Royce
Las ganas de meterme a la piscina se esfumaron después de la locura que hizo Camila al besarme. Me encuentro en la habitación mientras utilizo mi móvil, esperando a que Dafne llegue.
Envío el mensaje a un amigo diciéndole para vernos pronto y dejo el teléfono a un lado. No dejo de pensar en lo de esta tarde... Camila está loca, definitivamente.
—He vuelto amor —Dafne entra a la habitación sonriendo—, me han dicho que puedo quedar, y esta semana me llaman para confirmar... —explica pero soy incapaz de prestarle atención.
Mi mente está en el recuerdo de lo que ha hecho su hija.
—¿Amor?
—¿Qué me decías? —me mira con confusión.
—¿Qué sucede? ¿Pasó algo con Camila? ¿Discutieron?
Sí pasó... La loca de tu hija me besó.
—No —sonrío para tranquilizarla.
—He traído pizza ¿quieres comer?
—¿Sin maíz? —me siento y entrelazo nuestras manos.
—Sin maíz —me besa mientras ríe.
—Vamos al comedor.
Hago el ademán de levantarme pero ella me detiene.
—Comeremos aquí. He traído la pizza para nosotros dos.
—¿Y Camila?
—No está en casa.
—Está en la habitación.
—Bueno, igual. No soporto que se comporte como una niña caprichosa. Me da igual si está o no de acuerdo con lo nuestro.
Sale de la habitación y minutos después vuelve con la caja de pizza tamaño familiar. La deja sobre la cama y comenzamos a comer.
Cuando terminamos llevo la caja para desecharla después y subo nuevamente con la gaseosa. Dafne suspira.
—Mi amor —me siento frente a ella.
—Debo hablar con ella ¿verdad? —me mira entristecida.
—Opino que sí.
Vuelve a salir, me quedo pensando nuevamente en lo de esta tarde.
Algo me dice que debo hablar y contarle pero no sé, no quiero ocasionar más problemas entre ellas.Lo siguiente que escucho son gritos.
—¡Camila, ven aquí! —grita Dafne.
—¡Déjame tranquila!
—Camila... —escucho pasos rápidos en el pasillo.
—Voy a salir —dice mientras busca su abrigo en la habitación.
—¿A dónde irás? —los ojos de Dafne se cristalizan mientras ve a su bajar las escaleras.
—No debería importarte... ¡Vamos! Quédate con tu parejita —me mira asqueada.
Dafne planta su mano en la mejilla de su hija. Me quedo anonadado viendo todo desde el pasillo de las habitaciones. Ella lleva su mano a donde su madre la ha cacheteado y seca las lágrimas.
No dice nada, sólo se escucha el cerrar de la puerta fuertemente. Ha salido.
—Royce, ¿qué sucede con mi hija? ¿por qué está comportándose así?
—Tranquila —la envuelvo en un abrazo.
—Ve por ella —sorbe su nariz—, y trata de alcanzarla, por favor.
—Vuelvo al rato.
Le doy un beso al que ella no corresponde y voy por las llaves del auto.