Dos meses después.
Estoy ansiosa, nerviosa y vuelta un ocho también ya que no sé cómo le diré a él lo de mi madre. ¿Me va a creer? ¿Cómo reaccionará?
Ayer hablé con él nuevamente por Skype hasta tarde, como lo hemos hecho desde hace tiempo; hasta que alguno de los dos se duerma primero y según él mí madre ha estado tan extraña ya que sale por la mañana y no regresa hasta el mediodía o noche y la entiendo, tiene motivos para llegar a esa hora.
Me despedí de Alisson y del resto de la familia de Mark. A él sólo le pude dejar una nota ya que en el momento de salir de la clínica estaba recibiendo su tratamiento y no permitían visita. Ahora estoy sentada en las incómodas sillas de metal esperando a que hagan el llamado para abordar el avión.
Acaricio mi barriga que ya está grande con los seis meses y a la vez leo una revista. No es confirmado todavía pero el doctor asegura que será un niño.
Al apartamento de mi padre le salió un comprador y es Anthony. Hizo negocio con mi padre y ahora está esperando el momento para decirle a Alisson.
Hacen el llamado y camino con dificultad por las maletas hasta la fila que comienza a formarse. Después de esperar y hacer la revisión de equipajes nos encontramos en el avión y mi acompañante del asiento de al lado es una mujer con un bebé.
(...)
—¿Ocurre algo? —pregunta el chico del taxi una vez que me ha dejado frente al edificio—. ¿No tienes dinero, cierto?
He llegado hace más de dos horas y gasté mi efectivo comprando cosas en el aeropuerto.
—Puede esperarme aquí mientras pido a ese señor —señalo al conserje.
—No se preocupe, me ha pagado con la buena charla que hemos tenido en el camino. Ahora entre que de seguro su esposo la espera —me dice y sonríe con amabilidad.
– ¡Muchísimas gracias!
Me ayuda a bajar las maletas y adentrarlas al edificio para después volver a su auto e irse.
Extrañaba tanto el calor que hace aquí.
– ¡Señorita Camila! ¡Qué gusto volver a verla! – saluda el conserje acercándose.
– ¡Hola! ¿Cómo ha estado? – presiono el botón del elevador.
– Bien. ¿La ayudo con esas cosas?
– Se lo agradecería.
– ¡Pero vaya, qué barriguita!
– Bienvenido, bienvenido. – escucho al loro que le dice lo mismo a cada propietario que entra.
– ¿Por qué sólo hay uno? – señalo la jaula.
– Enviudó. Algún niño del edificio metió una goma de mascar dentro y la lora se ahogó. – mete el dedo en la jaula acariciándolo.
Como él se ofreció me ayuda a subir mis cosas y le agradezco cuando está por retirarse. Coloco el seguro a la puerta y detallo el apartamento que he extrañado. Rápidamente quito el abrigo que traje ya que hace calor y enciendo las luces.
Me dirijo al refrigerador encontrándome con sólo jarras de agua y sé que debo comprar comida.
Faltan exactamente dos días para la boda de mi madre y no sé cómo hablar con él. No sé si vaya a creerme, tampoco si eso le importará o no. Él no tiene derecho a reclamarle nada por todo lo que ha pasado con nosotros, y sólo por eso temo que no le interese que mi madre le sea infiel.
Guardo algunas cosas y así paso parte de la tarde hasta que mi estómago comienza a protestar. Saco algo de dinero para bajar al súper-mercado, y sin dejar de pensar en lo que puede pasar en dos días.
Se llevarán una sorpresa al verme.