—¿Sucede algo? —pregunta Martha sin apartar sus ojos de mi—. Desde que salimos no has dicho ni pío.
—Hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza.
Dejo de caminar y suspiro.
—¿Qué pasa?
—Esta mañana mi madre me dijo que tenía que decirme algo pero que no lo haría hasta tratar de solucionarlo.
—Bueno... —apoya su mano en mi hombro y retomamos el camino a casa nuevamente—, ya te lo dirá.
—Sí, aunque el punto no es ese sino ¿qué?, ¿qué tiene que decirme?, ¿y si está enferma? —la simple idea de que sea así me aterra.
—¿Y si está embarazada?
Vuelvo a detenerme, esta vez en medio de la carretera y si no es por Martha que me hala habría recibido varios insultos de los conductores.
No digo nada más, no hay algo que deba decir. Si es así, pues sólo tendría que felicitarlos ¿no?. Martha se mantiene en silencio y le agradezco. Llegamos a la zona donde vivimos y ahora es ella quién se detiene.
—¿Saldrás hoy con Esteban?
—Sí, supongo —me encojo de hombros.
—Piénsalo —me guiña—. ¿No quieres que te acompañe a tu casa?
—No, gracias. Pero ten el teléfono cerca, cualquier cosa te llamo.
—Bien... ¡Nos vemos!
Comenzamos a caminar en dirección contraria hasta perdernos de vista.
Una vez frente a la casa busco las llaves, y cuando entro mi madre está sentada en el sofá mientras usa su portátil.—Hola —sonrío. Me acerco y la saludo mejor—. ¿Cómo te sientes?
—¿Estás bien, hija? —frunce el ceño.
—Yo lo estoy pero... ¿Y tú, lo estás?
—Claro, mi amor —ríe—, ¿por qué lo preguntas?
—Mamá, esta mañana me comentaste que debías decirme algo y ya no soy una niña para que estés ocultándome qué es —lanzo mi bolso al sofá.
—¡He vuelto! —volteo los ojos cuando sé que él ha entrado—, aquí tienes lo que me has pedido ¿lo guardo en el resfri?
—No cielo, deja que yo lo guardo.
Agarra el helado y se va a la cocina para guardarlo. Quedamos a solas y trato de ordenar las piezas en mi cabeza. Lo que me ha dicho Martha del posible embarazo y ahora esto del helado... ¿un antojo?
Él va con ella a la cocina. Me siento en el sofá y le echo un vistazo a la portatil.
Oferta de empleos.
Es la página donde navega mi madre. Noto una libreta a un lado y hay varios números telefónicos.
—Muchas gracias, cielo —me mira y sonríe—. Pensé que habías subido a tu habitación hija, para ducharte y luego almorzar. He preparado unos vegetales gratinados riquísimos.
Miro sobre mi hombro, sólo está ella. Se sienta a mi lado, se encarga de apagar la portátil y de cerrar la libreta.
—Mamá ¿estás embarazada?
—¿Qué? —rápidamente me mira—, ¿de dónde sacas eso, Camila?
—Es una pregunta, nada más. ¿Lo estás? —comienzo a jugar con mis dedos debido a los nervios.
—No es eso —sonríe—. ¿A poco quieres un hermanito? —ladea su cabeza manteniendo su sonrisa—. Han hecho reducción de personal en el trabajo —explica y la miro atenta—, me han despedido a mí y a otras compañeras.
—¿Era eso mamá? ¿Lo que tenías que decirme? —me acomodo en el sofá.
—Hay algo más...
—Puedo conseguir un empleo, trabajar medio día... Puedo buscar mañana mismo, así te ayudaría con los gastos de la casa.
—Hija, la dueña de la casa también nos ha pedido que desalojemos.
—¿Qué? ¡Pero el contrato aún no vence!
—Se venció y no me di cuenta. Hoy tuve una reunión con ella.
—¿No hay manera de pagarle un año completo a cambio de seguir aquí?
—Se lo pedí y se ha negado.
Comienzo a preocuparme. La dueña de la casa nos ha dado muchas oportunidades y no entiendo porqué esta no. Aunque con el contrato vencido todo cambia. Me preocupa todo esto, me preocupa el hecho de que a dónde nos iremos a quedar.
Royce vuelve y mi madre le susurra algo.
—Voy buscar dónde quedarnos y un trabajo también.
—Nada de eso, hija —suspira—. Ya tengo el número de algunas ofertas de trabajo, y por el lugar a donde nos iremos no te preocupes —entrelaza su mano con la de él que se ha acercado a nososotras—: Royce nos ha pedido que nos vayamos con él.
Entreabro mis labios para decir algo pero no sé qué. Si no soporto sus visitas ¿cómo soportaré vivir con él?
Me levanto del sofá y mis ojos se cristalizan.
—¡No mamá! ¡Me voy con mi padre!