Luego de comer algo y disfrutar lo que quedaba el resto de la tarde cada quien se ducha para luego sentarnos en la sala a conversar mientras vemos televisión. Mi madre vino preparada e hizo unas cotufas, las pone en un tazón y lo deja en el centro de la mesa.
Se hacen las ocho mientras conversamos, hasta que llegamos al tema más incómodo para mí: la boda. Pero mi querida amiga cambia de conversación rápidamente preguntando qué sexo creemos que será su bebé y refunfuña cuando todos decimos que será un niño.
—Te lo dije —interviene Daniel orgulloso. Él está sentado a su lado y se abrazan—. Y el tuyo —Martha le interrumpe dándole un beso.
¡Lo sabía! Sabía lo que él iba a decir.
—Iré por agua —nos avisa Martha levantándose—. ¿Me acompañas Dani?
—Yo buscaré jugo.
Imito la acción de ellos y me levanto para dirigirme a la cocina.
—¡Nadie lo sabe! ¡Solo tú! Y eso porque me escuchaste hablando por teléfono con ella —alcanzo escuchar a mi amiga reclamándole a su novio.
—Ya Martha, sé que él no dirá nada.
—Será así —asegura él—. Pero créeme que debes decírselo, un hijo no se le puede negar a ningún padre. Recuerda que tarde o temprano se sabrá la verdad.
Asiento cabizbaja porque él tiene razón.
—Bueno —Martha da un largo y pesado suspiro—. ¿Subimos a la habitación? Estoy agotada. Además quiero dormir temprano porque mañana aprovecharé el sol.
—De acuerdo. Buenas noches Camila.
Entrelazan sus manos y salen de la cocina. Sirvo un vaso de limonada y vuelvo a donde se supone que encontraría a mi madre junto a su prometido pero los veo en el balcón, y no parecen darse muestras de cariño, lo contrario, están discutiendo. Me tiro al sillón y puedo ver las expresiones de Royce y a mi madre apuntándolo con el índice.
Mi madre rueda el cristal y entra.
—¿A dónde irás? —le hablo antes de que suba las escaleras.
—Iré a ver mi telenovela.
Mira sobre su hombro a Royce que sigue de espaldas.
Termina de subir, la sigo y entro a mi habitación. Dejo el vaso sobre la mesa para salir al balcón y enamorarme del paisaje. Minutos después, quito el edredón de la cama y me acuesto para ver la televisión pero no hay algo que logre entretenerme.
Levanto la camisa de mi pijama y sonrío al ver mi plano vientre.
—Espero que seas un bebé tranquilo y no hagas que a mamá se le pongan las hormonas locas —susurro mientras acaricio el vientre.
Doy con un canal de cocina, me entretengo mirándolo y me provoca comer todo lo que preparan.
Me dan ganas también de orinar y refunfuño cuando debo levantarme e ir al baño, pero cuando hago me siento más relajada. Un dolor se intensifica en la parte baja de mi vientre y sé que se debe a la infección, por tal, me tomo la pastilla como el médico me lo recetó.
Me cruzo de brazos para darme calor cuando salgo nuevamente al balcón. La brisa me despeina pero me gusta la sensación. Él está sentado en la orilla del mar, enterrando sus puños en la arena y dejándola caer por entre sus dedos. Me dedico a mirarlo por un largo rato.