Cuando Martha entra al baño se aterroriza al verme así y el montón de sangre a mi alrededor.
—¡Camila! ¿Qué has hecho? —se arrodilla. frente a mí y observa mi muñeca—. Dios mío.
—Estoy bien —murmuro—, estaré bien.
—No! ¡Estás loca! —comienza a llorar y busca algo con qué limpiarme—. Estás muy pálida. Espérame aquí... Y por favor, no cierres los ojos.
Se retira nuevamente y siento que todo me comienza a dar vueltas, todo está nublado y me siento débil. Cuando vuelve, todos vienen con ella y se preocupan al verme así.
—¡Hija! —mi madre me abraza—. ¡Royce, has algo! —le pide gritando en medio de la preocupación—. Todo estará bien princesa —acaricia mi cabello desesperadamente.
Todo se vuelve negro pero aún estoy consciente. Escucho cómo todos gritan y repiten mi nombre intentando mantenerme despierta. Alguien me alza, y corre quién sabe a dónde.
—Hay que hacer presión en sus cortes.
Alguien tira de mis párpados y apenas puedo ver lo que sucede a mí alrededor. Royce rasga de su camisa un poco de tela, y cubre mi muñeca.
Royce
Cuando dimos la noticia supe que a Camila le afectaría todo, y que destrozaría su corazón porque sé que realmente me quiere. Cuando Martha va en busca de su amiga y regresa diciéndonos que Camila está sangrando soy el primero en correr al baño.
La alzo en mis brazos y la saco de allí. Cuando estamos en el auto hago presión en sus cortes y Dafne se encarga de conducir en medio del pánico. Una vez que llegamos a un centro ambulatorio, bajamos rápidamente y Martha grita ordenándole a unos enfermeros que traigan una camilla.
—¿Son familiares? —nos pregunta una mujer.
—Soy su madre.
—Debe acompañarme señora. Llenaré los datos de la paciente.
—¡No quiero! ¿No ves que necesito estar aquí al pendiente de lo que digan los doctores?
—Señora Dafne —Martha frota sus manos—. Debe tranquilizarse ¿si? En su estado no es bueno que se altere así. Yo voy a llenar los datos.
Ambas se alejan a información y Dafne me abraza, sollozando en mi hombro.
—¿Por qué lo hizo?
—No sé —respondo y la abrazo.
Sé muy bien el motivo y me siento un patán. La primera vez que estuvo en un hospital pensé que se iría, y ahora vuelve aquí por mi culpa.
Pasan varios minutos y la pelirroja vuelve. Mi madre, mi hermana también llegan, y animan a Dafne para ir al cafetín.
—Me dan ganas de patearte —volteo a mirar a la pelirroja—. Eres un imbécil. Mi amiga está allí por ti, sólo por ti y tu maldita confusión de querer a las dos. No sé si sea inconscientemente pero le estás haciendo daño Royce, mucho daño.
—¿Familiares de Lewis Sanchez?
—Su madre no está doc, pero soy su amiga —responde—. ¿Cómo está ella?
—Por suerte la herida fue superficial y no rozó ninguna vena. La paciente está bien, y pueden pasar a verla en el número dos —apunta con su indice el pasillo—. Con permiso.
—Tú ni pienses en entrar —dice cuando ve mi intención
La pelirroja se va a ver a su amiga y yo debo esperar a que ellas lleguen para decirles lo que informó el doctor. No pasan ni quince minutos cuando llegan y me llenan de preguntas.