Lo que me ha dicho esa enfermera sigue dándome vueltas. Lo cierto es que debo esperar a que mi madre vuelva para salir de dudas.
El rato en el que estoy a solas se me hace eterno, y comienzo a impacientarme. Recuerdo lo que me ha dicho la enfermera sobre salir a caminar, por tal me animo a hacer el intento de sentarme y ponerme de pie. Mi cabeza reclama una vez que estoy sentada, la siento explotar pero entiendo que sea normal ya que he estado en esa posición por muchos días.
Arrastro el atril hasta tenerlo al frente y me apoyo en él para finalmente levantarme. Debido al dolor que siento en mi columna no puedo enderezarme lo suficiente, pero aún así me dirijo hasta la puerta. En cuanto llego a mitad de pasillo una familia llorando a mi derecha capta mi atención y me hace entender la desesperación de los míos cuando yo estaba allí dentro. La preocupación de saber si a quien quieren saldrá con vida o no.
Continúo con mi camino y sé que no he caminado lo suficiente para lo cansada que me siento. Suspiro y me aferro al atril. Doblo a la izquierda, entro en otro pasillo de habitaciones donde cada puerta tiene su identificación y me encuentro observándolas cada una.
Debes hacerlo... a paso lento y con mucho cuidado.
No he hecho caso a la enfermera, no he caminado a paso lento... y quizás por eso me siento agotada tan rápido. Me quedo de pie lo suficiente para inhalar y exhalar, y luego volver a la habitación. Siento algunas punzadas en mi nunca y me arrepiento al instante de haber salido. Quiero volver. Me quedo cabizbaja un rato a esperar que el dolor pase, pero éste se intensifica mucho más.
Una de las puertas se abre e ignoro el hecho de que alguien ha salido.
—¿Estás bien? —un chico me pregunta.
—Eso creo.
—Soy Mark, mucho gusto.
Mantengo mis ojos cerrados unos segundos más y sé que tengo a ese chico al frente. Decido que es hora de volver a la habitación; abro los ojos y miro al frente. Él esta en una silla de ruedas observándome con preocupación.
—Camila —extiendo mi mano cordialmente.
—No me gustaría alarmarte pero... tu nariz... Estás sangrando —dice en voz baja.
Toco mi nariz y luego miro mis dedos. Es cierto.
Haber visto aquello me afecta de tal manera que comienzo a sentir que todo me da vueltas.
Royce
Vuelvo del cafetín donde me distraje conversando por teléfono con mi madre. Salgo del ascensor y me encuentro con la misma chica a la que quizás ya la tengo cansada por estar preguntando sobre Camila.
—¿Cómo está?
—Le hice el chequeo hace más de media hora y está bien. Con suerte podrá irse pronto.
—Muchas gracias —le sonrío en agradecimiento. Ella sigue su camino hasta entrar a otra habitación.
No he olvidado lo que me dijo la pelirroja sobre Camila el mismo día del accidente. No puede que sea cierto, las acciones de ella hacia mí son más de molestia que de atracción pero también está lo de «hace lo posible por mantenerse alejada de tí» y es cierto.
Sólo por como reaccionó al saber que vendrían a casa conmigo y con el beso de aquel día, sé que Martha dice la verdad... además son mejores amigas y ella no mentiría con algo así.
No sé qué estoy haciendo. Últimamente esa niña no sale de mis pensamientos y está ocupando el lugar de Dafne. Debo aclarar todo esto ya que siento volverme un ocho en cuanto a los sentimientos de Camila hacia mí.
Entro a la habitación para pedirle una explicación o al menos esperar que desmienta eso pero no esta. La camilla está vacía. Pienso rápidamente en el baño pero la puerta del mismo sigue abierta. Al salir me encuentro con Dafne quién sonríe a verme, deja de hacerlo cuando nota la expresión de mi rostro.
—¿Y? —intenta ver hacia el interior pero me muevo impidiéndoselo—. No me digas que se durmió. Le he traído este yogurt.
—No amor. La habitación... Está vacía.
Debe sostener el envase fuerte o de lo contrario se le habría caido. Comienza a desesperase una vez que entra y confirma que no hay nadie dentro.
—¡Enfermeras! —escuchamos a lo lejos. Nos miramos y salimos dispuestos a ir a donde han gritado—. ¡Ayuda!
Al llegar al pasillo de donde provienen los gritos damos con un chico sobre una silla de ruedas y a Camila sentada en una de las sillas de metal. Algunos doctores y enfermeros que no tardan en llegar se alarman al ver que no reacciona.