Capítulo 74

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Salgo de darme una ducha y dejo el vestido de verano que me pondré sobre la cama. Debo estar lista rápido o mi mamá se enojará por tardarme tanto. Ayer me dijo que iría hoy a una charla extra, y quiero acompañarla.

Termino de vestirme y tardo más haciéndome una trenza en el cabello.

—Hola, buenos días —observo a través del espejo a Royce.

Trae una bandeja con desayuno en manos, y huele muy bien.

—Hola. ¿Y eso?

—Es para ti —sonríe y parece estar orgulloso.

—¿Lo mandó mi mamá?

—¿Qué dices? Lo he preparado yo.

—Lo siento, pero debo bajar para ir con mi madre.

—Ella salió con mi hermana y mi madre hace poco.

—¡Tardé mucho!

—Tranquila. Siéntate a comer.

Comienzo a picar el desayuno con prisa porque está muy bueno y deseo comérmelo todo. Él me observa orgulloso desde el umbral de la puerta.

—Ni pienses que está rico, es solo que tengo hambre —le digo con la boca llena y ríe. ¿Cómo no voy a tener hambre si anoche devolví todo lo que cené?

—Gracias, gracias. ¿No te comerás el cereal? Es con yogurt, y a ti te gusta el yogurt.

—No puedo más. Siento que rodaré.

—Qué exagerada. Me comeré el yogurt yo.

Se encoge de hombros y se sienta a un lado de la cama.

Cuando termina baja con la bandeja y cepillo mis dientes para luego echarme un poco de maquillaje y escribirle a Martha.

—Te invito a la playa —vuelve y trae una toalla alrededor de su cuello—. Me ducho y vamos un rato ¿te parece?

—¿En serio?

Me gustaría ir y más con él.

—Sí.

—Entonces ¡ve! ¡dúchate rápido!

Lo saco de la habitación y busco entre mis cosas un bikini que recuerdo haber dejado aquí cuando nos vinimos. Me cambio mientras él se ducha, y mucho tiempo después se aparece. Trae una franela blanca, un bermuda playero color azul y unos lentes de sol que lo hacen ver más bello.

Recuerdo los míos y los busco en la cartera, los cuelgo en el cuello del vestido y cuando estoy por salir, noto unas marcas en su cuello. Marcas que son muy obvias y me hacen sentir estúpida.

—¿Qué, por qué me miras así?

—¡Para la próxima después de disfrutar con mi madre no me busques!

—Pero que...

—Asegúrate de usar algo que disimule más esas marcas —señalo su cuello.

Tiro la puerta de la habitación y bajo rápido para que no me alcance. Por suerte, al cruzar la calle hay un taxi esperando algún cliente. Subo a la vez que le pido al señor que me lleve a la playa. No necesito de él para poder pasar un día diferente. Es más, pasar el día bien es decisión mía. Nunca debemos depender de alguien para salir ya sea por un helado, un parque o a la playa.

El señor me deja en la misma y antes de bajarme quito mis sandalias. Comienzo a caminar y me gusta la sensación de mis pies enterrándose en la arena. Chequeo el móvil pero Martha no ha respondido, de seguro sigue con su madre en el trabajo. Me acomodo bajo una palmera y sonrío al ver a los niños volar sus cometas, otros juegan con sus pelotas y algunos nadan mientras son vigilados por sus padres.

«Hola ¿cómo estás? ¿Tienes planes para hoy? Quería invitarte al centro comercial.» Le escribo a Mark y espero impaciente a que responda.

«No tengo nada que hacer hoy y me gustaría ocupar mi tiempo contigo. Acepto. Dime en qué centro comercial estarás. Y como dice la canción, ay vamos, ¿tú qué tal?»

Sigo enviándome textos con él por un rato hasta que se ofrece en llevar películas a mi apartamento y comprar cotufas.

«No estoy en el departamento. Vine un rato a la playa, lo necesitaba.»

«¿En cuál estás? ¿Segura que estás bien?»

Le digo en cual estoy y dejo el móvil sobre la sandalia para evitar que le caiga arena. Rato después Mark aún no llega, sigo aquí distrayéndome con cualquier cosa y disfrutando de la naturaleza.

Pasa una pareja y me dedico a observar al chico: es simpático, pelinegro, el cuerpo bastante trabajado y tiene una gorra con la bandera de Venezuela que lo hace lucir más atractivo.

—¡Oye! —me quejo cuando ella a propósito pasa y me echa arena.

—Mejor búscate a otro, y no mires tanto al mío —me mira con superioridad y río al ver a su chico coqueteando con otra. Ella lo nota y corre hacia él.

Alguien se para al frente y si no fuese por sus zapatos pensaría que es ella de nuevo.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?

—Una para ti y otra para mi —extiende una paleta de helado sabor a uva—. ¿Por qué saliste así?

—Royce, no pretenderás que yo me convierta en tu distracción. Por las noches con la madre y por el día con la hija.

—No pasó nada. Dafne no se encuentra en condición de hacer eso ahora, está recuperándose de una operación.

Olvidé aquello.

—Sí. ¡Pero me molesta! —grito—. Odio que sea ella la que pueda dejarte esas marcas como marcando territorio en ti. Odio que sea mi mamá quien duerma y despierte contigo. Odio ser la idiota que se enamoró ti.

—Nadie elige de quién enamorarse.

—Quiero olvidarme de ti! ¡Sacarte de mi corazón! —grito esto último con un gran nudo en mi garganta.

Siento el helado derretirse en mis manos.

—¡No quiero que vayas con él! —espera segundos después.

—¡Ni siquiera conoces mis razones!

—Si lo hago. Una de ellas es para tratar olvidarte de mí, lo has dicho... Eso quieres ¿no? —inhalo—. Digamos todo. Vamos, digamos lo que sentimos e intentemos ser felices.

—¿Tan fácil? ¿Ella destrozada y yo feliz? ¿Perder mi relación de madre e hija por ti? No Royce —seco mis lágrimas—. Eso no pasará. Ningún hombre me hará perder esa relación, y menos tú.

—¡Camila! —escucho la voz de Mark y volteo. Está a unos cuantos metros.

Corro hacia él, no sin antes tirar la paleta que me dio Royce.

—¿Nos vamos? —ignoro a Royce que me mira desde el mismo lugar y subo al auto.

—¿A dónde?

—A donde sea, pero lejos de aquí.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora