Dafne
Termino de preparar el desayuno y dejo todo sobre la mesa mientras espero a Royce. Lo he notado muy raro desde anoche pero prefiero no decirle nada.
Se aparece en el comedor mientras que con una toalla seca su cabello y otra la tiene alrededor de su cintura.
—Buenos días —me acerco y lo beso.
—Hola, buenos días.
—Siéntate a comer, voy por el jugo.
Ocupa una silla y comienza con el desayuno.
—Royce ¿qué te molesta? —deja el cubierto a un lado y me mira.
—¿Cómo que qué me molesta?
—No te hagas. Estás, no sé, muy extraño.
—Todo está bien —afirma y acaricia mi mejilla.
Aparto su mano, y me siento frente a él.
—No sé si creerte. Hace mucho que estás así pero preferí no decírtelo. ¿Estás así por el embarazo? ¿No querías tener un hijo tan pronto?
—¡No es eso! Deseo y quiero a ese bebé ¿bien? No involucraré el embarazo en mis problemas.
—¿Problemas? Entonces sí estás afirmando que tienes problemas. ¡¿Qué problemas?! No me tienes confianza, bien —asiento para mí misma—. ¿Es otra chica?
Guarda silencio y temo su respuesta. Pero me alivio cuando él se pone de pie, se acerca, acaricia mis mejillas y me da un beso.
—No es otra chica ¿ok? No estés pensando cosas que solo consiguen lastimarte. Ahora ve, alístate y vamos al aeropuerto.
Seco las lágrimas y le hago caso. El apetito se ha ido, por tal, guardo el plato en el microondas y me dirijo a la habitación para terminar de arreglarme.
Aun después de esa conversación no estoy tranquila.
Cuando estoy lista, salgo y ya él está en el auto. No dice nada durante unos minutos, sólo se concentra en la vía y yo me hago miles de ideas.
—Royce —coloco mi mano sobre la suya y la entrelazo—, puedes confiar en mí. Entiendo que quizás te llame la atención otra chica, mucho menor que yo y así no aguantarías las criticas.
—¡Basta Dafne! —alza la voz—. No hay nadie más.
—Si tú lo dices.
—¿No confías en mí? —apenas y me ve.
—No sé.
—Estás actuando como una jovencita celosa. Pensé que no llegarías a esto y mucho menos después de cierto tiempo juntos.
—Y yo pensé que te tendría confianza siempre, que no me sentiría así como ahora —inhalo—. Entiéndeme, eres un chico guapo, joven y muchas chicas quisieran estar contigo.
—Te amo Dafne, ninguna otra chica mucho más joven me hará cambiar de parecer, ¿entendido?
—Discúlpame. Tengo las hormonas locas.
Sonríe y me da un beso rápido.
Observo al frente y siento una presión en mi pecho cuando veo un auto acercarse a nosotros y en cuestión de segundos, chocamos.
Todo se vuelve negro.