Royce
Guío a Dafne hasta los asientos de metal y le pido a una enfermera un poco de alcohol. Ella no deja de llorar, no creo que lo haga hasta recibir noticias de su hija.
—Quiero verla... —susurra.
Aparta el algodón de su nariz y me observa. Sus ojos están tan rojos.
—Mi amor —me siento a su lado. Recojo su cabello en una cola alta y dejo un beso en su frente—, Camila es fuerte. Ella saldrá de todo esto.
—Pero ¿qué le pasó? ¿por qué está aquí? ¿Por qué está tan mal? —sorbe su nariz.
—Señora Dafne —Martha llega a nosotros, se ve igual o peor que Dafne. Ambas se abrazan tratando de consolarse mutuamente—. Hola Royce.
La saludo con un asentimiento de cabeza. Comienzo a caminar de un lado a otro, desesperado.
—¿Qué le pasó?
—Un auto la atropelló —la pelirroja se va en llanto al decir el motivo por el cuál está aquí.
—No... —Dafne empeora.
—Es mi culpa —Martha y yo decimos al unísono.
—Yo debí llevarla a su universidad. Tú me lo pediste Dafne, y yo...
—Yo no debí llamarla y presionarla diciéndole que la mandarían a coordinación. ¡Maldita sea! Mi amiga está en peligro por mi culpa —hala su cabello frustrada—. Fue horrible escuchar el golpe, luego un chico agarró su móvil y me habló diciendo que mi amiga estaba tendida en la carretera.
—¿No has visto al doctor?
—No Royce, nadie ha salido a decirme nada. Salvo los fiscales para entregarme sus pertenencias.
La siguiente hora pasa y no hay nada que las tranquilice. Comienzo a impacientarme al no recibir noticias, he perdido la cuenta de cuántas veces he ido a información pero no me dicen nada.
—Familiares de Camila Lewis Sanchez.
—Soy su madre.
—¿Cómo está mi amiga, doc?
—Físicamente con algunos hematomas.
—¿Pero está bien?
—Señora, debe ser fuerte —Dafne se aferra a mi brazo, temiendo escuchar lo que el doctor dirá—. El golpe que recibió fue muy fuerte y la mayor parte fue en la cabeza. Hemos dado con una fractura de cráneo.
—No... ¡No! ¡Dígame que va a estar bien!
—Ha entrado estado de coma.
Dafne se tambalea y se apoya de mi para no caer. La noticia nos ha afectado a todos por igual, seco las lágrimas y me siento junto a Dafne.
—Deberán ser pacientes. No sabemos cuándo pueda despertar, y en el caso de que sea pronto no sabemos cuáles serán las consecuencias. Debemos esperar la orden del neurólogo para realizar una segunda prueba.
Golpeo los asientos de metal una vez que el médico se retira.
—Así no vas a solucionar nada. Debes ser fuerte para poder darle fuerzas a Dafne. Tómalo como... No sé, ahora eres su único apoyo.
La pelirroja tiene razón.
—Mi amor —me siento a su lado y acaricio su mejilla— ¿quieres un té o un café?
–Quiero a mi hija conmigo, ahora.
—Y lo estará... Pero debes ser fuerte y paciente.
—Compra algo para Martha, yo no quiero.
Martha me acompaña al cafetín y se sienta mientras yo ordeno algo para los tres.
—Gracias —agarra su café—. Creo que mejor volvemos para no dejar a la señora Dafne sola.
—Tienes razón. Para ella he comprado este té.
El pasillo donde estábamos anteriormente está solo. Me desespero al no ver a Dafne ni en información o en la sala de espera.
—¿Dónde está?
—Voy al baño a ver si la encuentro allí.
Se dirige a los sanitarios y le echa un vistazo pero vuelve sin saber dónde está. Nos sentamos a esperar y termino mi café, entreabre sus labios para decirme algo pero se arrepiente.
—Dímelo.
—No sé si deba —hace una mueca.
—Entonces piénsalo.
Suspira.
—¿Te importa Camila?
—¿Por qué lo preguntas? Es la hija de la mujer con la que vivo, claro que tiene que importarme. Acepté a Dafne, también a su niña.
—Por Dios, Royce, mi amiga no es una niña.
—No entiendo a qué se debe tu pregunta.
—Prometí no decir nada pero con el simple hecho de saber que Camila quizás no despierte...
Dafne llega y me abraza inmediatamente.
—¿Dónde estabas?
—Una enfermera me dejó pasar a verla. Ya tiene permitida las visitas por un par de minutos... —nos dice entre sollozos.
—Tómate este té —le entrego el vaso y después dejo un corto beso en sus labios.
Paramos a una enfermera y le pedimos que nos lleve a donde se encuentra Camila. Ella amablemente nos guía, nos da un par de batas, tapabocas y todo lo necesario para entrar a esa área. Soy el primero en entrar y su amiga está detrás. Cierro fuertemente los ojos al verla así: pálida, con varios moretones en su rostro y brazos. Tiene parte de su cabeza cubierta y no soporto el sonido de la máquina que está a su lado. Aunque sus latidos estén bien ahora, saber que en cualquier puedan detenerse me aterra.
Martha se acerca a mí y me abraza mientras se va en llanto, mis lágrimas tampoco cesan.
—¿En serio no te importa? —sigue insistiendo.
—No... no hablemos de eso ahora. Ella es la hija de mi pareja, no es correcto.
—Sabemos que no es correcto. Ella lo sabe, por eso trata de hacer lo imposible por mantenerse alejada de ti y de tu relación con su madre.
—¿Qué quieres decir?
—Que tú sí le importas a ella.
—No digas tonterías.
—No son tonterías, ella me lo dijo.
Se acerca a su amiga y acaricia su mano.
—Deben salir ya —nos informa un enfermero.
—Te amo, amiga.
—Vuelvo pronto —susurro mientras toco cuidadosamente su mano.