Llevo mucho rato en mi habitación con la mirada fija en el techo. Siento mis mejillas húmedas; si he llorado es por frustración, siento no poder ser lo suficiente buena e independiente para conseguir un buen empleo y poder tener mi hogar propio.
Me enoja que mi madre no quiera buscar otras opciones sino correr a la opción de quedarnos en casa de Royce.
Agarro mi móvil y marco el número de mi padre. Cuando por fin contesta suena agitado y no hay que ser adivino para saber en lo que anda.
—Hola, papi —sonrío mientras me acomodo entre las almohadas.
—¿Cómo estás, princesa?
—Si te refieres a la salud muy bien. ¿Tú cómo andas?
—Muy bien preciosa, ¿a qué se debe tu llamada? —escucho susurros al otro lado de la línea.
Seguido de los susurros escucho una voz femenina pidiéndole a mi padre que vuelva a la cama. Conozco la voz de Jessie, la actual esposa de él, y esa que acabo de escuchar no es ella.
—Papá ¿y Jessie? —respondo su pregunta con otra pregunta—. ¡Papá!
—Sigo aquí, Camila —se escucha aburrido con nuestra conversación.
—Llamaba para pedirte un favor, es urgente papá —muerdo mis uñas.
—¿Qué necesitas?
—¿Puedo irme a vivir contigo?
—¿Qué pasó con tu madre? ¿Ya no te quiere cerca?
—No es eso.
—¿Entonces? No veo motivo alguno para que te vengas conmigo. Allá tienes a tu mejor amiga, tu novio y a tu madre.
Antes de responderle escucho un gemido; siento que estoy interrumpiéndole su momento.
—Si papá pero... —escucho el tonl de la línea, me ha cortado la llamada.
Bufo y tiro el móvil a un lado. Con esto empeoro mi situación; mi madre queriendo irse a vivir con su pareja y mi padre ignorándome. Las lágrimas que suelto ahora son de enojo, las seco bruscamente pero es inútil porque siguen más.
Escucho pequeños golpes en la puerta y doy permiso para que entren a la habitación. Es Dafne.
—¿Estás bien? —se alarma al verme así.
—Llamé a mi papá —no dice nada y espera a que yo continúe. Trago fuerte y la miro—: Prácticamente me ignoró.
—¿Puedo hablar contigo?
—Lo estamos haciendo.
—¿Qué te pasa, cariño? —se acerca a mí y lleva su mano a mi mejilla, secando las lágrimas.
—Pasa que me siento sola —quito su mano—, aunque estés aquí.
—No me gustaría decirte esto pero estás siendo egoísta y actuando como una caprichosa.
—Tal vez —me encojo de hombros.
—¿Por qué actuar así? Él solo nos está dando un espacio en su hogar de la manera más sana posible.
—Porque veo que lo que me dijo mi papá hace mucho es cierto y terminarás prefiriéndolo a él.
—No Camila, estás equivocada. ¡Y ya por Dios! No eres una niña, así que deja de actuar como tal.
—¿Por qué no buscar otro sitio donde vivir? ¿Por qué no explorar más opciones? —alzo un poco la voz.
Me levanto y arreglo mi cabello frente al espejo.
—Estoy hablando contigo —se cruza de brazos.
—Y yo ya doy por finalizada esta conversación.
Salgo de la habitación y cuando llego a la sala él sigue allí. Agarro mi bolso y guardo mi móvil en el mismo.
—¿A dónde vas?
—Eso no te importa.
Por como le respondo él observa a mi madre quien está en las escaleras.
—Camila.
Antes de que llegue a mí salgo de casa, tirando la puerta. No puedo ir a casa de Esteban ahora, no es apropiado y muchos menos quiero encontrarme con una de las rubias desteñidas con él. Así que camino un buen rato hasta que me encuentro tocando el timbre en casa de la única que podría escucharme: Martha.
Cuando abre me hace prácticamente un cuestionario al que le respondo con detalles. Insiste en que mi madre tiene razón y que estoy actuando mal.
—Lo mejor será darle la oportunidad a Esteban —le digo mientras espero a que termine de pintar mis uñas.
—¿Y qué con lo que te hizo con chiqui?
—No me importa. Sé cuales son mis límites y esto será para aunque sea poder hacer el intento de sacarme a tú sabes quién de la cabeza.
Agito mi mano con el fin de secar el esmalte de mis uñas.
—Estás admitiendo que sientes algo por él.
—Es atractivo, eso lo sabemos.
—Pues sí... —sonríe—. Sabes que por mí te quedarías aquí, pero mi madre no me apoyaría en algo así.
—Lo sé.
—¿Entonces te quedarás en su casa?
—No hay más opciones.
Seguimos conversando por más tiempo. Al menos consiguió convencerme de irme a su casa para así estar tranquila con mi madre y conmigo misma.
Las horas pasan tan rápido que cuando vuelvo a ver el teléfono son casi las siete. Ella me presta algo de ropa para poder ir a verme con Esteban sin que deba ir a casa antes. Le escribo para que pase por mi aquí y queda en recogerme en media hora.