—¡Que no se te olvide el ramo! —chilla mi amiga señalándolo sobre la mesa.
Suspiro y corro como puedo por lo largo del vestido para agarrarlo. Hoy daré el próximo paso a nuestra hermosa relación.
—¿Estás bien? —me pregunta Alisson acercándose. Simplemente asiento y doy la vuelta sonriéndole.
—Estoy bien —respondo muy segura para confirmarme a mí misma que lo estoy.
—Déjame decirte que te ves hermosa, ¡toda una princesa!
—Muchas gracias, Ali. Tú también lo estás —miro a Martha—. Y tú, deberías colocarte bien esa toalla o lo que sea que no utilicé con mi hija —señalo su pecho—. Se te nota mucho.
Suelta un chillido aterrorizada.
—Oh no, esperen un momento —corre al baño donde no demora ni dos minutos—. ¿Y ahora? De verdad que estos niños me volverán loca y me dejarán hecha un esqueleto.
—Dijiste que amabas los niños ¿no?, pues Dios te ha mandado a trillizos.
—¡Sí! —sonríe— parecen unos huracanes en erupción, lo bueno es que pronto cumplirán sus cinco meses y luego dejarán de querer tomar de mis gemelas.
Reímos.
—Bueno chicas, ¿nos vamos? ¡Hay una boda la cual asistir!
Aprieto el ramo que tengo en manos de rosas blancas, amarillas y un rosado pálido. Sé que exactamente hace cinco años le dije a Royce que aún no quería formalizar nuestra relación uniéndonos en matrimonio, pero la verdad ya no podía esperar más para dejarle claro a las demás que él es mío.
Cada día lo amo mucho más, y en su enésimo intento de proposición fue inevitable decirle que no, por lo que aquí estoy: vestida de blanco.
Subo al auto que nos llevará a donde se realizará la ceremonia. Inhalo y exhalo mientras cierro los ojos tratando de concentrarme. Los abro y de repente mi vista se nubla haciendo que agarre el antebrazo de Martha.
—¿Estás bien? —pregunta sonriéndome.
—Me mareé un poco —le devuelvo la sonrisa.
—Quizás son los nervios —añade Alisson.
—O quizás sea el resultado de la escapada de hace tres semanas. Es hora de darle otra hermana a Sofia, ¿no crees?
Volteo los ojos ante su comentario. Aunque pensándolo bien, mi pequeña me ha pedido tener un hermano ya que según se aburre sola en casa.
Me duele el hecho de que no estaré en compañía de mis padres el día de hoy. Mi padre no perdonó el hecho de que me haya "involucrado" con el chico que era pareja de mi madre, y ella luego de nuestra última salida a aquél restaurante no volvió a hablarme ni buscarme.
Siento mis ojos aguarse, tomo una bocanada de aire y tengo que parpadear varias veces para no llorar.
—No lo hagas —Martha me acusa con el índice.
—Déjala, es normal. Yo no dejaba de llorar cuando me uní con Anthony. Cada paso que daba significaba una lágrima.
—¡Pero arruinará su maquillaje!
—No se arruinará.
—Chicas, ¿qué tal si él no está allá? ¿si se arrepintió? —ambas bufan con fastidio.
—Aunque quisiera no lo haría.
—¿Si responde que no?
—¡Cálmate! ¡Si lo hará! ¡Se casarán y tendrán muchos Roycitos y Camilitas!