Escucho voces en la puerta y no sé si es parte del sueño que he tenido la noche anterior o es justo ahora. Lo confirmo cuando por fin abro los ojos adaptándome a la claridad del día. Parpadeo un par de veces y frunzo el ceño.
Royce deja una bandeja con comida en la cama con un rico olor a café recién hecho, una jarra con jugo, tostadas, rebanadas de pan/queso y tocino. Cuando me siento apoyándome al respaldo de la cama veo que también hay un pequeño tazón con cereal integral y otro que parece ser kamut.
Él tiene una toalla alrededor de su cuello para secar su húmedo cabello y sólo viste un pantalón negro.
—¿Qué hora es? —soy la primera en hablar. Pellizco un poco su antebrazo cuando no responde—. Sé que luzco espantosa por las mañanas, ¿pero podrías responderme?
Ladea su cabeza.
—Mientras dormías, te veía. Fruncías el ceño constantemente y sonreías. ¿Estabas soñando?
—Síp —remarco la p.
—Espero que yo haya sido el protagonista.
—Me encantaría decirte que sí pero la protagonista fue Martha.
—Eres linda cuando estás dormida, ¿te lo han dicho?
—Mi abuela solía decírmelo —río.
—Debes comer y luego ducharte para después salir. ¿Qué dices?
—De acuerdo. Creo que debería ir a lavar mis dientes primero.
—Per...
—No se diga más, espérame aquí y no comas sin mi.
Cepillo mis dientes y vuelvo al cuarto donde él espera impaciente.
—Mejor —agarro el vaso con jugo. Tomo del mismo y saboreo—. Pensé que era de naranja.
—He pedido de mango —con el cubierto acerca un poco de cereal a mis labios.
—Buen provecho —digo a la vez que llevo un trozo de queso a los suyos.
Muestra su pulgar en aprobación para no hablar con la boca llena. Le sonrío y continuamos con nuestro desayuno.
—Debes comer, Roberto necesita alimentarse —llevo mi mano a la boca para evitar escupir el jugo que acabo de tomar y no he terminado de ingerir. Pero fue en vano porque él ríe y suelto todo.
—Lo siento —me da una servilleta y limpio lo que he ensuciado.
(...)
Shanelli me abraza al verme.
—¡Hola! Mamá se está terminando de vestir, ha de estar por bajar.
Con nuestras manos entrelazadas nos adentramos al hogar de su madre que es bastante acogedor.
—¡Llegaron! —exclama Ángela al vernos. Agradezco que sea tan amable conmigo después de lo que ocurrió con mi mamá—. ¿Cómo están? —aprieta los cachetes de su hijo.
Shanelli voltea los ojos y río.
—¡Genial! ¿Y ustedes?
—Excelente con su visita —sonríe—. He preparado el plato que más te gusta.
—Delicioso.
—Que conste que la he ayudado.
—¿Ayudado? —ríe sarcástica—. Si has estado con el teléfono todo el día hablando con tu chico. Más bien debes ir a ordenar la habitación en donde ellos dormirán.