Royce
Cuando Dafne vuelve trae con ellas las medicinas que le recetaron a Camila y las deja en nuestra habitación. Parece estar enojada por lo que le han regalado a su hija. Aunque lo admito, es algo que también me molesta.
Pasan varios días y Camila aún no se va a su apartamento porque su madre se lo ha pedido.
Me encuentro con Dafne colocando las cosas en la mesa para cenar y no aparto mi vista de ella.
—¿Sucede algo? —entra a la cocina y la sigo.
—No quiero que se vaya —comenta y me entrega los cubiertossuspira
—Yo tampoco —me arrepiento de haber dicho eso y rápidamente intento disimular—: quiero decir, si ella se va estarás así siempre. Te quiero ver como antes, sin preocupaciones y sonriendo siempre.
—Es que la veo muy inmadura como para independizarse. No sé porqué se le ha metido esa idea en la cabeza.
—Porque sigues protegiéndola como si de una niña se tratase.
—Tal vez. Ve a buscarla, voy a preparar los últimos sandwiches.
Me da un beso rápido para continuar haciendo las cosas. Entro a la habitación de Camila donde ella está observándose la venda que cubre parte de su cabeza frente a un espejo.
—No veo la hora en la que me quiten esto —no digo nada, sólo me recuesto al umbral a observarla. Al notarme se levanta rápidamente—. Pensé que era mi madre. Lo siento.
—¿Qué sientes?
—Nada.
—Tu madre te espera para cenar.
—Dile que ya bajo.
—No tardes.
—Royce —no salgo se la habitación, espero que diga algo—. Gracias.
—¿Gracias? ¿Las que hacen los monos?
—En serio —deja el espejo a un lado.
—¿Por qué?
—Supe que me donaste sangre... y sé que lo has hecho por mi madre.
—¿Por tu madre? Que yo sepa ella no fue la que estuvo mal sino tú.
—Sí pero tú no lo harías por mí. Lo hiciste por verla contenta a ella.
—Sí.
La expresión que pone me hace creer que Martha me ha dicho la verdad. Todas las acciones de Camila hacia mí concuerdan con lo que la pelirroja me ha dicho. Me acerco al tocador y me recuesto en el mismo.
Sólo hay una forma de averiguar si es cierto.
—Martha me dijo que...
Ella pone de pie y se acerca, nerviosa y cabizbaja. Me sorprende cuando lleva sus manos a mi nuca obligándome a besarla.
Te amo.
Me haces tan feliz.La voz de Dafne diciéndome esas cosas me hacen sentir culpable por lo que he hecho. Su hija me ha besado y no he protestado, todo lo contrario, me encuentro correspondiéndole el beso.
Intenta separarse pero llevo mis manos a su cintura atrayéndola más a mi. Me empuja y tropiezo con el tocador haciendo caer la lámpara.
—Royce, amor... ¡Ya está todo listo!
Escuchar a Dafne me hace reaccionar, darme cuenta de lo que he hecho.
Camila sale huyendo k mí y quedo solo en la habitación...jj mi rostro con las manos, enojadkko conmigo mismo.He confirmado lo que desde hace mucho tiempo he comenzado a sentir.