Termino de servir el espagueti y le pido a Royce que le lleve el almuerzo a mi madre para yo darme una ducha. Salgo con una toalla alrededor de mi cuerpo y escucho mi teléfono sonar sobre la cama.
—Hey amiga ¿Cómo estas? ¿Cómo sigue tu madre?
—Hola Martha —saludo y busco algo qué ponerme—. Estoy bien, o eso creo. Mi madre está recuperándose. ¿Tú cómo estás?
—Pésimo. Estos síntomas son cada vez peores y temo que alguien más lo sepa. ¿Y él? ¿Royce?
—Royce —suelto un suspiro y recuerdo el beso que nos dimos en la cocina hace rato—. No lo entiendo Martha, debería de existir un manual para entender a los hombres. Cada día lo soporto menos.
—Querrás decir que lo quieres más cada día. Pero ¿qué pasó?
—Un día discutimos, al otro día no quiero verlo mas y al otro nos besamos. Detesto sentirme así por él.
—¡¿Te besó hoy?! —chilla y debo alejar un poco el teléfono.
—¡Pareces una chihuahua con tantos chillidos!
La escucho reír.
—Lo siento.
—Sí, nos besamos —respondo en voz baja por si él está escuchándome al otro lado de la puerta—. Debe estar con mi madre. Ella intenta superar una pérdida que los relaciona a ambos y mientras él va por la vida besándome.
—Bueno amiga... Qué puedo decirte.
—Háblame de ti. ¿Ya tu madre lo sabe?
—Sigamos hablando de ti.
—¿Qué pasa?
—No sé cómo decírselo. A ver, te diré tres opciones ¿bien? Ponte en el lugar de mi madre y dime cuál te caería mejor.
—Estás loca.
—Mamá, quiero decirte algo... Por favor escúchame. Prometo que seré una madre bastante responsable —comienza y río ante su locura. Ella también ríe y luego sigue—: Entonces ella me dirá ¡¿madre?!
—Por favor Martha, parece un melodrama.
—Mami, tengo que decirte algo. Primero guardaré mis cosas y debo decirte que mi amiga será la próxima, así su madre y tú podrán conversar sobre sus futuros nietos. ¿Qué tal esa?
—Martha... —sigo riendo por todo lo que se le ocurre.
—Serás abuela —mi barriga duele de tanto reír—. No te rías y dime cuál está mejor.
—Las tres están patéticas, Martha. Es algo que te saldrá sin antes memorizarlo.
—Tengo mied... Disculpa, olvidé que esa palabra no esta en nuestro vocabulario.
—Qué bien que lo recuerdes.
—Ayúdame un poco.
—Alístate y nos vemos al rato en el caférest que está cerca de tu casa.
—¡Te amo! —chilla.
—Igual yo, chihuahua.
Termino de arreglarme y cuando estoy lista, bajo a la sala que está sola y me fijo en la ecografia que está sobre la mesa. Retrocedo unos pasos hasta sentarme en el sofá.
—Yo sí quería conocerte —hablo para mí misma en voz baja—. Me había hecho la idea de cómo sería cuidar a un hermanito, salir con mi madre y llevarte en el coche. Verte crecer, escucharte decirme hermana. ¿Por qué las peores cosas le pasan a las mejores personas? —las lágrimas resbalan por mis mejillas y no tengo intención de secarlas—. Todo fue por mi culpa. No debí pedirle a mi madre que me fuese a despedir al aeropuerto o jamás debí fijarme en Royce.
—No llores —escucho la voz de él y seco mis lágrimas rápidamente.
—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.
Él me detiene cuando intento subir las escaleras.
—¿Consideras el hecho de haberte enamorado de mí un error?
—Sí, pero lo repetiría mil veces —logro zafarme de su agarre y subo corriendo a la habitación.
Dejo la ecografia en un cajón y me paro frente al tocador para maquillarme un poco. El rímel se me corre cuando mi vista se nubla y debo sentarme para dejar pasar este otro mareo. Tanteo sobre el tocador para dar con el alcohol, y lo acerco a mi nariz.
—Debes comer Camila —me digo a la vez que inhalo y exhalo.
—Dejaste tu teléfono en el sofá —la puerta se abre—. ¿Por qué estás oliendo el alcohol? —cuestiona cuando entra.
—No es nada —dejo el alcohol a un lado y protesto internamente porque aún el mareo no cesa—. Gracias por lo del teléfono.
—¿A dónde irás?
—Iré a verme con... ¿Qué te importa?
—Me saludas a qué te importa.
—Qué gracioso.
Rato después entro a la habitación de mi madre quien sonríe mientras usa su móvil, y me alegra verla así. No es de esas sonrisas que la caracterizan pero al menos lo intenta.
—Me da gusto verte mucho mejor. Ya hasta sonríes con el teléfono. ¿Con quién hablas?
—Una amiga de mi antiguo trabajo. Recién se enteró y...
—Entiendo. Voy a salir con Martha, Royce estará aquí para lo que necesites. No tardo mucho.
—Ve tranquila hija, estaré bien.
—Lo sé. Por cierto ¿te dijo el doctor sobre las charlas?
—Sí —sonríe—. Mañana me llevarás ¿no?
—Por supuesto.
Ella sigue sonriendo y comienzo a unir las piezas del rompecabezas. Algo me dice que me mintió con eso de que habla con su "amiga".