Mientras me desvisto para meterme a la ducha siento la presencia de alguien observándome pero no es hasta que entro a la ducha que la puerta de mi habitación se cierra, sobresaltándome.
Decido ducharme lo más rápido para salir de aquí. No es como si sentir que alguien te observa me agrade, es más, todo lo relacionado con esas cosas me asustan. Me visto rápido y salgo de la habitación con una toalla recogiendo mi cabello húmedo. Ellos ya están en el comedor y mi madre sonríe.
Sirvo lo que comeré y me uno con ellos en la mesa.
—Mamá —rompo el silencio—, cuando me duchaba sentí algo muy extraño en la habitación.
—¿Qué?
—No sé... pero me hizo sentir nerviosa.
—No entiendo cariño.
—¿Será que aquí salen fenómenos paranormales?
Royce ríe.
—¿No has sentido algo parecido antes?
—No. Estás imaginando cosas.
—La puerta se cerró.
—Fue la brisa —insiste mi madre.
Intento convencerme de que ha sido por eso.
(...)
¿Y si fue la brisa que cerró la puerta? ¿Pero, y si no?
Estoy en la habitación, ya son más de las doce y no puedo conciliar el sueño aún. Me aterra pensar que eso que veo en canales de fenómenos paranormales sea cierto. Siento una presión en mi pecho debido al nerviosismo y como si fuera poco, me ha dado sed. Me pongo de pie y giro la manilla con cuidado para no hacer ruido.
Con cada paso que doy siento que me estoy metiendo en la boca del lobo, la única lámpara encendida es la de la cocina y agradezco que sea así. Corro hasta allí y me sirvo el agua derramándola un poco. Alguna puerta cierra y, aunque suene exagerado, temo por mi vida.
Qué dramática.
Apago la lámpara y me recuesto en una pared para que no puedan verme. En un intento de volver a la habitación tropiezo, con lo que imagino, es la mesa que tiene el hermoso adorno floral en el medio. Una silueta pasa a mi lado y no tardo en reaccionar, por lo que me lanzo encima y halo su cabello.
En su fallido intento en apartarme de su cuerpo terminamos en el piso. Siento su peso sobre mí y algo arde en mi mejilla.
—¡Estás loca!
—Royce... —susurro apenada.
Se aparta y enciende las luces.
—Yo pensé que... ¡Ay Dios mío!
—¿Qué no sabes que aquí hay alarma y que si alguien entra sonarían?
—Perdón. Yo estaba muy nerviosa y...
—Tu mejilla está sangrando.
—¿Sangre? ¿Dónde?
Debí haberme rasguñado con lo que era el adorno.
—Voy a buscar alguna de esas tiras cicatrizantes. Puedes levantarte de allí y sentarte en el sofá.
Me ayuda a colocar la pequeña tira en el rasguño y me quejo porque arde un poco. Me levanto para volver a la habitación e intentar dormir.
—Cuidado con el ladrón —se burla mientras me observa subir hacia la habitación.