Capítulo 34

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—¿Ahora si me vas a decir? —le pregunto mientras bajamos del auto.

Desde que salimos del restaurante he estado llenándolo de preguntas pero evita responderlas. Quiero y necesito saber porqué me preguntó eso mientras comíamos.

Hemos parado en una playa. Mark se sienta en la arena, se apoya de una palmera e imito su acción.

—Puedes confiar en mí —rompo el silencio.

—Confío en ti —sonríe—. Te contaré Camila pero por favor, prométeme que no le dirás a nadie ¿si? Ni a ariel.

—¿Ariel? —frunzo el ceño.

—A esa amiga tuya que tiene el cabello rojo. Se parece a la sirenita.

—Te lo prometo.

—Bien —suspira—. Cuando era un chico de dieciocho años me aseguraron que no me quedaba mucho tiempo de vida... —apenas comienza a contarme y noto sus ojos cristalizados.

Agarro sus manos para que se sienta más en cofianza.

—Entonces traté de copiar a mis amigos y conocí a muchas chicas, pero se alejaban al enterarse. Eran unos inconscientes, prácticamente se reían y me restregaban en la cara que moriría pronto sin haber estado antes con una chica. Seguía con los síntomas y recaídas que esto conlleva pero seguía vivo, con muchísimas ganas de disfrutar el tiempo que me quedaba aquí. Cuando decidí sacarme la idea de conocer a chicas, llegó ella.

No sé qué decirle, nunca he sido muy expresiva. Sorbe su nariz y continúa:

—Juliana, así se llamaba. Fue la única chica que quiso estar a mi lado aun después de conocer mi situación. Nos complementábamos el uno al otro.

—¿Y dónde está ella?

—Nos "casamos" —hace comillas con sus dedos— a escondidas. Sus padres nunca estuvieron de acuerdo con nuestra relación. Por eso, decidimos huir juntos a casa de mi abuela en Londres. En ese restaurante, a donde te llevé hoy, fue donde me tomé el atrevimiento de pedirle que fuese mi esposa.

—¿Juliana te dejó?

—Era igual a ti, me recuerdas mucho a ella.

Ahora lo entiendo todo.

—Quizás por eso quieres que esté contigo.

—Ella se entregó a mí y semanas después comenzaron síntomas desconocidos para ella...

—¡Estaba embarazada!

—Su padre supo dónde estábamos y fue por ella —cierra sus ojos—. Quiso separarla de mí, y planeó todo un viaje de regreso —al abrirlos, seca bruscamente una lágrima—. Pero el avión, el avión se estrelló.

—Mark —mi voz se debilita—, lo siento mucho.

Quise vivir forzadamente, quise sentir todo lo relacionado con el amor antes de irme. Pero aquí estoy Camila, sigo luchando pero ya ella no está.

Lo envuelvo en un abrazo; y duramos así varios minutos. Él solloza en mi hombro y realmente no sé qué hacer, ni qué decir.

—Volví con mi hermana y recaí nuevamente. Por eso me viste en ese hospital.

Es él quien agarra mis manos y las acaricia con la yema de sus dedos. Sé que está evitando mirarme.

—Otra vez escuché que no me queda mucho tiempo, todo está tan avanzado y consumiéndome. Entonces me dije ¿por qué no hacer una lista de cosas que deba hacer antes de morir?

—¿Como en las películas? —sonríe forzadamente.

—Te vi, te conocí y supe que debías ser la primera en la lista.

—Mark...

—No digas nada —suelta mis manos y se pone de pie—. Puedes alejarte. Si no quieres verme más lo entenderé.

Me quedo en silencio y comienzo a jugar con la arena.

—Ya estoy acostumbrado a que todos se alejen.

—¡No! —me levanto y lo alcanzo—. Yo no pienso alejarme, no tengo un maní como cerebro para dejar ir a alguien sólo por eso —suspiro—. ¿Y qué tienes? ¿De qué morirás?

—Leucemia —se acerca a la orilla y parece no importarle mojar sus tenis.

Observo el mar y duro un rato así. Me gusta mucho estar en una playa de noche pero ahora mismo quiero irme.
Después de todo lo que me contó, su petición y cómo se siente por no estar con alguien me hace sentir mal, y no, no es lástima.

—Qué silencio tan incómodo —lo escucho decir.

—Lo que me has pedido es difícil. No siento nada por ti, salvo cariño. Te quiero y pienso que eres un gran chico, pero sólo podría verte como mi amigo.

Mi voz se quiebra y soy yo quién termina con lágrimas en las mejillas. No sé si indirectamente estoy haciéndole daño.

—No llores. Sólo te pido que lo pienses.

Escucho mi móvil sonar y me dirijo a su auto para contestar; es mi madre.

—Creo que es mejor irnos —se acerca también y sube al auto.

El móvil deja de sonar.

Sacudo mi pantalón y cuando estoy por subir, llama nuevamente.

—¿Si? —abrocho el cinturón— ¿mamá?

—No es tu madre —escucho su voz.

Mi corazón se acelera un poco, y miro a Mark.

—¿Todo bien? —me susurra el castaño. Asiento.

—¿Qué quieres? ¿Todo está bien con mi madre?

—Si te llamaba de mi número no ibas a contestarme. Tu madre está duchándose y aprovecho de marcarte.

—¿No estabas de viaje?

—Regresé hoy. De hecho, acabo de llegar.

Mark estaciona frente al edificio y desabrocha su cinturón para bajar.

—Un momento —le digo a Royce.

Bajo del auto también y cubro el teléfono.

—Prométeme que lo pensarás.

—Lo pensaré, Mark.

—Te quiero Camila —sonríe.

Se acerca y deja un corto beso en mi mejilla.

Camina hasta el auto, y lo pone en marcha. Cuando lo pierdo de vista entro al edificio.

—¿Algo más que decir? —hablo mientras entro al ascensor.

—¿Qué tienes que pensar y quién te quiere?

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora