tengo que decir más nada.

—No me acercaré más. Lo de esta tarde lo hice, no sé, no pensé Royce. No hay motivos por la cual yo deba haberte besado.

Las lágrimas salen y no tengo intención de secarlas.

—No llores... —seca con su pulgar mis lágrimas—, lo único que te recomiendo que hagas es pedirle disculpas a tu madre.

—No me querrá disculpar. Me he portado mal.

—Si lo hará. Ella está esperándote para que lo hagas —asiento sin dejar de mirarlo y frunzo el ceño cuando me extiende su mano—. Invito un helado.

—No —contesto rápidamente—, no te preocupes.

—Un banana split.

Suspiro. Ese es mi favorito, nada más con imaginarlo me provoca. No debo aceptar su invitación pero entiendo que quiera llevar la cosa en paz.

Nos encontramos en la heladería; él ordenando los helados y yo lo observo de donde estoy sentada. Cuando vuelve, deja el plato con la banana frente a mí y ocupa su lugar. Paso el rato que duramos en la heladería en silencio. Saboreo mi helado hasta más no poder y a él también parece gustarle.

Cuando terminamos me guía a donde está el auto aparcado a unos cuantos metros del parque.

—¿No conoces a algún otro chico que no sea ese mala conducta?

Su pregunta me toma por sorpresa.

—Esteban no es mala conducta. ¿Qué les hace pensar eso?

—Su forma de ser lo dice todo. Se cree el chico malo —ríe.

—Ya no hablemos de él.

—Entonces responde mi pregunta ¿no te gusta alguien más?

Me quedo callada mientras pienso, pienso y pienso.

—Sí me gusta alguien más.

—¿Quién?

—No lo conocen... Y ni pienses que te diré nombre, ya luego le vas con el chisme a mi mamá —se detiene en un semáforo en rojo.

—¿Y él, gusta de ti?

—No —suspiro—, a él le gusta alguien más. Es más, esta prácticamente comprometido.

—Uy... —hace una mueca haciéndome reír.

Llegamos a su casa y soy la primera en bajar. Cuando abre la puerta me cede el paso y mi mamá prácticamente salta del sofá a donde estamos nosotros.

—¿Dónde estabas?

Me detalla asegurándose de que estoy bien.

—Quise conocer esto por aquí. Royce me encontró en un parque que está a unas cuadras. ¿Le has pedido que vaya por mí?

—Sí.

—Las dejo conversar a solas. Iré a darme una ducha —besa a mi madre y desaparece de la sala.

—Discúlpame —me acerco a ella—, sé que actué mal, muy mal y que te hice sentir mal. Sabes lo patética que soy para pedir disculpas...

—Hija —agarra mi mano y me guía al sofá—, no tengo nada que disculparte. Nada más te pido que no hayan más diferencias entre nosotras ¿si?

Asiento y seguido la abrazo. Sonrío.
Ahora me siento bien conmigo misma porque sé que he hecho lo correcto.

Dafne

En la semana todo va bien entre Camila y yo, no más diferencias entre nosotras y espero seguir así. Me llamaron y me dieron el puesto de trabajo, cosa que me hace sentir bien porque no tendré que valerme de Royce por un tiempo.

Coloco los platos en la mesa y lo veo entrar al comedor. Me ayuda en lo que falta por sacar y finalmente dejo el pollo horneado en la mesa.

—Ya todo está listo. ¿Puedes llamar a Camila?

—Se está duchando.

—Ya ha pasado mucho. Quizás se distrajo en su habitación... Ve y dile que baje a comer, quiero que almorcemos los tres.

Busco las servilletas que es lo único que falta y me siento a esperar a que bajen. Royce tarda mucho en bajar; subo a buscarlo a él también y lo encuentro en en el pasillo.

—¿Todo bien? —sonrío.

—Si... Si ¡todo bien!

—¿Y Camila?

—Te dije que estaba duchándose.

—Bueno, entonces bajemos y la esperamos en la mesa.

Lo noto nervioso pero no digo nada. Sólo bajamos y esperamos a que mi hija lo haga.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora