—¡Siempre pasa lo mismo contigo cada vez que vamos al cine! No te soporto a veces —bufa enojada Martha.
—¿Y qué querías? ¿Ver esa película sesión C? ¡Qué pasada eres!
El taxi nos deja frente al edificio.
—Se veía interesante ¿o no? —hace un puchero—. Para la próxima invito yo ¿vale? Y no importa porque podría pagar yo también. ¿Si te conté que conseguí un trabajo? —chilla—. El señor López sirvió de algo, y ahora trabajo desde casa.
—¡Bueno ya luego me explicas! El señor está esperando dentro del taxi, ¿nos vemos mañana?
—Nos vemos mañana.
Entro al edificio marcando el piso que corresponde en el ascensor, éste abre sus puertas y al entrar el conserje lo hace también.
—Qué bueno que la veo. Justo estaba entregando lo que corresponde a cada apartamento, ¿cuál es el suyo?
—El B51.
—Bien, aquí tiene. Es su recibo de luz y agua. ¡Buenas noches señorita!
Desato mis zapatos cuando entro al apartamento y enciendo la luz. Saco el papel que hay dentro del sobre y sí, es el recibo de luz y agua. ¡Debo cuatro semanas!
¿Tanto tiempo ha pasado desde aquella discusión con mi padre? y, ¿cómo se supone que pagaré si no tengo algún empleo?
Acaricio mi panza una vez que desecho ese recibo que sólo me pondrá más pensativa de lo que ya estoy. Me doy una ducha rápida y me recuesto para conectarme en el portátil. A ver que no hay nadie interesante con quién hablar, dejo todo a un lado dispuesta a dormir.
(...)
—¡Voy! —gruño y busco con la mirada los zapatos para ir a abrir la puerta porque el timbre no para de sonar.
—Siento si te desperté —dice Royce una vez que abro—. Buenos días.
Estrujo mis ojos y le cedo el paso.
—Iré al baño.
Lavo mi cara y peino un poco mi cabello. Cuando doy la vuelta él está mirándome desde el marco de la puerta.
—¿Por qué te peinas? Prefiero como te ves con el cabello tal cual lo tenías anteriormente —me besa.
—¿Por qué tan temprano aquí?
—Quería invitarte a salir esta noche, ¿aceptarías?
—¿A dónde?
Salimos del baño y cuando estoy en la cocina sirvo el té.
—Sorpresa —canturrea.
—¿A qué hora dices que debo ir? —río.
—¿Puede ser a las ocho? —asiento animadamente.
—No sé porqué se me hace que eres una caja de sorpresa.
—También quería comentarte que el día de mi cumpleaños hay presentaciones en New York.
—¿Entonces no estarás aquí? —quito la sonrisa que tenía anteriormente.
—¿Qué crees? Irás conmigo.
Alcanza mi mano por encima de la mesa.
—¡Excelente idea!
Alzo un poco mi cuerpo para poder rozar nuestros labios.
Pensé que él se iría y luego vendría por mí pero no. Desayunamos y almorzamos juntos, después nos vamos a pasear al centro comercial donde entra a una tienda de bebés y también me compra un vestido materno.