—¿Entonces, no sabes nada de tu mamá?
Esa pregunta por parte de la madre de Martha me toma por sorpresa.
—No —contesto rápidamente y meto el cubierto con espagueti a mi boca.
—¿No te arrepientes de nada? —limpia sus labios con una servilleta.
—¡Mamá...! —chilla Martha.
—Lo siento, pero es realmente interesante lo que has vivido —me mira unos segundos antes de fijarse en su reloj—. Debo irme ya, tengo cita con el oftalmólogo. ¿No les molesta, cierto?
—Por supuesto que no.
La señora se levanta minutos después de terminar el almuerzo, agarra su cartera y se dirige a la puerta. Siento una mano sobre la mía, miro a mi lado y me encuentro con la sonrisa de Royce. Martha casi que pasa su lengua sobre el plato para quitar la salsa que ha quedado y su novio se ha retirado para atender una llamada.
Mi amiga camina con dificultad a la cocina con los platos en manos y me levanto para ayudarla con los vasos. Los dejo sobre las cosas que hay que lavar y ella abre el refrigerador.
—Te veo muy cariñosa con él. ¿Ha pasado algo que yo no sepa?
—Sí.
—¿Qué?
—¡Ya somos novios!
—Oh Dios mío... ¿Desde cuándo?
—Hace una semana.
—Los amo! ¡Me considero fanática de su amor, de verdad! —río ante las loqueras que dice—. ¿Y no sabes de Mark?
Mark. La última vez que hablé con Alisson hace un par de días me dijo que su hermano ha recaído nuevamente, y que a decir verdad el doctor les aseguró que no podría progresar. Su enfermedad es algo que no tiene cura por lo muy avanzada que está, y simplemente eso me entristeció. Yo quiero a Mark como un amigo, y prometí que estaría con él durante sus tratamientos, y he fallado.
Suspiro y miro a mi amiga:
—Alisson me ha dicho que ha recaído.
—Espero que lo veas pronto.
—Espero lo mismo. Pero cambiando de tema... ¿Te han dado fecha para dar a luz?
—No pero supongo que pronto el doctor me dirá algo.
—¡Tu panza está grande!
—En unas semanas cumpliré los ocho meses —la acaricia.
—Hey, ¿sobre qué hablan? —Daniel se aparece.
(...)
Es fin de semana y no tengo en qué ocuparme. Estoy sentada en el sofá mientras apoyo la cabeza en el hombro de Royce quién ve atentamente la pantalla en frente.
—¿Cómo harás cuando el bebé nazca?
—¿Cómo que qué haré?
—¿Aquí solo hay una habitación. ¿Su dormitorio dónde será?
Pienso unos segundos, y tiene razón.
—No lo sé —acaricio su brazo con la yema de mis dedos.
—¿Qué opinas si vienes conmigo?
—No es necesario.
—Claro que lo es. Él necesita un espacio, además ¿querrás quedarte aquí de por vida? —se acomoda para mirarme mejor y evito el contacto visual con él. Sigue teniendo razón.