Capítulo 82

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—¿Viste a los chicos de allá?

Observo a donde están dos chicos con dos pelirrojas.

—Sí.

—Son guapos —añade a la vez que muerde sus labios detallándolos—, pero el mío lo es más —sonríe—. Por cierto ¿ya viste tu habitación?

—Me gustó.

—Es bellísima. En realidad esa era la de Dafne pero ella no la quiso porque según la claridad le molestaría.

—No sabía eso.

Me sumerjo y cuando vuelvo, recojo mi cabello.

—¿No te sientes incómoda? Porque yo si te noto así.

Comienza a flotar mientras mueve sus brazos para mantenerse así.

—Mucho. Es difícil, Martha. Imagina a Daniel con tu madre, riendo, besándose y todo frente a ti.

—Ni imaginarlo. ¿Estás llorando?

—No, qué dices —miento—. Me entró agua en los ojos. Voy a salir ¿vienes o te quedas?

—El embarazo te está poniendo aburrida, amiga.

—Si el padre de mi hijo supiera de este embarazo, si estuviéramos juntos ahora, como tú y Daniel... Créeme que no sería aburrida, amiga.

Al llegar donde están todos saco la toalla y el protector para echarme un poco en la cara. Me dejo caer en la arena y coloco mis lentes de sol.

—¿Quieres? —mi madre me ofrece un poco de vodka, pero niego.

Me acomodo sobre la toalla y cubro mi rostro con el vestido, porque aunque tenga protector puedo broncearme.

Rato después alguien se para al lado tapándome el sol y refunfuño.

—Tu chico está guapo.

Es Martha.

Alzo la cabeza y doy con él que se dirige al agua con luciendo un bermuda azul.

—Quizás lo imbécil lo hace guapo —respondo al momento que dejo de mirarlo. Le quito el bronceador que tiene en manos—. ¿Me echas un poco?

—Ay no, ya lavé mis manos y odio lo grasoso que es eso.

—Por favor —junto mis manos bromeando.

—Pídeselo a quien viene ahí —sonríe.

Miro sobre mi hombro y está un chico de tez blanca pero muy bronceada.

—Hola,amiguito —es ella la primera en saludarlo.

—Hola —sonríe él—. ¿Son de aquí?

—No ¿y tú? —le coquetea mi amiga aprovechando que Daniel no está cerca.

—Sí. Venía a ver si me podían regalar un poco de hielo. Me da mucha pena pero nos hemos quedado sin eso y nuestra casa está muy lejos, al igual que cualquier tienda donde lo vendan.

—Claro ¿por qué no? ¿tienes algún vaso o algo? —nos muestra un tazón—. Genial.

—¿Hola? —Royce llega y el chico lo mira sorprendido.

—¿Te conozco? —el desconocido frunce el ceño.

—Quizás —Royce está siendo cortante y me molesta eso—. ¿Coqueteando con mis chicas? Mis hermanas no están disponibles.

—¡Ya sé! ¡Te vi una vez en la televisión! ¡No lo puedo creer! Y no son tus hermanas, tienes solo una —exclama el joven amaneradamente.

—Bueno... —los interrumpo—. Si deseas más hielo, ven y pídelo.

—¡Si sigues aquí cuando mi amigo llegue nos tomaremos una foto!

El chico se aleja y antes de llegar a donde están sus pertenencias, voltea y nos guiña.

—Royce ¿podrías echarle bronceador a mi amiga? —le pregunta la pelirroja mirándonos con una estúpida sonrisa en su rostro. 

—No, ya qué importa.

Él se sienta y pone sus lentes de sol.

—Voy a la casa. Ayudaré a la señora Dafne con lo que haga falta y buscaré a Danielito para meternos en la piscina. ¿Te quedas?

—Prefiero estar un rato más aquí.

Escucho unos chillidos y antes de poder ver de dónde provienen, unas chicas se acercan a Royce corriendo y en bikinis. Abro mi boca ofendida al ver lo atento que está siendo él con todas ellas.

—¿Celosa? —ríe mi amiga con la intención de molestarme.

—No, Martha.

—Deberías de disimular tu mirada y ganas de querer ahogar a esas chicas ahora mismo.

—¡Una foto! ¡Una foto! —chilla una de ellas.

—Hola lindas ¿Podrían dejar al chico en paz? —frunzo el ceño al escuchar a mí amiga—. Hemos venido a pasar unos días tranquilos. Y tranquilas, nada más pertenezco a su equipo de trabajo.

Las chicas se van con el único recuerdo de la sonrisa que les dio Royce, porque ni fotos han podido tomarse. Mi madre llega momento después y le pide a Royce que vaya por el hielo ya que se le olvidó. Me acuesto nuevamente boca abajo y le pido a mi mamá que me eche el bronceador.

Decido olvidarme de todo por un rato y concentrarme únicamente en el sonido de las olas romper.

(...)

—Martha me cubres del sol.

—Martha está en la piscina —me siento rápidamente al escuchar esa voz, y miro a Royce—. Te has quedado dormida aquí.

Destapa una lata de gaseosa y me la extiende.

—¿A qué se debe tu gran generosidad? No quiero, gracias. Ahora muévete y no me tapes que quiero broncearme.

Me hace sentir incómoda cuando mira mis pechos. ¿Por qué todos los chicos son así?

—Que yo sepa mi mamá está en la casa, no aquí —bajo la mirada a mis pechos.

—Si, lo sé. Me han mandado a buscarte para que vayas a comer.

Me pongo de pie, sacudo la toalla y recojo algunas cosas antes de comenzar a caminar dirección a la casa.

—¿No crees que has engordado un poquito?

Me pregunta y no sé que responder. Él no es idiota y podría darse cuenta en cualquier momento.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora