—Te cuidas, Anthony —le dice Macarena al chico por enésima vez.
—Entendido —responde aburrido pero con cierto tono de broma en su voz.
—Bien. Entonces ve que ya te han hecho el llamado —seca sus lágrimas y entrelaza su mano con la de su esposo.
—Llámame cuando llegues, hijo —pide su padre antes de darle un abrazo.
—Ténganlo por seguro —ríe abrazando a ambos.
—Cuídate Tony —Mark palmea la espalda de su hermanastro.
—Igual tú Mark. Macarena me tendrá informado sobre tu tratamiento —la mujer asiente—. Cuida esa pancita, Camila. Muchísimas gracias.
Sé a lo que se refiere.
Se ve tan feliz después de saber lo de Alisson que me hace sentir mal por haberlo dicho todo. Está tan entusiasmado por verla, y también a su hijo, pero si él supiera que no los verá porque ella de seguro ya está por aterrizar aquí.
Apenas son las ocho, y su vuelo saldría a las diez y media pero decidieron venir por lo del proceso de documentación. Después de despedirnos de él, volvemos a casa. Cuando llegamos, son casi las diez y Macarena no se despega del teléfono esperando noticias de su hijastro.
Desperté con sueño, fui al aeropuerto con sueño y sigo teniendo sueño. Por tal, me acomodo sobre la cama y justo el móvil que me prestó Macarena suena. Es mi padre.
—¿Cómo está la embarazada más hermosa?
Le he dicho la noticia el mismo día que se me dañó el celular y no lo tomó mal, todo lo contrario, según él quería ser abuelo antes de ponerse más viejo, y aunque le he dicho lo mismo que a mi madre sobre lo del padre, no me reclamó ni nada.
—¿Cómo está el abuelo más guapo?
—Será más feo cada día.
—No, para mí siempre serás guapo.
—Como digas. ¿Cómo estás?
—Bien pá, ¿y tú?
—Bien princesa. ¡Te tengo una noticia!
—¿Qué será?
—Jessie tiene pronto un congreso en Londres...
—¿Y? —me adelanto, emocionada.
—¡Iremos en tres semanas para allá!
—¿En serio?
—En serio. Además ella te ha estado comprado cosas para el bebé.
—Ya quiero verlos a ambos.
—Y nosotros a ti.
Converso otro rato más con él y hablo con mi hermano también hasta que debemos cortar.
Me ducho, visto con algo cómodo pero que me dé calor y me siento frente al tocador.
—¿Puedo? —Macarena asoma su cabeza.
—Claro, pasa.
Sonrío.
Me extiende el teléfono local que está encendido.