—Esto parecía el arca de Noé —me quejo una vez más mientras sigo ordenando la sala—. ¿A qué viniste?
—Dafne me mandó a buscarte. Organizó una cena para hoy. Mi madre y mi hermana llegaron anoche.
—¿Cena? Vaya, me alegra que se sienta mejor emocionalmente.
—Sí.
Me pasa el desperdicio de la pizza, y lo echo a la basura.
—La veo mucho mejor —continúa hablando.
—Creo saber el porqué.
—¿Por qué?
Pensé en voz alta. Niego dándole a entender que nada y sigo con la rápida limpieza.
—La cena de hoy es para decirle a mi madre lo de la boda civil.
—Tan pronto? —pregunto con el nudo en mi garganta, y él asiente.
(...)
Al entrar a casa de Royce el olor a pollo horneado inunda mis fosas nasales y no puedo esperar a que esté listo para comer. Me dirijo a la cocina donde no sólo encuentro a mi madre sacando la bandeja del horno, sino con Ángela dejando los vegetales en los respectivos platos. Al verme sonríen, y la madre de Royce se acerca.
—Hola preciosa. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y usted? —sonrío nerviosa.
La idea de que ella pueda sospechar algo me pone nerviosa.
—Nada de usted, puedes tutearme. Estoy bien, lista para degustar lo que tu madre ha cocinado.
Ríen.
—Hasta yo.
Una vez que todo está en la mesa nos sentamos y comenzamos con la cena.
Aplicamos la ley del hielo o es que teníamos mucha hambre, porque nadie habla. Si el pollo me pareció riquísimo, ni hablar del puré de papas y los vegetales. Cuando pienso que seré la próxima en terminar, siento algo amargo en mi garganta y me entran náuseas. Llevo las manos a mi boca para evitar un desastre y un mal rato para ellos, pero Ángela lo nota.—¿Estás bien?
—No quiero más —aparto el plato asqueada. Limpio mis labios, y me pongo de pie.
Estando en el baño cierro la puerta, abro la tapa del inodoro y me agacho para devolver todo. Odio el sabor de la pimienta y mi madre exageró esta vez con la misma. Lavo mi cara y enjuago mi boca antes de volver a la sala donde ya han terminado de comer.
—Cariño, ¿qué te pasó?
—Nada mamá —vuelvo a sentarme y bebo del jugo para pasar el desagradable sabor que sigue en mi garganta—. Le echaste mucha pimienta al pollo, es todo.
—No le eché mucha —frunce el ceño.
—Hora del postre —interviene Ángela.
—Torta fría?
—Sí hijo.
—Pero antes... bueno, no es como si no supieran que teníamos planes de casarnos antes de... —evita mirarlos a los ojos—. Pero gracias a Dios he ido recuperándome emocionalmente y las mismas ganas de dar ese otro paso con Royce siguen aquí. Es por eso que, están invitados dentro de dos semanas a nuestra unión por civil.
—¿Qué? —su hermana deja el móvil a un lado. Sonríe y los mira contenta.
—Sí cuñadita, en dos semanas. Camila estará en Londres pero prometió venir para la de la iglesia.
Siento su mirada sobre mí y me intimida.
—Así que... ¡Salud! —alzan sus copas.
(...)
Al sentir que estorbo entre ellos decido salir al área de la piscina y sentarme bajo una sombrilla ya que está lloviendo. Veo cómo las gotas se mezclan con la de la piscina sin importarme mi alrededor. Aunque puedo escuchar sus risas desde aquí y sé que la están pasando bien.
—No sé si debo hacerlo —me sorprendo al escuchar su voz ya que lo hacía adentro con ellas.
—Entonces no lo hagas —se lo pido y no sé porqué he dicho eso. Es él quien debe decidir.
—No quiero causarle más daño.
—¿La amas o no? —algunas gotas caen en mi rostro, y siento frío inmediatamente.
—No entenderías.
—No tengo diez años, Royce.
—No sé...
—Lo que yo sé es que estás jugando con las dos. ¿Sabes? Me siento como un juguete, al que el niño busca sólo cuando no halla qué hacer —me abrazo a mí misma—. Permiso, entraré. Hace frío.
—No Camila —sus frías manos tocan las mías.
—En esta sombrilla no hay espacio para los dos. Entras tú o entro yo.
Corta la distancia que hay entre nosotros, y me besa. Enredo mis manos en su cabello mojado y éste me salpica.
—Geoffrey —escuchamos una voz femenina y me separo rápidamente para luego mirar a la mujer que nos ve mientras alza un paraguas.