Royce
Al día siguiente todo sigue igual: Dafne desesperada y los doctores sin dar nuevas ni buenas noticias. Nos hemos ubicado en el pasillo que está frente a la puerta donde tienen a Camila por petición de Dafne que quiere estar más cerca y al pendiente de todo.
Llego a donde están sentadas en total silencio y les entrego el jugo que he comprado para las dos.
—Gracias.
—¿No le han dicho a Esteban? —nos pregunta Dafne, aunque eso es más para Martha porque yo no tengo ningún tipo de contacto con ese chico.
—No fue a la universidad ayer —dice la pelirroja. Saca de su bolso su móvil y escribe algo en el mismo—. Lo voy a llamar.
Se levanta y ocupo la silla al lado de Dafne.
—Debes ir a casa para que te asees y duermas un rato.
—No, no quiero dormir. Quiero verla y no entiendo porqué los doctores no han habilitado las visitas.
—Ven aquí —la envuelvo en un abrazo.
Nos mantenemos en silencio y minutos después Martha vuelve. Dafne ha acabado su jugo, ahora se encuentra acostada con su cabeza en mi rezago y me dedico a acariciar su cabello.
—No me fío de Esteban —Martha se ve enojada. Se recuesta en la pared y cruza sus brazos.
—¿Por?
—No lo tomó tan mal. Me dijo que vendrá ya —voltea sus ojos—. La señora Dafne está agotada. Se quedó dormida... ¿Por qué no la convences de ir a casa? Yo me quedo aquí.
—No quiere irse. Insiste en estar cerca de Camila.
—Entiendo —junta sus labios— ¿De verdad no te importa Camila?
—No Martha, y ya, no sigas. Dafne podría mal interpretar todo esto.
—¿Es fea? —sigue insistiendo.
El rostro de Camila viene a mi mente, la manera en la que sonríe es tan parecida a la de Dafne.
—Opinas que es fea —Martha se responde a sí misma.
—No, no es fea —sonrío.
No sigue insistiendo. Martha abandona el pasillo y continúo haciéndole caricias a Dafne.
—Buenas tardes —Esteban ha llegado y nos está mirando.
—Esteban —Martha viene tras él.
—¿Ya se murió?
—¡¿Pero cómo te atreves?! —le grita la pelirroja—. Te llamé porque es tu novia y según le dijiste la quieres muchísimo. Es tu novia la que esta allí dentro. ¡No puedo creer que sólo pienses con otra cosa! —lo empuja.
Está furiosa.
—¿Qué sucede...? —pregunta Dafne adormilada.
—Vete de aquí —le pido entre dientes.
—No lo haré. Es mi novia y...
—¡Vete ya!
Hago puños aguantando las ganas de golpearlo pero él sigue dándoselas de hombrecitos y sonríe.
—Te están pidiendo que te vayas...
—Y yo digo que no lo haré. Aquí me quedo.
Dafne se sienta facilitándome las cosa, me pongo de pie, coloco mi mano en su hombro y con total tranquilidad le pido que se retire. Sale de la sala y detengo a Martha para que no siga con él.
—¡Me quedé con las ganas de patearlo!
—Ya pronto tendrás oportunidad.
—¿Qué pasó? ¿Por qué lo corrieron?
—Un comentario inapropiado, nada más.
—¿Están aquí por Camila Lewis? —un doctor se nos acerca.
—Sí —decimos al mismo tiempo.
—Han permitido las visitas cortas para la paciente nuevamente pero deben entrar uno a uno. ¿Quien lo hará primero?
—Yo.
—Acompáñeme.
Dafne se va con la chica. Al ver el rostro de Martha sé que sigue enojada por lo de Esteban.
—Voy por algo de comer. ¿Quieres un sándwich o vienes conmigo?
—Me quedo aquí... esperaré a la señora para luego entrar yo.
—Está bien.
Salgo de ese espacio y cruzo en otro pasillo que está completamente solo. Los doctores no han dado noticias y eso nos pone mal, quedarnos con la preocupación de que si empeoró.
—¡No! ¡Mi nieta no...! —alzo la vista y veo a una señora de edad avanzada saliendo de una habitación.
Se ve destrozada.
Me deslizo por la fría pared hasta llegar al piso y cubro mi rostro. Imaginarnos en esa situación me hace sentir peor. Mis ojos se nublan y los cierro para tratar de detener las lágrimas.